lunes, 23 de diciembre de 2013

XAVIER VILLAURRUTIA. POEMAS.

 

Sobre Xavier Villaurrutia

Xavier Villaurrutia nació en la ciudad de México el 27 de marzo de 1903 y murió el 25 de diciembre de 1950. En la Escuela Nacional Preparatoria comenzó su amistad con Salvador Novo y Jaime Torres Bodet. En esta temporada publicó sus primeros versos en revistas como Policromías y México Moderno.
Hacia 1927, animado por el entusiasmo, la inteligencia y el auspicio de Antonieta Rivas Mercado, junto con Salvador Novo, Gilberto Owen, Jorge Cuesta, Manuel Rodríguez Lozano, Celestino Gorostiza y otros personajes, formó el grupo Ulises, del que nacieron los proyectos de la revista Ulises (1927-1928), que codirigieron Villaurrutia y Novo, y el Teatro de Ulises (1928), antecedente principal del teatro moderno en México.
En 1928, participó en la creación de la Antología de la poesía mexicana moderna que salió a la luz bajo el sello de Contemporáneos, que dio nombre tanto al grupo literario como a la revista, que a decir de Alí Chumacero, fue un órgano “en cuyas páginas congregaron sus aspiraciones, dio el salto y, a veces de manera funambulesca y en ocasiones con el acierto que presta el acaso de la aventura, arrancaron la poesía de un molde que, por común, empezaba a proliferar en escritores de parco relieve”.* Dentro de los Contemporáneos, Villaurrutia fungió como una de las conciencias más críticas y agudas del grupo.
En 1932, fundó con Clementina Otero, Agustín Lazo, Celestino Gorostiza y Julio Bracho el Teatro de Orientación. En 1935-1936 fue becado por la Fundación Rockefeller para estudiar arte dramático en la Universidad de Yale. De regreso a México, participó en la organización de varios grupos teatrales, como el del Sindicato Mexicano de Electricistas, el Teatro de Medianoche, el Teatro de México, Proa Compañía Mexicana de Comedia y el Teatro de Bellas Artes, entre otros.
Fue nombrado jefe de la Sección Teatral del Departamento de Bellas Artes y, en 1946, inauguró junto con Celestino Gorostiza, Clementina Otero, Salvador Novo y Enrique Ruelas la Escuela de Arte Teatral del INBA.
Colaboró como guionista y adaptador en varias realizaciones del cine mexicano, entre las cuales se encuentran las producciones de la Cinematográfica Latino Americana, S.A. (Clasa). Participó en el Sindicato de Autores y Adaptadores Cinematográficos, en el Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica y en el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica. Fue miembro de la Sociedad de Autores y Adaptadores Cinematográficos, de la Asociación Nacional de Actores y de la Unión Nacional de Autores.
“Villaurrutia —considera Octavio Paz— vivió inmerso en la vida literaria pero su obra es escasa, como si la mayor parte de sus horas las hubiera dedicado no a las letras sino a otras actividades. Aunque fue sobre todo un poeta lírico, sus poesías completas forman apenas un delgado volumen de unas cien páginas, una décima parte de su obra. El resto está compuesto por el teatro, la crítica y unos cuantos textos que se acercan, sin llegar a serlo realmente, a la novela y el relato. El teatro abarca la mitad de su producción en prosa. Fue su gran afición y, al final, de su vida, su ocupación central.”**
La obra de Villaurrutia comprende, en efecto, una breve y muy relevante producción poética —Reflejos (1926), Dos nocturnos y Nocturnos (1931), Nocturno de los ángeles (1936), Nocturno mar (1937), Nostalgia de la muerte (1938), Décima muerte y otros poemas no coleccionados (1941), Canto a la primavera y otros poemas (1948)—, que parece desfallecer frente a su producción dramática: Parece mentira (estrenada en 1933, publicada en 1934); ¿En qué piensas? (1938); Ha llegado el momento (estrenada en 1938, publicada en 1939); Sea usted breve (1938); La hiedra (1941); El ausente (publicada en 1942, estrenada en 1951); La mujer legítima (1943); Invitación a la muerte (1944); El yerro candente y El solterón (1945); El pobre Barba Azul (estrenada en 1947, publicada en 1948); La mulata de Córdoba (estrenada en 1939, publicada en 1948); La tragedia de las equivocaciones (1950); Juego peligroso (estrenada en 1950, publicada en 1953).
En 1953, Alí Chumacero realizó para el Fondo de Cultura Económica la primera reunión de la obra poética y dramática de Villaurrutia, la cual sería ampliada posteriormente por el mismo Alí Chumacero, Luis Mario Schneider y Miguel Capistrán, edición a la cual sumarían textos críticos, ensayos y “prosas varias”.
Poeta, dramaturgo, ensayista, crítico e impulsor destacado de las artes plásticas, del cine, del teatro, guionista y adaptador cinematográfico, maestro de artes escénicas y de literatura, actor y excelente dibujante, son algunas de las diferentes vertientes que conformaron una de las personalidades más singulares, notables e influyentes dentro del panorama cultural mexicano en el siglo XX. Su carisma, su don de gentes, su talento, concitaron en torno suyo a muchas figuras que junto con él no sólo introdujeron en México los aspectos distintivos de una modernidad que puso a tono al país con el resto del mundo, sobre todo intelectualmente y con su aportación contribuyeron a que la tarea civilizadora de la Revolución Mexicana, impulsada por José Vasconcelos, alcanzara prácticamente a plenitud muchos de sus objetivos.
Cinco años después  de su muerte, en 1955, bajo la iniciativa de Francisco Zendejas y a sugerencia de Alfonso Reyes, se constituyó el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores, con el propósito de celebrar el mejor libro publicado durante el año, premio que actualmente otorgan el Conaculta y el INBA, en colaboración con la Sociedad Alfonsina Internacional.
* Xavier Villaurrutia, Obras, México, FCE, 2006.
** Octavio Paz, Obras completas: Generación y semblanzas: Dominio mexicano, México, FCE, 2006.
 

AMOR CONDUSSE NOI AD UNA MORTE

Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.

Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.

Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.

Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.

Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.

Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.

Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.

Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.

Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.



DÉCIMA MUERTE,
A Ricardo de Alcázar

I

¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar
que puesto que muero existo.

II

Si en todas partes estás,
en el agua y en la tierra,
en el aire que me encierra
y en el incendio voraz;
y si a todas partes vas
conmigo en el pensamiento,
en el soplo de mi aliento
y en mi sangre confundida,
¿no serás, Muerte, en mi vida,
agua, fuego, polvo y viento?

III

si tienes manos, que sean
de un tacto sutil y blando,
apenas sensible cuando
anestesiado me crean;
y que tus ojos me vean
sin mirarme, de tal suerte
que nada me desconcierte
ni tu vista ni tu roce,
para no sentir un goce
ni un dolor contigo, Muerte.

IV

Por caminos ignorados,
por hendiduras secretas,
por las misteriosas vetas
de troncos recién cortados,
te ven mis ojos cerrados
entrar en mi alcoba oscura
a convertir mi envoltura
opaca, febril, cambiante,
en materia de diamante
luminosa, eterna y pura.

V

No duermo para que al verte
llegar lenta y apagada,
para que al oír pausada
tu voz que silencios vierte,
para que al tocar la nada
que envuelve tu cuerpo yerto,
para que a tu olor desierto
pueda, sin sombra de sueño,
saber que de ti me adueño,
sentir que muero despierto.

VI

La aguja del instantero
recorrerá su cuadrante,
todo cabrá en un instante
del espacio verdadero
que, ancho, profundo y señero,
será elástico a tu paso
de modo que el tiempo cierto
prolongará nuestro abrazo
y será posible, acaso,
vivir después de haber muerto.

VII

En el roce, en el contacto,
en la inefable delicia
de la suprema caricia
que desemboca en el acto,
hay un misterioso pacto
del espasmo delirante
en que un cielo alucinante
y un infierno de agonía
se funden cuando eres mía
y soy tuyo en un instante.

VIII

¡Hasta en la ausencia estás viva!
Porque te encuentro en el hueco
de una forma y en el eco
de una nota fugitiva;
porque en mi propia saliva
fundes tu sabor sombrío,
y a cambio de lo que es mío
me dejas sólo el temor
de hallar hasta en el sabor
la presencia del vacío.

IX

Si te llevo en mí prendida
y te acaricio y escondo,
si te alimento en el fondo
de mi más secreta herida;
si mi muerte te da vida
y goce mi frenesí,
¡qué será, Muerte, de ti
cuando al salir yo del mundo,
deshecho el nudo profundo,
tengas que salir de mí?

X

En vano amenazas, Muerte,
cerrar la boca a mi herida
y poner fin a mi vida
con una palabra inerte.
¡Qué puedo pensar al verte,
si en mi angustia verdadera
tuve que violar la espera;
si en vista de tu tardanza
para llenar mi esperanza
no hay hora en que yo no muera!

NOCTURNO DE LA ESTATUA.

Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las flechas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño».


NOCTURNO DE LOS ÁNGELES.

Se diría que las calles fluyen dulcemente en la noche.
Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto,
el secreto que los hombres que van y vienen conocen,
porque todos están en el secreto
y nada se ganaría con partirlo en mil pedazos
si, por el contrario, es tan dulce guardarlo
y compartirlo sólo con la persona elegida.

Si cada uno dijera en un momento dado,
en sólo una palabra, lo que piensa,
las cinco letras del DESEO formarían una enorme cicatriz luminosa,
una constelación más antigua, más viva aún que las otras.
Y esa constelación sería como un ardiente sexo
en el profundo cuerpo de la noche,
o, mejor, como los Gemelos que por vez primera en la vida
se miraran de frente, a los ojos, y se abrazaran ya para siempre.

De pronto el río de la calle se puebla de sedientos seres,
caminan, se detienen, prosiguen.
Cambian miradas, atreven sonrisas,
forman imprevistas parejas...

Hay recodos y bancos de sombra,
orillas de indefinibles formas profundas
y súbitos huecos de luz que ciega
y puertas que ceden a la presión más leve.

El río de la calle queda desierto un instante.
Luego parece remontar de sí mismo
deseoso de volver a empezar.
Queda un momento paralizado, mudo, anhelante
como el corazón entre dos espasmos.

Pero una nueva pulsación, un nuevo latido
arroja al río de la calle nuevos sedientos seres.
Se cruzan, se entrecruzan y suben.
Vuelan a ras de tierra.
Nadan de pie, tan milagrosamente
que nadie se atrevería a decir que no caminan.

¡Son los ángeles!
Han bajado a la tierra
por invisibles escalas.
Vienen del mar, que es el espejo del cielo,
en barcos de humo y sombra,
a fundirse y confundirse con los mortales,
a rendir sus frentes en los muslos de las mujeres,
a dejar que otras manos palpen sus cuerpos febrilmente,
y que otros cuerpos busquen los suyos hasta encontrarlos
como se encuentran al cerrarse los labios de una misma boca,
a fatigar su boca tanto tiempo inactiva,
a poner en libertad sus lenguas de fuego,
a decir las canciones, los juramentos, las malas palabras
en que los hombres concentran el antiguo misterio
de la carne, la sangre y el deseo.
Tienen nombres supuestos, divinamente sencillos.
Se llaman Dick o John, o Marvin o Louis.
En nada sino en la belleza se distinguen de los mortales.
Caminan, se detienen, prosiguen.
Cambian miradas, atreven sonrisas.
Forman imprevistas parejas.

Sonríen maliciosamente al subir en los ascensores de los hoteles
donde aún se practica el vuelo lento y vertical.
En sus cuerpos desnudos hay huellas celestiales;
signos, estrellas y letras azules.
Se dejan caer en las camas, se hunden en las almohadas
que los hacen pensar todavía un momento en las nubes.
Pero cierran los ojos para entregarse mejor a los goces de su encarnación misteriosa,
y, cuando duermen, sueñan no con los ángeles sino con los mortales.



viernes, 20 de diciembre de 2013

El pasaje al límite en Cambio de piel de Carlos Fuentes. Isabel Jasinski,(Universidade Federal do Paraná)


El pasaje al límite en Cambio de piel de Carlos Fuentes



Isabel Jasinski

(Universidade Federal do Paraná)



“Repetitivo y abstracto hasta el sin sentido, ellos

salieron al encuentro de lo que el hombre ha

perdido, la vida trágica, vida-de-chivo, el azar de

los límites verdaderos, la voluntad de ir hasta el

fin, hasta el filo, hasta el precipicio.”

Carlos Fuentes.

“A primeira das liberdades é a liberdade de dizer

tudo.”

Maurice Blanchot.

“É unicamente no instante do silêncio das leis que

irrompem as grandes ações.”

Marquês de Sade.

1. Probar el límite es la propuesta de esta obra de Carlos Fuentes, que avanza más



allá de él, por el pasaje del sin sentido donde se encuentra un vertedero de imágenes,

referencias culturales, lenguajes, espacios y tiempos. Publicado en 1967, Cambio de

piel compone toda una experimentación formal que invita a la reflexión y conduce a la



crítica literaria, cultural, histórica, social, formal. Aunque su diálogo con el cine es

cabal, la lectura que les presento en este momento va a detenerse en otro paraje, el

que se vincula a la “experiencia-límite” concebida por Blanchot a partir de la lectura de

Bataille acerca de la experiencia interior y la soberanía. Es cierto que el camino que

toma plantea una visada más universalizante acerca de la condición del hombre en la

segunda mitad del siglo XX, cuando ya se había diseminado el imaginario de la cultura

de masas y la experimentación vanguardista. Un momento histórico para la producción

literaria hispanoamericana, que había alcanzado proyección internacional y estaba
1068
inserida en el gran panorama mundial de las Letras, principalmente desde la

publicación de Rayuela en el 63, obra a la que está dedicada Cambio de piel.



Es cierto que Carlos Fuentes invierte en una articulación del imaginario

mexicano y su vinculación occidental, a la vez que elabora una crítica a los patrones

sociales presentes, situándose en la realidad y lo mítico, en una relación

eminentemente temporal, tal como observa José Miguel Oviedo (2001, p. 316). Pero

establece una conexión también espacial, en nuestra perspectiva, principalmente

respecto a esta obra que tiene como punto de partida un viaje de la Ciudad de México

a Veracruz. No obstante, produce una conexión principalmente simbólica, que

compone una “narración por relevos”, dice Oviedo (2001, p. 327), relacionando partes

autónomas en una totalidad anacrónica que remite al proceso de escritura en el límite

de la creación. Este movimiento postula una libertad conceptual, estética y moral muy

acorde con el carácter polémico de su autor.
[…] estas obras eran algo más que novelas: campos de experimentación radical en

los que el libre juego de la imaginación, la parodia de otros libros y productos

culturales (el cine, sobre todo) y la teorización sobre las relaciones entre el texto y

su autor son tan o más importantes que la historia narrada. Cambio de piel, y en

buena medida Terra ostra, no son simples “textos”, sino performances, un conjunto



de posibilidades que el lector/ participante tiene que activar para incorporarlo a su

propia experiencia y hacerlo viable; sólo en estos términos es posible hablar de

“narrador”, “personajes” e “historia” (OVIEDO, 2001, p. 323).
El viaje plantea una nueva experiencia del tiempo que, por un lado, es

anacrónica, cuando rescata aspectos de la concepción indígena de tiempo cíclico, su

relación afirmativa con la muerte, considerado un renacimiento, pero también cuando

menciona referenciales griegos de la concepción humana, preservada por el cuidado

de Pandora que guarda la esperanza en su caja; y, por otro, es semiótica, cuando

diferencia dos instancias narrativas, una ficcional y otra seudo-real. Esos relevos se

complementan aún por el flujo vivencial de la contracultura, paralelo a una concepción

atemporal de la soberanía que ampara la experiencia-límite, contraria a la
1069
productividad histórica, favorable al instante, al arte, no al conocimiento, conforme

comprende Bataille (1996, p. 89). Lo que concibe Fuentes es recrear una conciencia

del “ahora” que suspende los conceptos establecidos para permitir lo sensorial por

intermedio de la escritura, reconfigurando fronteras como posibilidad de pasaje, o

“limen” de acuerdo con Raul Antelo, que confunde el fin con el comienzo, no el límite

definitivo, apropiado al conocimiento cumulativo (ANTELO, 2005, p. 39). De este

modo, el viaje que traspasa la narrativa de Carlos Fuentes en Cambio de piel produce



un cambio en la percepción del tiempo pero también de espacio cultural.

Esta concepción rechaza una definición unívoca para el sentido, asimismo

un valor inequívoco para la expresión. Su movimiento es de oposición a todo lo

racional, consciente, ortodoxo y monogámico, para ceder al deseo en busca del

misterio que queda “después del falso misterio de la analogía y la oposición”

(FUENTES, 1967, p. 390). Por eso, dicha comprensión se encuentra en el campo de

lo soberano, contra toda la utilidad del mundo práctico, que genera el terror porque

postula las leyes y la prohibición del avance sobre los límites. Bataille reconoce en esa

instancia el valor del arte que nutre la esperanza, pero no la espera del conocimiento

que se resuelve en nada (BATAILLE, 1996, p. 76-77). Según esa concepción, no hay

posibilidad de comunicar porque el artista se encuentra fuera del mundo de las cosas,

lo más cercano a su modo de aprensión del mundo es el sin sentido, el nonsense, que

sostiene la performance en Cambio de piel. En el vértigo del instante, el arte



sensibiliza para la no permanencia, acentuado por la comprensión de que el hombre

nunca es el mismo, es incapaz de preservar el nombre. Muere de una muerte que no

es el fin, sino el reinicio, la reinscripción de una subjetividad no absoluta que

permanece en cuestión hasta la actualidad, como lo plantea Derrida en entrevista a

Nancy (DERRIDA, 2005, p. 152). En la obra de Fuentes, que se conecta a la

concepción de lenguaje de Foucault, el narrador se dispone a “salvarse de El Museo,

de la Perfección y participar en un Happening personal que es una novela de consumo



1070
inmediato: recreación” (FUENTES, 1967, p. 23), de modo a crear mundos imposibles

que se constituyen en un acto de magia.

2. El universo de sentido de Cambio de piel es dinámico y se concibe por una



superposición de tiempo, tal como lo mencionamos, de espacios, a empezar por las

diferentes fechas y lugares de composición de la obra (Tonanzintla, 1962; Nueva York,

1965; París, 1966), y de distintos puntos de vista sobre la historia. Además de la voz

narrativa absoluta, que es innominada hasta el final de la obra, identificándose

principalmente como “yo”, que traspasa la trama y acaba por manifestarse como

supuesto autor de la obra (firmada por Freddy Lambert), tenemos un juego complejo

de desdoblamiento entre los personajes que efectúan el viaje: Javier, Elizabeth (Ligeia,

Lisbeth, “dragona” etc.), Franz e Isabel (también denominada “novillera”). Son

imágenes de personas, máscaras que disponen diferentes experiencias de la historia y



sensibilidades, revelando ambigüedades, dudas y angustias. En el viaje de la capital

de México hacia Veracruz, ellos parecen buscar el conocimiento por medio de la

revisión del pasado a la que induce la narración de su vida, por la descripción de los

espacios en donde pasaron. El arranque es el rescate de un pasado que estaba

movido por el deseo de libertad, llevado a cabo con la intención de encontrar un

sentido para lo que no se encuentra respuesta o justificación.
Pensaste que este era el final del viaje, del recuerdo y de la mentira. Y que a esto

las había conducido una búsqueda de tantos años, un viaje tan largo buscando lo

que ya era de ustedes. Todo lo que supieron, lo que quisieron, lo que perdieron y lo

que encontraron — te preguntaste esta noche — ¿no lo sabían, querían, perdieron

o encontraron igual que hoy, al principio? Pero antes una parte de nosotros vencía

a las demás, esa era toda la diferencia, y qué impotente eras para servirte de tu

nueva sabiduría, tan impotente como hubieras sido hace veinticinco años para

servirte de lo que entonces sabías. Ah dragona, todo es saber consagrar lo que se

toca, lo que se ama, lo que se sueña y hasta lo que se teme y rechaza (FUENTES,

1967, p. 337).
1071
La búsqueda se frustra en el intento de atrapar una verdad, la de la

sabiduría, estableciendo el sacrificio como forma de resignificación y por eso

afirmando la consagración por la muerte. La libertad posible en ese momento es la de

la soberanía del imaginario, de la insubordinación generada a partir de la idea de que

no hay conocimiento posible en la duración, sólo hay el instante que no ofrece el saber

(BATAILLE, 1996, p. 69). Ligeia no supo ser soberana, ella estaba subordinada a la

espera del futuro, por eso fue sacrificada. Sólo Javier lo supo, como veremos adelante.

El instante soberano es el del arte, de la fiesta, de la muerte, el momento

revolucionario que no quiere un centro estable, pero que se abisma en los límites del

ser, en la experimentación, en las drogas, en el sexo, en el rock’n’roll, en la libertad de



todo lo que posee el poder de la contradicción, como dice Artaud según el narrador de

Cambio de piel. El arte, en la concepción de la obra, no es un modo de jugar un papel



social sino una forma que es su propio contenido.

La fiesta y la muerte, “todo lo que nos arranca de nosotros mismos”

(FUENTES, 1967, p. 251), es lo que reúne a los hombres. La aceptación de la muerte,

del fracaso, de la ociosidad, propone Blanchot, es una afirmación que niega la

negatividad impuesta por el sentido práctico de la vida (BLANCHOT, 2007, p. 188). En

ese movimiento el hombre ultrapasa sus fronteras en dirección al otro, fundiéndose en

él a la vez que suprime todas las leyes, reduciendo a nada al individuo que se tomaba

como idéntico a sí mismo. La muerte destruye la expectativa del porvenir y el sentido

de la identidad, entiende Bataille, instaurando otra concepción de pensamiento

(BATAILLE, 1996, p. 80). Por eso son suspendidos los valores productivos que

garantizan la integridad del ser humano y que consideran la muerte como pérdida. Esa

es la concepción que subyace a las ideas del narrador.
Me dijiste que ese hombre muerto estaba, al fin, vivo. Que todas las muertes están

vivas. Que estaban observando un arreglo vital, no mortal, de las relaciones de ese

hombre. Que su asesino le regaló un valor al asesinado que no tuvo otro valor.
1072
Que te olvidaras de tu lógica bárbara. Que nadie muere por venganza. Que nadie

muere por castigo. Que nadie muere por algún motivo. Que nadie muere porque el

asesinado no tuvo palabras para convencer al asesino con la razón y sustituyó el

asesinato a las palabras que no quiso o no pudo pronunciar: ni siquiera eso. No lo

mató para vengarse, para castigarlo o para convencerlo. No. Lo mató para

regalarle la totalidad de su vida. Le hizo el favor de matarlo (FUENTES, 1967, p.

209).
Aunque el movimiento primordial del pasaje por el límite de la vida exija la

presencia positiva de un “yo” soberano que ofrece la muerte y del “otro” al que se le

regala otra vida, la fusión entre los extremos se da en la consagración de la apertura,

en el goce de lo excesivo. En Cambio de piel, podemos reconocer dos categorías de



otredad que, para nosotros, son distintas. Por un lado, tenemos la condición de los

extranjeros judíos Elizabeth y Franz que, como extranjeros, están excluidos de su

comunidad y protegidos por las leyes del estado, pero asimismo “han quedado

encerrados con los dioses muertos…” (FUENTES, 1967, p. 371-372). Esa es la

condición ambigua que Agamben reconoce en el homo sacer, excluido de la



comunidad, aunque no pertenezca de todo al ámbito de lo divino, cuya vida desnuda

se ofrece al poder soberano, el Estado Alemán del Tercer Reich en el caso de los



judíos que pasaron por los campos de concentración, por ejemplo (AGAMBEN, 2005,

p. 102-103). Los dos extranjeros no son llevados a la muerte por manos de Javier, sino

que su condición de sacralidad es exigida por los dioses ancestrales, se quedan

soterrados en las pirámides de Cholula. No es el caso de Isabel, quien es sacrificada



por Javier en la habitación del hotel. La muerte sacrificial en esta concepción teórica,

suspende el tiempo por abrir el pasaje de lo profano al campo de lo sagrado, como

observa Agamben, con eso garantiza una “juventud” eterna (AGAMBEN, 2005, p. 98).

Eso lo dice Javier acerca de cómo se acordaría de ella.

Sin embargo, tanto las muertes de Lisbeth y Franz como el sacrificio de

Isabel no son vistas como pérdida, sino como purificación, renacimiento, como

recuerda Oviedo, de acuerdo con la referencia cultural indígena mesoamericana,
1073
aportada por el texto en la figura de Xipe Totec, el dios que emblematiza la

metamorfosis cíclica (OVIEDO, 2001, p. 325). Esta figura caracteriza la ancestralidad

mexicana que remonta a un presente absoluto, el del tiempo mítico, exigiendo el olvido

del pasado cronológico en esta muerte simbólica de los extranjeros para celebrar un

renacimiento que fertilice las acciones humanas. Pero también configura la soberanía

del narrador que mata a sus personajes, en un acto de redireccionamiento de la

creación: “El narrador, Xipe Totec, Nuestro Señor el Desollado, cambia de piel”

(FUENTES, 1967, p. 365). En ese caso, Javier es el instrumento del que se sirve el

autor supuesto para ejecutar una amenaza que había insinuado al principio de la

segunda parte de la obra, para lo que bastaba la abstención total de los otros

personajes, la renuncia a decidir, que propone una nueva potencia.

Por otro lado, Xipe Totec simboliza la soberanía que se atribuye Javier,

capaz de decidir sobre la muerte del otro en el límite de la vida y de los tiempos. En un

golpe de dados, como lo plantea Blanchot, que corresponde a la imprevisibilidad de la

suerte, ya no acepta la determinación del destino, en su modo de ver (la reedición de

Ligeia en la figura de Isabel). Toma los rieles de su vida como sujeto que come de la

carne, en la terminología de Derrida, para rescatar el poder de la palabra, la fertilidad

de la creación. El ser soberano no es un hombre, recuerda Bataille, es un “dios” que

ignora los límites de la identidad y de la muerte, incorpora la trasgresión y juega

(BATAILLE, 1996, p. 86). El doble carácter de Freddy/ Javier posibilita que ellos

suspendan los valores sociales para dar eclosión a la pasión, conectando en el juego

el pensamiento al acaso, sin esperar decirlo todo.
Si la dejáramos, la verdad aniquilaría la vida. Porque la verdad es lo mismo que el

origen y el origen es la nada y la nada es la muerte y la muerte es el crimen. La

verdad quisiera ofrecernos la imagen del principio, anterior a toda duda, a toda

contaminación. Pero esa imagen es idéntica a la del fin. El Apocalipsis es la otra

cara de la creación. La mentira literaria traiciona a la verdad para aplazar ese día

del juicio en el que principio y fin serán uno sólo. Y sin embargo, presta homenaje a

la fuerza originaria, inaceptable, mortal: la reconoce para limitarla. No reconocerla,
1074
no limitarla, significa abrir las puertas a la pureza asesina (FUENTES, 1967, p.

408).
Decirlo todo es la pretensión de la literatura que quiere fundar el sentido del

mundo, limitando la fuerza originaria del habla, su poder de muerte anclado en la

libertad total. Así queda compuesta la protesta de Carlos Fuentes, en esa obra cuyo

contenido está expresado en su forma de composición, una literatura arquitectónica

que requiere la suspensión de toda ley en el umbral de la trasgresión.

3. El movimiento del viaje y del pensamiento, de la creación, el crimen y el exceso



llevan a la suspensión de toda moral y ofrecen el fondo para la escenificación del

cambio, que es la propuesta de esta performance literaria. En ese juego soberano



entre las singularidades, Fuentes quiere preservar algo del otro que no puede ser

subjetivable, que confiere una cierta inhumanidad, como lo propone Derrida (2005, p.

163), que no alcanza a tener un sentido descifrable. Es el sin sentido de la obra que se

configura como una experiencia-límite, lo planteamos al principio, capaz de deponer el

mundo de los valores en su afirmación de la nada potencial. En ese límite, el hombre

se cuestiona en su suficiencia frente a lo desconocido prometedor, pierde su identidad

y reconoce la imposibilidad, el instante soberano en el no-saber, considera Bataille,

que es el espacio del genius.



[…] también hay un no ser al que quisiéramos jugar y que en cada instante, llenos

de terror, o risa, o locura, nos está convocando. Porque, quién quita, de repente

sólo seríamos desempeñando el papel de nuestro no ser, nuestra posibilidad

eternamente presente y eternamente negada (FUENTES, 1967, p. 57-58).
El no ser, así como el no saber, permite un modo de relacionarse que se

abre en la imposibilidad. En esa situación recreadora, la muerte es el ser especial que

restituye al uso el campo sagrado de la vida.
1075
Referencias

AGAMBEN, Giorgio. Profanaciones. Traducción de Flávia Costa y Edgardo Castro.



Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2005.

ANTELO, Raul. Pensamiento de los confines. Los confines como reconfiguración de

las fronteras. Traducción de Gabriela Saidón. Buenos Aires, n. 17, p. 33-44, dez. 2005.

BATAILLE, Georges. Lo que entiendo por soberanía. Traducción de Pilar S. Orozco y



Antonio Campanillo. Barcelona: Paidós, 1996.

BLANCHOT, Maurice. A conversa infinita. A experiência-limite. Tradução de João



Moura Jr. São Paulo: Escuta, 2007. p. 183-222.

DERRIDA, Jacques. Pensamiento de los confines. “Hay que comer” o el cálculo del

sujeto. (Entrevista concedida a Jean Luc Nancy). Traducción de Virginia Gallo y Noelia



Billi. Buenos Aires, n. 17, p. 151-170, dez. 2005.

FUENTES, Carlos. Cambio de piel. Buenos Aires: Sudamericana, 1967.

OVIEDO, José Miguel. Historia de la literatura hispanoamericana 4 — De Borges al

presente. Madrid: Alianza, 2001.

martes, 17 de diciembre de 2013

En el campo de las letras también hay enemistades.


    "Elelna Poniatowska: ¿No temes hacerte de muchos enemigos?

    Carlos Fuentes: Los enemigos son los mejores amigos de un escritor. El escritor sin enemigos se vuelve poltrón".

    México EN LA CULTURA, 1958. ( Fuente: Carlos Fuentes desde la crítica editado por Georgina García - Gutiérrez).
    http://www.informador.com.mx/cultura/2012/376534/6/tensiones-y-desencuentros.htm
    En el campo de las letras también hay enemistades


        La enemistad entre Carlos Fuentes y Octavio Paz nació en el encuentro El siglo XX: la experiencia de la libertad, que se realizó en la Ciudad de México en 1990
        GUADALAJARA, JALISCO (16/MAY/2012).- Como en la vida de todos, en el campo de las letras también hay enemistades. Una famosa, que dividió amigos, es la del escritor peruano Mario Vargas Llosa y el colombiano Gabriel García Márquez.

        Este conflicto alejó a Carlos Fuentes –fallecido ayer a los 83 años- de Mario Vargas Llosa. El motivo es que el autor de "Aura" era mucho más cercano a García Márquez, con quien incluso tenía un proyecto común a la mitad de los años 90: la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar.

        Celo profesional

        También se dice que había celos profesionales, ya que Fuentes evitaba encontrarse con Vargas Llosa. Y un ejemplo son las cancelaciones que realizó el autor de "La región más transparente" a la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, cuando también estaría presente el ganador del Premio Nobel de Literatura 2010.

        Vargas Llosa lamentó ayer la muerte de Fuentes mediante un texto que publicó su hija Morgana en Twitter. "Me ha dado mucha pena enterarme de la muerte de Carlos Fuentes. Lo conocí hace cincuenta años y fuimos amigos todo este tiempo sin que nada, nunca, empobreciera esa amistad", apuntó el premio Nobel de Literatura 2010, quien agregó que "Fuentes deja una obra enorme que es un testimonio elocuente de todos los grandes problemas políticos y realidades culturales de nuestro tiempo. No sólo sus amigos sino muchísimos lectores lo vamos a extrañar".

        La enemistad entre Carlos Fuentes y Octavio Paz nació en el encuentro El siglo XX: la experiencia de la libertad, que se realizó en la Ciudad de México en 1990.

        Entonces, Paz se peleó con Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, a quien conoció en París y fueron amigos durante años. Pero el lazo se rompió, el motivo fueron causas ideológicas y literarias. Según, el propio Fuentes, siempre fue respetuoso a los comentarios del Premio Nobel de Literatura.

        Este hecho después llegó al papel en la pluma de Enrique Krauze en el ensayo titulado "La comedia mexicana" de Carlos Fuentes, el cual se publicó en el número 139 de la revista Vuelta —dirigida por Octavio Paz—, en junio de 1988, y recopilado después en el libro Textos heréticos, de 1992.

        En el texto, Enrique Krauze hace una revisión sobre la obra de Carlos Fuentes. Ahí, Krauze señaló que "en nombre del derecho experimental, Fuentes escribe novelas sin centro: vastos, confusos, disformes y abrumadores happenings literarios, volátiles parodias de otras novelas propias o ajenas, o de sí mismas".

        "Por las palabras, Fuentes es, para bien y para mal, un verdadero escritor, un gran talento sin obra definitiva. La misma, antigua obsesión que lo ha llevado a intentar experimentos riesgosos y lograr páginas de admirable vitalidad, lo ata a un tiempo y una retórica que pasarán muy rápido", señaló Krauze en ese escrito.

        Incluso el único mexicano ganador del Premio Nobel dijo que Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez "han sido apólogos de tiranos".



        sábado, 14 de diciembre de 2013

        ROA BASTOS. Novela: Yo, El Supremo.

         

        Yo, El Supremo

        Autor: Augusto Roa Bastos
        Género: Novelas / Literatura Latinoamericana / Clásicos Latinoamericanos
        Idioma: Español

        Resumen:

        Libro clave y clásico de la literatura paraguaya y latinoamericana, de la narrativa mundial y de la prosa castellana, obra de Augusto Roa Bastos, Premio Cervantes 1989, se publica nuevamente con el sello de El Lector.
        En él se recrea la figura de un hombre, clave y clásico también, que se llamó José Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador Perpetuo del Paraguay.
        Las características de la obra, hasta hoy considerada como la cumbre dentro de la creación roabastiana, son verdaderamente impares.
        El tratamiento que se hace de ese hombre enigmático y duro, inteligente e implacable, es único. En las páginas del libro se enfrentan la leyenda con la historia, la ficción con la realidad y el mito con el dogma. De tal colisión resulta un raro y logrado sincretismo que hermana las encontradas fuerzas en una imagen cuya existencia es tanto o más verosímil que la propia verdad.
        YO EL SUPREMO, obra polémica desde su nacimiento, en junio de 1974, constituye una de las máximas expresiones de nuestra narrativa y es prenda de orgullo para el país de cuyas entrañas, calcinadas y ubérrimas a la vez, surgió su autor, señor de la palabra y poeta, en el sentido de escrutar los arcanos del pasado para lanzarlo al futuro en función de inapelable vaticinio.

        Acerca del autor:

        Augusto Roa Bastos es el más prestigioso escritor paraguayo y uno de los narradores hispanoamericanos de mayor relieve internacional. Ganador del prestigioso Premio Cervantes en 1989.
        http://www.elresumen.com/libros/yo_el_supremo.htm

        viernes, 13 de diciembre de 2013

        Literatura Negrótica.


        En el presente año, el Dr. Osvaldo Di Paolo (Austin Peay Universidad) y la profesora Nadina Olmedo (Universidad de Kentucky Y Universidad de San Francisco), participaron en la Semana de Medellín Negro y en la cual el Dr Osvaldo Di Paolo, presentó como ponencia mi novela: EL LABERINTO DEL VERDUGO. Gracias de nuevo al doctor Di Paolo y a su compañera en Literatura Nadina Olmedo por compartir ambos la inquietud de la Literatura Negra y Gótica o lo que ambos profesores han denominado Literatura Negrótica.

         Cultural
        Medellín, three days of black letters Medellín, tres días de letras negras Autor: Daniel Grajales
        18 de Septiembre de 2013

        Siete mesas de discusión en las que serán abordadas temáticas como “Literatura comparada de crímenes”, “Estado, élites y crimen organizado en la novela negra” y “La novela de crímenes como género”, presentará este año el Congreso “Medellín Negro”.

        Foto: Cortesía
         Medellín Negro posee una colección llamada “La colección negra”, que reúne experiencias de congresos pasados y textos de novela negra escritos con motivo del evento.
        Al igual que el Festival Azabache de Mar de Plata, el Festival Barcelona Negra, o los Festivales de Toulouse y de Berlín, la ciudad de Medellín tendrá desde hoy y hasta el próximo viernes en el Salón Humboldt del Jardín Botánico un espacio académico que busca reflexionar sobre el crimen y se suma a la Red Mundial de Eventos Negros, se trata del IV Congreso Internacional de Literatura “Medellín Negro”.

        Actividad propuesta desde las aulas de la Universidad de Antioquia, incluida en la programación de la séptima Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, que contará este año con la participación de catorce conferencistas provenientes de Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Estados Unidos, Inglaterra, México y Francia.

        “Lo que ha hecho la ciudad con ‘Medellín Negro’ es sumarse a una red mundial de eventos que reflexionan y ponen sobre el tapete las problemáticas de las sociedades contemporáneas, que están aglutinando escritores, periodistas, cineastas, entre otros personajes; que están interesados en formar un cambio social”, narra Gustavo Forero Quintero, director del Congreso.

        Esta versión del evento tendrá como temática principal “Las víctimas en el conflicto”. Un lema que fue escogido, según afirman los organizadores, porque precisamente este año Medellín y todo el país están haciendo una reflexión sobre lo que significa la víctima, esa persona que sufre el peso del sistema, la ilegalidad, que en algunos casos es anónima y en ocasiones no tiene siquiera el apoyo del Estado.

        “A la gran cantidad de personas que sufren el conflicto le quisimos dedicar este congreso, los conferencistas que vienen hablarán de lo que significa ser víctima en el mundo entero, teniendo como eje la literatura negra, pero dando una perspectiva, espero yo, optimista”, asegura Forero Quintero.

        Además de las jornadas académicas, el evento incluirá dentro de su programación la entrega del segundo Premio de Novela de Crímenes Medellín Negro que este año reconocerá el trabajo que el escritor peruanobrasilero Luis Alejandro Vinatea desarrolló en su novela “Aves hambrientas”, en la cual los jurados resaltan la calidad de creación del personaje principal que, según ellos, posee todas las características del detective clásico de la novela negra.

        Las actividades académicas de este Congreso serán de ingreso libre con inscripción previa a través del portal http://reune.udea.edu.co, más información al teléfono 219 89 18.


        Programación

        Esta es la programación que tendrá hoy el Congreso Internacional de Literatura “Medellín Negro”:

        -7:30 a.m. 

        Acreditación.

        -8:30 a.m.

        Presentación a cargo de la secretaria de Cultura Ciudadana de Medellín, María del Rosario Escobar, el director de la Fiesta del Libro, Juan Diego Mejía, el director del Congreso, Gustavo Forero Quintero y directivos de la Universidad de Antioquia.

        -9:00 a.m. 

        Conferencia: “Las víctimas en la novela de crímenes mexicana”, por Elmer Mendoza.

        -10:30 a.m.

        Conferencia: “Detectives amateurs en la literatura argentina: de la parodia a la venganza”, por Javier Chiabrando.

        -11:30 a.m.

        Mesa 1, Las víctimas en la novela de crímenes, ponentes: Belén Ramos Ortega, Álvaro Baquero, Cristina Ortiz. Moderador: Carlos Agudelo.

        -2:00 p.m.

        Conferencia: “‘La voz de los sin voz’ o el concierto desvelado de las víctimas de la marginalidad en la actual novela negra cubana”, por Amir Valle.

        -3:00 p.m.

        Mesa 2, Lgbti y mujeres asesinas, ponentes: Mónica Flórez García, Zairo Anillo, Jaime Arbey Atehortúa. Moderadora: Shelley Godsland.

        -4:20 p.m.

        Mesa 3, Novela negrótica y microrrelato, ponentes: Osvaldo Di Paolo, Nadina Olmedo, Gonzalo Hernández. Moderador: David Knutson.



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        martes, 10 de diciembre de 2013

        MARCEL PROUST Y SU CARA OCULTA.



        Este año se está celebrando un aniversario especial para los letraheridos del universo: han transcurrido cien años desde la publicación de En busca del tiempo perdido. La efeméride ha dado lugar a reportajes, reediciones y libros sobre Proust. Todo ello me ha llevado a reflexionar sobre hasta qué punto ser hoy un letraherido es una forma de resistencia no tan pacífica: un autor integrado y elegíaco como Proust, por obra y gracia del efecto que provoca en cierto lector desatento o vertiginoso, se convierte en una especie de escritor antisistema. Por la paciencia y la concentración que exige la lectura de una prosa que funde los principios de observación, memoria y sensualidad. Esto se me ocurría cuando, desde un suplemento literario me pidieron resumir en un tuit la trascendencia del proyecto proustiano y yo, ahogada en la gran paradoja Proust-tuit, pensé que ser hoy iconoclasta contra Proust implicaba asumir el discurso hegemónico sobre realidad y cultura: brevedad, superficialidad, consumo, literatura kleenex, analgesia, grandes superficies. Pim pam pum.


        Sin dinero ya no hay rock and roll
        Hace algunos años Soledad Puértolas escribió una novela sobre asuntos de familia, la relación materno-filial y el tránsito por las edades. Lo hacía a partir de la peripecia de un abrigo y se titulaba Historia de un abrigo (Anagrama). Hoy la escritora italiana Lorenza Foschini reconstruye en El abrigo de Proust (Impedimenta) las aventuras del bibliófilo, fetichista, proustiano y perfumero Jacques Guérin en su afán por recolectar las pertenencias de Proust.

        Su máximo tesoro acaba siendo el desgastado abrigo del escritor francés que desencadena la reconstrucción de una historia de amor tan obstinada como casi todas: la de Guérin hacia los objetos del hombre que admiró más que a nadie en el mundo. La aparente asequibilidad del libro, su facilidad de lectura, encubre temas que, como Guérin o las urracas acaparadoras de fetiches brillantes, yo también colecciono: la mezcla de lo exquisito y de lo sórdido en esa belleza que, según Baudelaire, siempre es rara; el filo que distingue la devoción de la admiración y el fanatismo de la tenacidad…

        Entre todos esos temas, destaca uno: la existencia de una gran pasión que mueve la vida y que, sin embargo, se coloca fuera de la propia vida. Las vicisitudes de las vidas ajenas sirven para construir nuestra identidad y, en este libro, vinculan la homosexualidad de Proust con la de Guérin. La vivencia problemática del homoerotismo, por parte de las familias de homosexuales con proyección pública, convierte el secreto, tal vez la ocultación, en un asunto central de El abrigo de Proust. Como las quemas purificadoras de papeles que puedan comprometer el "buen nombre". Hay familias que salvaguardan su fama de cualquier salpicadura sodomita activando un avieso sentido de la rectitud. No sé por qué me habrá venido a la cabeza el caso de Jaime Gil de Biedma.



        Lorenza Foschini sumerge al lector en un juego detectivesco de investigaciones dentro de investigaciones y voces dentro de voces: ella sigue la pista de Guérin quien, a su vez, sigue la pista de Proust. La decisión de incluir fotos sacia la morbosidad de lectores que, mientras leen este libro, se preguntan cómo se puede ser creíble formulando tantas hipótesis sobre lo ajeno. A lo mejor es que escribir sobre los otros es una manera de robar. Escritores y asesinos suelen ser los protagonistas de este tipo de libros que evocan la figura de personajes reales: pienso en las espléndidas El adversarioy Limónov de Emmanuelle Carrère (ambas en Anagrama) o en José Ovejero, último premio Alfaguara con La invención del amor, que combina escritura y pulsión delictiva en Escritores delincuentes (Alfaguara).

        Con la referencia a títulos como estos, trato de reivindicar esas librerías que conservan obras de más de seis meses de edad en sus anaqueles. Esa aspiración se relaciona con El abrigo de Proust y su retrato de un mundo casi irreconocible para una sensibilidad no analógica. Aquí lo más importante es el poder evocador de los objetos como justificación del coleccionismo y de la propia escritura; a su vez, la escritura fija una memoria que cristaliza en un objeto, el libro –según Proust, estuche del alma del escritor-. La bibliofilia sería un pleonasmo del fetichismo en su proceso de fijación doble de la memoria: primero, la escritura casi convierte en fetiche la vida; luego, el coleccionista hace del libro un fetiche que está lleno de fetiches: trozos de vida, recuerdos, disecados o embellecidos, dentro de los estuches para el bijoux.

        En las imágenes dentro de las imágenes, en el desdoblamiento infinito, hay una connotación de muerte de la que también se nutre El abrigo de Proust. Como señala Hugo Beccacece, en su brillante prólogo, el abrigo es el vacío del cuerpo que abriga y el objeto es un modo de conjurar la ausencia. Los abrigos, los libros. Yo me permito añadir que en estas páginas el dinero es un sobreentendido y es obvio que, sin dinero, ya no hay rock and roll.


        Un libro maligno
        Monsieur Proust es la evocación que del escritor lleva a cabo Céleste Albaret, su criada, cuidadora, asistente y asistenta, secretaria, recadera, cancerbero y no sé sabe cuántas cosas más, durante los últimos ocho años de vida del autor. Monsieur Proust, publicado en Francia en 1973, ha sido rescatado por Capitán Swing con traducción de Esther Tusquets y Elisa Martín, y prólogo de Luis Antonio de Villena.

        En el libro de Foschini se menciona a Céleste Albaret: se parece a esa criada, fiel y contestona, que retrata en Señor Sueño el escritor suizo Robert Pinget (Antonio Machado). La visión de Céleste, que deja entrever Foschini, se deshace cuando leoMonsieur Proust y Céleste toma la palabra. Aunque lo haga a través del filtro depurador de Georges Belmont. Porque Céleste Albaret no es solo un personaje de guardarropía, la actriz de carácter apropiada para el segundo plano. Es muchas más cosas. No todas mejores, pero todas interesantes.

        Monsieur Proust acaba con una detallada descripción de la muerte del escritor a causa de un absceso pulmonar que revienta. Como si a Céleste Albaret, para relatar la agonía, la hubiese abducido un amo que es un maestro que es un amo. A partir de esa circunstancia se pueden sacar un montón de conclusiones porque este libro, además de la vívida pintura de uno de los autores más relevantes del siglo XX, puede leerse también como la novela de aprendizaje de la propia Céleste. La criada desbanca al señor y tal vez solo en ese punto podamos encontrar la puntita de resentimiento que echamos de menos en la narración de esta criada. La apología que hace del patrón se opone a esos retratos hogarthianos de los criados de Fielding en Tom Jones (Cátedra): Céleste se sitúa en un lugar un poco abyecto como si la defensa a ultranza de un amo listo, la complicidad que solo ella establece con él, la engrandecieran y le dieran lustre.

        Sin embargo, la complicidad es una palabra difícil de digerir entre criada y amo. La digestión resulta aún más difícil cuando nos damos cuenta de que, tras la fachada admirativa de la Albaret hacia Proust, tras su intención de refutar los infundios sobre él, a los lectores nos llega la historia de un hombre enfermo, maniático, excéntrico y tiránico en sus costumbres, que obliga a sus servidores a permanecer despiertos durante la noche entera o a escuchar a pata firme el relato de una velada en el salón de cualquier princesa parisina.

        Céleste Albaret opera con una sutileza casi maquiavélica: dice que Proust no es drogadicto, como afirman algunos maledicentes, y sin embargo lo retrata tomando Veronal para dormir y cafeína para despertar… En el capítulo de los entuertos que la Albaret, como heroína salvadora, se empeña en desfacer se sitúa la refutación de la homosexualidad de Proust. También el sadomasoquismo o las torturas a animales que supuestamente protagonizó en la casa de Le Cruziat formarían parte, según Céleste, del proceso de documentación para la escritura. El lector sospecha que, si la Albaret aspiraba a proteger la fama de Proust, quizá hubiera sido más sensato correr un tupido velo sobre este asunto. El silencio mejor que la alusión.

        En el retrato de Proust, su proceso creativo, la construcción de los personajes, su amistad con personalidades de la época o su buen gusto musical se combinan con la disección de sus pequeñas miserias hipocondríacas: con ese lado tan íntimo que se revela en nuestro cubo de basura y en los medicamentos que descansan sobre nuestra mesilla de noche. Pese a las mentiras para encubrir verdades o las verdades para anular mentiras, al final, las palabras de Céleste logran que la imagen de Proust aparezca un poco más nítida al fondo del espejo…

        No se pierdan Monsieur Proust: es un libro maligno que nos enfrenta con nuestros prejuicios al hacernos repensar lo que significa sentir afecto, cariño, incluso amor, por las personas que están por debajo o por encima de nosotros. Como en En la jaula (Alba) del siempre grandioso Henry James.
        http://www.elconfidencial.com/cultura/2013/04/20/un-repaso-maligno-por-algunas-de-las-intimidades-de-marcel-proust-119209

        lunes, 9 de diciembre de 2013

        MARCEL PROUST.

         
         
        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        UNA POÉTICA DE LA VOCACIÓN EN MARCEL PROUST

        Julio César Moran

        Doctor en Filosofía. Profesor Titular e Investigador de la Facultad de Humanidades y

        Ciencia de la Educación, Universidad Nacional de La Plata. Argentina.

        jcmoran@isis.unlp.edu.ar


        Resumen


        Se sostiene que es posible constituir una concepción de la vocación artística desde la propia

        ficción que contiene características extendibles a otros campos vocacionales. Se recurre a A la

        Recherche du Temps perdu de Marcel Proust, quien reflexiona críticamente sobre su propia obra y



        la condición del artista. Así destaca la importancia del azar, la infancia, la concreción en obra de

        una concepción adecuada del propio trabajo artístico, la memoria involuntaria, la vida vivida y su

        autocomprensión por el arte, la fuerza de convicción. La vocación es un llamado que supera la

        dicotomía don innato-producto social porque es resultado de una génesis de impresiones

        sensibles y rememoraciones involuntarias que, aunque fugaces, se fijan en la obra literaria. Se

        explica cómo la Recherche puede y no puede considerarse la historia de una vocación, pues la



        literatura no había desempeñado ningún papel en la vida del héroe novelístico pero sin embargo sí

        era la historia de una vocación pues la obra era la consecuencia de las experiencias vividas. No

        obstante, si bien nunca se le había dado a la vocación tanta importancia, debe triunfar en una

        batalla contra la muerte. Genette sintetiza la Recherche así: “Marcel deviene escritor”.

        Palabras clave: artista; obra; infancia; memoria; influencias; intermitencias.




        Uma poética da vocação em Marcel Proust

        Resumo


        Sustenta-se que é possível constituir uma concepção da vocação artística desde a própria ficção

        que contem características extensíveis a outros campos vocacionais. Emprega-se A la Recherche

        du Temps perdu de Marcel Proust, quem reflexiona criticamente sobre sua própria obra e a



        condição do artista. Assim destaca a importância do azar, a infância, a concreção na obra duma

        concepção adequada do próprio trabalho artístico, a memória involuntária, a vida vivida e sua auto

        compreensão pelo arte, a força de convicção. A vocação é um chamado que supera a dicotomia

        dom innato-produto social porque é resultado duma génesis de impressões sensíveis e

        rememorações involuntárias que, mesmo fugaces, fixam-se na obra literária. Explica-se como a

        Recherche pode e não pode considerar a história de uma vocação, pois a literatura não tinha



        desempenhado papel nenhum na vida do herói novelístico, porém era sim a história de uma

        vocação pois a obra era a consequência das experiências vividas. Ainda que, mesmo nunca a

        vocação foi tão importante, deve triunfar numa batalha contra a morte. Genette sintetiza a

        Recherche assim: “Marcel torna-se escritor”.

        Palavras chave: artista; obra; infancia; memoria; influencias; intermitência.




        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

        2


        “ La paresse ou le doute ou/ l’impuissance se réfugiant/ dans l’incertitude sur la

        forme/ d’art. Faut-il en faire/ un roman, une étude philosophi/ que, suis-je

        romancier?” (1)

        En este texto del Carnet de 1908 se anticipa el dilema entre el camino de la filosofía y el



        camino de la creación literaria, la incertidumbre entre dos posibilidades aparentemente

        contrapuestas. Posteriormente A la recherche du temps perdu (1913-1927)(2), recorre

        senderos que se separan pero que terminan por encontrarse. Así, la célebre Recherche



        proustiana: 1) resuelve sintéticamente la confrontación entre razonamiento y relato (3); 2)

        por medio de un espíritu analítico y reflexiones sutiles sobre el arte, responde también al

        esfuerzo por establecer en qué consiste la propia condición del artista y 3) de ahí que la

        novela de Proust, y el llegar a ser artista de su autor, son, podría decirse, dos versiones

        de un mismo proceso: la creación de la obra y la creación de sí mismo como artista. La

        vocación artística es un llamado, una invitación a descubrir lo más genuino de sí y a

        intentar su realización.

        Es insistente en Proust la concepción de que la vocación no alcanza su ser auténtico si

        no se concreta en una producción. Por tanto le es esencial el poder de constituir un

        mundo artístico y resalta fuertemente que las vocaciones que se pierden a sí mismas son

        inútiles, tanto para el arte cuanto para la vida.

        Al comienzo del ciclo novelístico el héroe, al despertar, se pregunta dónde está, y esto

        significa preguntarse quién es y también por el más fuerte de sus amores, el arte.(4) La

        vocación no es una especie de idea innata que está dada desde el comienzo por sí sola,

        ni tampoco en forma a priori sino que experimenta una génesis, es decir, se va



        constituyendo a sí misma en relación con la vida y su reconstrucción en la obra por el

        autor.

        Los estudiosos de Marcel Proust destacaron que A la recherche du temps perdu, podía



        entenderse como la historia de una vocación, esto es, la del héroe de la novela que a lo

        largo de sus siete tomos va encontrando atisbos, signos, huellas de sus posibilidades en

        el arte, más específicamente, las de llegar a ser novelista. Pero a la vez, se desarrolla en

        contrapartida, una serie de desencuentros, desengaños y personajes que como el

        diplomático Norpois no valoran sus ejercicios juveniles. Hay también incomprensiones

        por el héroe de las obras artísticas y grandes dudas de su capacidad para el arte. En

        rigor, se presenta un combate en el héroe que, luego de muchas páginas no produce

        nada y que sólo a veces, ante ciertas obras maestras, se plantea personalmente su

        propia capacidad, mientras en otros tramos parece perdido en lo mundano, en el amor,

        tal cual ocurre en escritos juveniles de Proust como “Violante o la mundaneidad”(5).

        Finalmente, en el último tomo, El tiempo recobrado, descubre plenamente su vocación y




        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

        3


        toma la decisión de escribir una obra, luego de diversas revelaciones y por razones que

        se verán.

        No obstante, la Recherche ha recibido otras interpretaciones de acuerdo con la



        importancia que el autor le dé a la memoria involuntaria, al aprendizaje de los signos, al

        acceso wagneriano a la Obra, a la escritura. Pero si puede discutirse que la historia de

        una vocación sea el tema fundamental, no es posible dudar de su gran importancia en el

        ciclo novelístico. Por eso Gérard Genette sostiene que la novela puede resumirse en

        “Marcel deviene escritor”. (6)

        Por otra parte, la vocación está incluida en una trama de distintas perspectivas, escorzos,

        diversos niveles de lenguajes, pues es una novela como dice Barthes, múltiplemente

        interpretable, es una galaxia.(7) Y más aún, Proust traslada la cuestión de la

        interpretación, de la hermeneútica del texto, y con ello la de la vocación, al lector, pues

        afirma que todo lector es lector de sí mismo. Por tanto, la capacidad de ser artista

        depende de la capacidad de ser leído artísticamente. De tal modo anticipa a la estética

        de la recepción, que gira del autor a la importancia del lector y a Umberto Eco en la

        concepción de la apertura de la obra. (8)

        Pero es importante que si bien la Recherche no es una novela autobiográfica, porque en



        ella predomina claramente la ficción y la reconstrucción de la vida vivida, sin duda los

        materiales de la obra están aunque transformados, muy relacionados con la vida, la

        estética y las preferencias artísticas, los amores y los modelos de personajes del propio

        Proust. Así se encuentra que Proust luego de publicar Los placeres y los días, una obra

        juvenil, reniega de Jean Santeuil (9) que tiene una carácter autobiográfico, descubierta,



        con posterioridad a la muerte del autor, por Bernard de Fallois.

        Los siete tomos de la Recherche, producto de su madurez, fueron objeto de múltiples



        versiones, tardaron mucho en ser escritos, otro tanto en ser publicados y sólo se editaron

        completamente bastante después de 1922, fecha de la muerte del autor. Proust escribía

        en manuscritos casi ilegibles, y los estudiosos del método genético se han dedicado al

        establecimiento de los textos. Así mismo hay una polémica actual sobre Albertine

        disparue, el sexto tomo, pues ha sido descubierta una nueva versión, por Claude



        Mauriac, y finalmente Jean Milly presenta la versión publicada y la nueva en sus múltiples

        interrelaciones. (10)

        Se comprende, por tanto, el trabajo intenso y sacrificado como si el arte fuese una forma

        de redención, de Marcel Proust, junto con una soberbia convicción del valor de su obra.

        Es difícil encontrar casos parecidos en la historia del arte, de la vocación unida a esta

        convicción. Quizás uno de ellos sea el de Richard Wagner, para quien todo estaba al

        servicio de la composición de sus dramas musicales y justificaba su conducta.

        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        Proust tuvo que sobrellevar el rechazo de la revista literaria más importante de la época,

        la Nouvelle Revue française, responsabilidad de André Gide, por el que tenía respeto.



        Mas tarde Gide dijo que ese rechazo había sido el error más importante en la historia de

        la revista (11). Por este y otros rechazos Proust tuvo que pagarse la primera edición por

        Grasset de Por el camino de Swann, primer tomo de la Recherche. No alcanzó un

        reconocimiento importante hasta el premio Goncourt, otorgado al segundo tomo, A la

        sombra de las muchachas en flor.



        La textura y el desarrollo de su obra crecieron con los años y la multiplicidad de

        versiones, pues inicialmente sólo estaban previstas dos grandes partes, es decir que las

        dificultades fueron un motor para la creación artística. En sus últimos años se encerró en

        un cuarto forrado de corcho dedicado a la culminación de su obra, con su copista y ama

        de llaves Celeste Albaret. A veces recibía visitas, incluso la de un cuarteto de cuerdas, y

        hacía algunas escapadas. Pero la relación entre la realidad y la ficción se volvía de este

        modo tan compleja en la obra como en la vida.

        Se ha insistido en que Proust era un dandy, como entre nosotros señala Juan José

        Hernández, o un tilingo, según ha sostenido Juan José Saer (12), que tanto le debe.

        Aunque si nos atenemos a todo lo que escribió, al modo como lo escribió, a la

        importancia que daba a su obra, e incluso a los 21 tomos de correspondencia recogidos

        por Philip Kolb, la imagen que resulta es muy otra. También se ha recurrido desde

        Maurice Sachs (13) a relatos minuciosos sobre particularidades de su vida erótica, pero

        seguramente basta la Recherche para comprender el pensamiento al respecto de Proust,



        pues las mismas leyes rigen todos los amores y nunca hay que discutir las elecciones de

        los amantes.

        Para resolver entre los sutiles matices de la vocación, Proust debió hacerse

        independiente de su gran maestro el teórico de la estética John Ruskin, que le enseñara

        a través de sus obras el peregrinaje por las catedrales góticas, una concepción pictórica

        de Venecia y sus artistas, la importancia del medioevo y de pintores modernos, como

        Turner. El mundo de Ruskin de todos modos aparece ficcionalmente en la Recherche



        pero es ya la visión reconstruida de Proust. El crítico inglés aparece citado muy pocas

        veces, mas en relación con situaciones narrativas o estéticas relevantes.

        Proust tradujo dos obras de Ruskin, La Biblia de Amiens y Sésamo y Lirios, y en el

        prólogo a la segunda, llamado Jornadas de lectura (14), objeta la importancia de una



        concepción de la lectura que aliena al lector en el texto, pues considera que la obra es de

        otro, de su autor, y el que lee sólo alcanza el umbral del espíritu, así lo que para el autor

        son conclusiones para el lector son incitaciones.

        Sobre ciertas dificultades para la vocación en relación con el poder de las influencias, me

        parece conveniente citar a A. Melamed, a propósito de la relación entre Proust y Ruskin:

        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        Esa sumisión declarada y el distanciamiento de hecho, manifiestan, entonces, lo que

        siguiendo a Harold Bloom, llamaremos “la angustia de las influencias”, esto es, la

        condena del poeta a aprender sus más íntimos anhelos en la constatación de los demás

        poetas, fuera de sí mismo. Hasta los poetas más fuertes fueron al principio débiles –

        sostiene Bloom- de modo que las relaciones entre ellos no pueden ser sino una dialéctica

        de las influencias; a la vez que un encuentro inexorable, una velada amenaza a la propia

        libertad. (15)

        En efecto según Bloom, “Las influencias poéticas constituyen una variedad de la

        melancolía o un principio de angustia”. (16) Y esta angustia de las influencias prueba que

        la idea de la vocación artística de Proust está ligada a la concreción de una obra propia y

        que ésta ha de ser original y producir una ruptura con las concepciones admitidas sobre

        la vida y el arte, cual “catástrofe geológica”. Por eso en la Recherche Proust denomina



        solterones del arte a aquellos que se agotan en la vida social o amorosa y no pueden

        constituir una obra como los casos de su precursor, Swann, tan sutil e inteligente, quien

        no escucha el llamado del arte para perderse en el amor de Odette; el barón de Charlus,

        excelente pianista que no desarrolla sus condiciones, y la elegante duquesa de

        Guermantes. Pero el mundo artístico está lleno de sorpresas y nunca sabremos quien va

        a resultar un destacado artista, pues la escritura proustiana nos muestra la dificultad de

        descubrir la vocación de artista por los otros personajes y por nosotros mismos, lectores.

        Los artistas como tales suelen no ser inmediatamente reconocibles en su valía y en la

        novela hay muchos ejemplos como el de Vinteuil, no comprendido por las tías del héroe

        hasta el punto de no querer escuchar su música, ni tampoco por Swann a pesar de ser

        éste un exquisito gustador. Destaca el ejemplo de Octavio, de quien se creía que era

        incapaz de mantener una conversación seria y resulta un revolucionario del teatro

        contemporáneo.

        En Contre Sainte-Beuve, (17) Proust ensaya una explicación de estas situaciones en



        torno a la multiplicidad de yoes y a la separación entre el artista y el hombre. El crítico

        Sainte Beuve quiere ver en el hombre al artista y por eso no comprende a Baudelaire, el

        mejor poeta de su época para Proust. Probablemente el método de Proust valga más

        para el siglo XIX donde son diferentes las condiciones de la producción artística.

        Esta multiplicidad de yoes proviene del filósofo empirista Hume, quien no admite una

        unidad sustancial de la conciencia. (18) Así, en la novela, el yo que somos cuando somos

        artistas es extraño al yo cotidiano. Fuera de su trabajo artístico no encontraremos al

        verdadero creador. Esta distinción aparece un tanto más relativa en la ficción de la

        Recherche. En otros trabajos he señalado que en rigor puede encontrarse el yo del



        hombre, el yo del amante y el yo del artista. (19)

        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        Con posterioridad, como ya señalara, Proust presentará una concepción más creativa de

        la literatura, pues el lector tiene derecho a tener su propio cristal para interpretar la obra y

        por tanto no hay una única versión de la misma. Me interesa reiterar que en los distintos

        tomos de la novela el héroe pasa por algunos episodios en los que empieza a pensar en

        su poder artístico. Así, el esbozo sobre el paisaje que ve desde el carruaje de la señora

        de Villeparisis, la contemplación de obras de arte en la iglesia de Balbec, y sobre todo la

        historia de la sonata y luego del septeto del músico ficcional vanguardista Vinteuil.

        Pero en la gran obra de Proust es característico el encuentro y desencuentro con obras

        artísticas. Es decir, que la vocación está indudablemente conectada con la capacidad de

        comprensión y recepción de obras y, por lo tanto, debe analizarse también desde este

        aspecto. Un ejemplo prototípico y juvenil son las grandes ilusiones que tiene el héroe por

        presenciar una representación de la gran actriz que se conoce como la Berma, sin

        embargo, en la primera representación que asiste no logra descubrir el secreto de su

        arte. Casos como estos son frecuentes en la Recherche. Ahora bien, se encuentra en



        Proust la noción de que las primeras visiones o audiciones de obras maestras no nos dan

        la comprensión y el placer que merecen. Pues, como dice, las obras revolucionarias

        deben crear su público. Así, los cuartetos de Beethoven, son una muestra predilecta de la

        tardanza en ser valorados. Es que estas obras dicen algo nuevo y no esperado, que

        choca con los criterios habituales de percepción y por ello es necesario un gran esfuerzo

        y tiempo para comprenderlas. Es indiscutible la versación de Proust en historia del arte y

        de la literatura. En este caso de Beethoven coincide plenamente con la descripción de

        Berlioz, testigo de la audición de uno de los últimos cuartetos y que cuenta que el público

        creía que el maestro había perdido la razón. (20)

        La vocación se relaciona así, también, con el trabajo del tiempo. En esta dificultad para

        comprender las obras, se liga Proust con una tradición que proviene de Schopenhauer y

        aún de Kant, pues para el primero el aplauso de los contemporáneos conlleva el fracaso

        de la posteridad. (21) Es importante destacar que ya estamos ante una concepción del

        artista que piensa en la posteridad, cosa que no siempre ha ocurrido en la historia del

        arte y ante circuitos de consagración de las obras, es decir, de un campo artístico, como

        señala Bourdieu, (22) en donde se debe desenvolver la vocación.

        Para Kant el arte, a diferencia de la ciencia de Newton, no puede enseñarse. Los que

        merecen el honor de llamarse genios no pueden explicar con discursos cómo se

        construye una obra. (23) Schopenhauer continúa esta línea de pensamiento. Para Proust,

        que en esto sigue también la tradición romántica, el artista está dotado del don del genio,

        es un ser extraordinario, se distingue por su originalidad y así tampoco puede enseñar

        con palabras o modos de trabajo su arte. El novelista francés retoma ficcionalmente esta

        concepción a través de numerosos ejemplos, quizás el más representativo sea aquel en

        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        el cual contra los consejos de su querida abuela prefiere ir tras las muchachas en flor en

        vez de recibir las enseñanzas del gran maestro y pintor ficcional Elstir. Y más tarde el

        héroe comprende que había acertado. Lo que nos hace retornar a la concepción de

        Proust de que si resulta fundamental el encuentro entre artistas debe haber alguna otra

        condición pues como hombres no pueden transmitir un saber creativo sino un mero oficio.

        El desencuentro y la incomprensión ocurrieron, efectivamente cuando se reunieron

        Proust, Joyce, Stravinsky, Picasso y Diaghilev. (24) Es que la vocación sólo se puede

        alentar a través de la reconstrucción artística de las obras de otros artistas.



        Proust, en ese sentido, tiene sus antecesores y preferidos, toda una galería de obras de

        artistas. Enumeraré solamente algunos en las distintas artes. En música admira, entre

        otros, a Bach, Mozart, Wagner, fundamental para el plan de su propia obra, Debussy y el

        misterio de su riqueza tímbrica, Beethoven, la pureza de Chopin, Fauré, Cesar Franck,

        Mussorsky, Schumann, Schubert, Mendelssohn. En pintura y arquitectura, el

        renacimiento italiano y flamenco, la sensibilidad de Carpaccio y la tristeza neoplatónica

        de Boticcelli, la visión del arte de Vermeer, los contrastes entre Rembrandt y Chardin,

        Rosetti y el prerafaelismo, con su rechazo a la revolución industrial y su vuelta a los

        mundos medievales y a Dante y Giotto, la búsqueda de Turner, las reapariciones en

        múltiples escorzos de catedrales de Monet, el impresionismo francés, Venecia, sus

        pintores, Ruskin, el peregrinaje gótico por las catedrales francesas, the Gothic revival, el

        arte victoriano inglés y las queridas obras de Whistler. Y en literatura François le Champi



        de George Sand, madame de Sevigné, el amor y la perspectiva, Tolstoi, Dostoievski, la

        sabiduría y la enfermedad, la concepción de la memoria de Chateaubriand, Nerval y lo

        onírico, el gran Baudelaire y su nostalgia en las calles de París, la reaparición cíclica de

        los personajes de Balzac, siempre inconclusos y transmutados, el teatro de Racine,

        Fedra, Esther, Andrómaca. De esta manera Proust reconstruye artísticamente su propia



        historia del arte.

        Un recurso muy querido por Proust es la presentación de artistas y filósofos al modo de

        personajes o en episodios ficcionales de su obra. Si bien todos son inventados por Proust

        sin conocer la historia del arte el lector puede confundirse entre los que tienen una base

        histórica y los que no, aunque puedan estar inspirados en algunos modelos.

        Por eso recuerdo que el arte se descubre en la frecuentación de las grandes obras que el

        héroe aprecia desde un punto de vista propio. De nuevo, todo lector es lector de sí

        mismo.

        Debo hacer algunas aclaraciones sobre el amor y la vocación. El amor es una

        construcción ficcional, es decir, que según Proust no amamos nunca a una mujer por lo

        que es, que no conocemos, sino por lo que imaginamos. Hay, pues, juicios de

        conocimiento y juicios de amor y muchas veces los defectos y el dolor pueden más que

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        las virtudes, como ya había visto Balzac. Nos enamoramos de un estilo de mujeres y la

        vinculación que esto tiene con la vocación artística es que Proust sostiene que ellas

        posan para nosotros como el modelo para el escultor. El amor es una vía a veces

        engañosa como en Platón que puede llevarnos a la producción artística. De todos modos,

        como dije, la verdadera comunicación artística se realiza a través de las obras. Pero el

        amor es un esbozo de arte, una hipótesis que nos inspira.

        L’amour le plus exclusif pour une persone est toujours l’amour d’autre chose. (...) et

        je m’étais mieux rendu compte depuis, qu’en étant amoureux d’une femme nous

        projetons simplement en elle un état de notre âme; que par conséquent l’important

        n’est pas la valeur de la femme mais la profondeur de l’état; et que les émotions

        qu’une jeune fille mediocre nous donne peuvent nous permettre de faire monter à

        notre conscience des parties plus intimes de nous-même, plus personnelles, plus

        lontaines, plus essentielles, que ne ferait le plaisir que nous donne la conversation

        d’un homme supérieur ou même la contemplation admirative de ses oeuvres. (25)

        La vocación artística tiene también un carácter subjetivo como el amor, pero si bien se

        funda en la subjetividad, necesita más de las impresiones que llegan para despertar los

        recuerdos y descubrir la verdadera vida y permitir la emergencia de un mundo evocado.

        No hay pues de ninguna manera un solipsismo de la vocación, no es la sola conciencia,

        nuestro espíritu que aunque realice un trabajo fundamental por sí solos pueda, sin el

        registro de las distintas sensaciones, constituir al artista.

        Otro componente fundamental en la vocación artística es la perplejidad ante el mundo,

        las cosas, las personas, las respuestas que se contradicen, los ascensos y descensos

        sociales, la decadencia, las distintas visiones desde las diferentes perspectivas y la

        imposibilidad de estar seguros y, por tanto tener que utilizar exclusivamente hipótesis.

        Como en el caso de Vinteuil queda comprobado que esta perplejidad invita al

        descubrimiento y a la reflexión artística.

        Aquí vuelven los diferentes senderos, caminos, laberintos que han de ser recorridos en la

        vida y el arte para poder encontrar la comunicación que lleve a la obra o que la desdibuje

        al perdernos. Por tanto, para Proust es inevitable introducir al azar en el desarrollo de la

        vocación artística y de la producción de la obra.

        La Recherche no es sólo arte sino una reflexión sobre el arte, sus distintas



        manifestaciones y las condiciones de posibilidad de la razón ficcional, que instaura

        también condiciones de verosimilitud propias que no son las comúnmente aceptadas en

        la realidad pero que se sostienen por el rigor narrativo de la obra. Hay pues análisis,

        demostraciones artísticas que no recurren a criterios de la lógica ortodoxa.

        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        Se encuentra aquí en la misma novela un fundamento muy importante para el tema que

        estudio. El héroe sólo adquirirá conciencia de su vocación cuando descubra la falsedad

        del arte naturalista, que es la mímesis de una realidad empañada por el trabajo del

        hábito, de las costumbres, de la lógica abstracta, de las convenciones, donde rige el

        pragmatismo que cumple la función de desfigurar lo que las cosas son. Ello importa, para

        el héroe, develar una nueva concepción de la literatura y el arte, “la verdadera literatura”,

        capaz de destruir la percepción habitual y de reconstruir una nueva visión del yo y del

        mundo. De este modo, el arte alcanza la capacidad de despejar lo falso y descubrir lo

        verdadero. Pero además los intentos frustrados del héroe, sus incomprensiones de obras

        importantes y, en definitiva, la historia de su vocación, dependen de la revelación de una

        nueva forma de ser del arte. Es entonces muy fuerte el enlace entre la plenitud de la

        vocación, la decisión de escribir y la conformación de una nueva concepción del arte, que

        es la suya propia. La Recherche no es sólo una novela con personajes, episodios,



        desarrollos, sino también un registro metartístico del camino de la vocación, por ello

        mismo no de una manera teórica sino siempre desde los distintos niveles de la ficción, es

        decir, desde el metalenguaje ficcional.

        Esta lucha de la vocación contra el hábito, contra las convenciones establecidas que

        empañan al arte la visión del mundo, también puede relacionarse con Hume, como lo

        muestra el siguiente párrafo:

        L’habitude d’associer la personne d’Albertine au sentiment qu’elle n’avait pas

        inspiré me faisait pourtant croire qu’il était spécial à elle, comme l’habitude donne à

        la simple association d’idées entre deux phénomènes, à ce que prétend une

        certaine école philosophique, la force, la nécessité illusoires, d’une loi de causalité.

        (26)

        Por otra parte, la vocación no es en Proust una inspiración febril que nos lleva a producir

        obras (por ejemplo Rossini compuso la obertura de El barbero de Sevilla en una noche)



        sino, como en el caso del músico Vinteuil y del propio héroe, un trabajo esforzado e

        intenso, objeto de múltiples revisiones, correcciones, versiones, un libro de jeroglíficos

        que pretende penetrar en el espíritu y descifrar con un saber de ficción verdades sobre el

        hombre y el mundo que se presentan artísticamente. Aunque pueda producirse con

        mucha rapidez es el trabajo de toda una vida como sostiene el pintor Whistler.

        La vocación artística no va necesariamente acompañada en Proust con una ética. Sin

        embargo, como señala Emilio Estiú, importa un renunciamiento al mundo para poder

        donarlo en obra, un despojamiento de la vida. (27) La falta de conciencia artística, que no

        es ciertamente el caso del propio Proust ni de sus principales personajes artistas

        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        ficcionales, parece advertirse en particular en el violinista Morel. Es la presencia de la

        concepción platónica de que en el bardo o en el rapsoda habla un dios, pues hay artistas

        e intérpretes que poco tienen que decir de lo que hacen (28). Morel es prototípico para

        mostrar esta distancia ética entre su talento, la importancia que le da a la música y su

        carácter de intermediario entre Sodoma y Gomorra, es decir, la condena moral que

        formula el propio Proust en el ensayo “A propós de Baudelaire” (29).

        Una cuestión capital para la vocación es la de que el arte se relaciona necesariamente

        con la vida. Puede entenderse como un reflejo de la vida vivida, una especie de

        confesión, es decir autobiografía, como en la temprana Jean Santeuil:



        Puis-je appeler ce livre un roman? C’est moins peut-être et bien plus, l’essence

        même de ma vie, recueillie sans y rien mêler, dans ces heures de déchirure où elle

        découle. Ce livre n’a jamais été fait, il a été récolté.... (30)

        O, por el contrario, como en El tiempo recobrado, una recreación artística de la



        verdadera vida:

        Ainsi toute ma vie jusqu’à ce jour aurait pu et n’aurait pas pu être résumée sous ce

        titre: une vocation. Elle en l’aurait pas pu en ce sens que la littérature n’ avait joué

        aucun rôlle dans ma vie. Elle l’aurait pu en ce que cette vie, les souvenirs de ces

        tristesses, des ces joies, formaient una réserve pareille à cet albumen qui est logé

        dans l’ovule des plantes et dans le quel celui-si puise sa nourriture pour se

        transformer en graine (...). Ainsi ma vie était-elle en rapport avec ce qu’amènerait sa

        maturation”. (31)

        Es esta segunda posición de la doctrina estética del último tomo de la Recherche, la que



        finalmente triunfa y resuelve a la vez la cuestión de la vocación y el predominio de la

        ficción sobre lo autobiográfico.

        De ahí que el héroe sostenga que el arte no había desempeñado ningún papel en su vida

        (no habría, pues, podido llamarse una vocación) puesto que su obra es tardía. Sin

        embargo la ficción que puede crear se basaba en la transformación estética de los

        hechos vividos, de las personas conocidas, de los paisajes admirados, de los salones

        frecuentados, de los signos descifrados (sí, entonces, podría llamarse una vocación).

        Para Proust un libro es un cementerio en el que se han borrado los nombres de sus

        tumbas.

        Y finalmente el héroe proustiano descubre y reconoce la memoria involuntaria, esencial

        para su constitución del arte desde la célebre magdalena que abre todo un pueblo y el

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        mundo de la infancia y su yo de entonces, hasta las rememoraciones del salón de

        Guermantes, que lo trasladan a otras épocas de su vida. La memoria involuntaria

        proustiana puede relacionarse en alguna medida con Freud, pues Proust la llama

        también memoria inconciente.

        Nos asalta inesperadamente al convertirse dos impresiones sensibles de épocas distintas

        en una sola idéntica. De nada sirve que nos esforcemos en revivir los sentimientos, los

        hechos, los paisajes que pasaron, sólo tendremos una visión transmutada por el tiempo y

        por la vida vivida. Esto es lo único que puede darnos la memoria voluntaria. En cambio

        irrumpen recuerdos, imágenes, rememoraciones ante sensaciones que se nos ofrecen en

        nuestro presente. Estas reminiscencias nos traen no sólo una impresión de algo que fue

        tal cual lo vivimos, sino como fuera del tiempo. Más aún, retomamos el yo que fuimos.

        Por eso, dolorosas o felices, son tan fuertes. Es entonces que la vocación no puede ser

        desprendida del olvido, pues si la obra ha de reconstruir las cosas tal como pasaron, sólo

        lo puede hacer porque han huido de nuestra conciencia, es decir, han sido olvidadas y

        este olvido tiene la propiedad positiva de excluir todo lo que nos transformó después.

        Para crear, pues, tenemos que aceptar el olvido. La vocación se relaciona, por tanto, con

        la recuperación de los únicos paraísos perdidos que son los del pasado.

        Así cuando parece que todo está perdido y accede al salón Guermantes se producen una

        serie de epifanías, lozas que remiten a Venecia, servilleta que remite al hotel de Balbec,

        sonido de una cucharita contra la taza que nos lleva al tren que iba a Balbec y una

        ejemplar del Francoise le Champi de George Sand que le leía su madre en la infancia



        haciendo transgresiones por saltearse los pasajes escabrosos y conformando el primer

        paradigma de la libertad del lector.

        Aquí llegamos a un componente fundamental en la concepción de la vocación de Proust:

        la infancia. Siempre subyacente, reaparece a través de la memoria involuntaria, su primer

        amor, su madre, que fija la ley ominosa de todos los amores y las lecturas de aquella

        época, la linterna mágica y sus personajes ficcionales.

        La novela de Proust es una lucha por recuperar el tiempo perdido, el que transcurre sin

        dejar nada y transmutarlo por la toma de conciencia artística de la vida que vivimos. Esas

        revelaciones de las epifanías se concretan en las obras de arte, luego de un esfuerzo de

        interpretación y comprensión por el artista. Pues después de terminada la revelación

        hace su aparición el tiempo destructor, la muerte, la nada, en el famoso baile de

        máscaras. El tiempo es el gran pintor que torna a los personajes por el transcurso de los

        años irreconocibles y caricaturas de sí mismos, lo que lleva al héroe a descubrir su propia

        fragilidad. La novela termina con este duelo entre la vocación y las máscaras

        destructoras, el héroe decide escribir una obra que podría ser la que hemos leído pero

        que en todo caso tendríamos que volver a leer. Quizás nunca la vocación artística fue

        Orientación y Sociedad – 2003/2004 – Vol. 4

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        llevada a cumplir semejante papel en el descubrimiento del significado de una vida y a

        fijar para el lector en una obra literaria la fugacidad de las reminiscencias.

        Y sin embargo, la vocación para Proust se expone a la fragilidad y a las sombras de la

        muerte. ¿Podrá escribirse esa obra? ¿Habrá tiempo?

        Notas


        1. “...La pereza o la duda o la impotencia se refugian en la incertidumbre de la forma del arte.

        Debo hacer una novela, un estudio filosófico qué, soy yo novelista?” Cahiers Marcel Proust, Le

        Carnet de 1908. Paris, 1976, Gallimard. La traducción es mía.

        2. En este trabajo se citará en el texto por la versión francesa de Jean – Yves Tadié, A la

        recherche du temps perdu, 4 volúmenes, Paris, 1987-1989, Bibliothèque de la Pléiade. A pie de

        página además por la versión española En busca del tiempo perdido, 7 volúmenes, según la



        traducción de Salinas y Berges, Alianza.

        3. Cf. Barthes, Roland, “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”, en El susurro del

        lenguaje, Barcelona, 1987, Paidos, p. 331



        4. I, p. 6. I, p. 14.

        5. Proust, Marcel, “Violante ou la mondanité” en Les Plaisirs et les jours, Paris, 1971, Bibliotèque



        de la Pléiade, N. R. F., Gallimard.

        6. “... l’Odyssée ou la Recherche ne font d’une certaine manière qu’amplifier (au sens rhétorique)

        des énoncés tels que Ulysse rentre à Ithaque ou Marcel devient écrivain” G. Genette, “Discours

        du récit” en Figures III, 1972, Seuil, p. 75.

        7. Barthes,R. “Un tema de investigación” en El susurro del lenguaje, Op. cit., 1987, p. 325

        8. Eco, U, Obra abierta, Barcelona, 1979, Ariel. Warning, R., Estética de la recepción. Madrid,



        1989, Visor, La balsa de Medusa.

        9. Proust, Marcel, Jean Santeuil précédé de Les Plaisir et les jours. Edición establecida por Pierre



        Clarac e Yves Sandre. París, 1971, Pléiade.

        10. Proust, Marcel, Albertine disparue, 1992, Slatkine.

        11. Según los biógrafos de Proust: Painter, George D., Marcel Proust. Biografía. Barcelona, 1967,

        Editorial Lumen. Tadié, Jean-Yves, Biographie, 2 tomos, Paris, 1996, Gallimard. Una situación



        muy diferente a la de Borges que decide la primera publicación de Cortázar, el cuento “Casa

        tomada” y luego afirma que esa circunstancia lo honra.

        12. Hernández en textos de Página/12 año 2003 y Saer en una conferencia en el Centro Cultural



        Islas Malvinas de La Plata, año 2000.

        13. Ver las biografías citadas.

        14. Proust, Marcel, “Journées de lecture” en Contre Sainte-Beuve précédé de Pastiches et

        Melanges et suivi de Essais et articles. Edición establecida por Pierre Clarac e Yves Sandre.



        París, 1971, Pléiade.

        15. Melamed, Analía, “La verdad del arte y la luz del presente” en Moran, Julio C., Proust más allá

        de Proust, La Plata, 2001, de la Campana, p. 126.

        16. Bloom, Harold, La angustia de las influencias. Caracas, 1991, Monte Ávila, pp. 15, 36.




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        17. Proust, Marcel, Contre Sainte-Beuve précédé de Pastiches et Melanges et suivi de Essais et

        articles. Edición establecida por Pierre Clarac e Yves Sandre. París, 1971, Pléiade.

        18. Cf. Hume, David, A Treatise of Human Nature, Libro I, Parte IV, Sec. VI, Oxford, At the



        Clarendon Press, 1960; p. 252.

        19. Moran, J.C. , Proust más allá de Proust, La Plata, 2002, De La Campana.

        20. Berlioz, Héctor, Memorias, Bs. As., Centro editor de América latina, 1977.

        21. Schopenhauer, A.. El mundo como voluntad y representación, Traducción de Eduardo Ovejero



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        22. Bourdieu, Pierre, "Campo intelectual y proyecto creador" en Problemas del estructuralismo.



        Mexico, 1971, Siglo XXI.

        23. Kant, I. Crítica del juicio, Traducción de M. García Morente. México, 1973, Porrúa, parágrafos



        46 y 47.

        24. Ver biografías y Tadié, Jean-Yves, Proust. París, Pierre Belfond, 1983.



        25. II, 189, 190. “Y es que el amor más exclusivo que se tenga a una persona siempre es amor y

        algo más....Y es que cuando se está enamorado de una mujer se proyecta sencillamente sobre

        ella un estado de nuestra alma; por consiguiente, lo importante no es el valor de una mujer, sino la

        profundidad de dicho estado de ánimo, y las emociones que nos causa una muchacha mediocre

        acaso hagan salir a flor de nuestra conciencia partes de nosotros más íntimas y personales, más

        esenciales y remotas que el placer que se pueda sacar de la conversación de un hombre superior

        o hasta de la misma contemplación admirativa de sus obras”. II, 465.

        26. IV, p. 85. “la costumbre de asociar la persona de Albertina con el sentimiento que ella no

        había inspirado me hacía creer, sin embargo, que era especial en ella, de la misma manera que la

        costumbre da a la simple asociación de ideas entre dos fenómenos, según pretende cierta

        escuela filosófica, la fuerza, la necesidad ilusorias de una ley de causalidad.” VI, 100.

        27. Estiú, E. “Proust y la vida estética”, Conferencia en el Instituto de Teología, La Plata, 1976.

        28. Platón, Ion, 535 b c, 534 d e, 536 d.

        29. Proust, Marcel, “A propós de Baudelaire” en Contre Sainte-Beuve précédé de Pastiches et

        Melanges et suivi de Essais et articles. Edición establecida por Pierre Clarac e Yves Sandre.



        París, 1971, Pléiade.

        30. “¿Puedo llamar novela a este libro? Quizás sea menos y mucho más, la misma esencia de mi

        vida recogida sin incorporarle nada, en esas horas de desgarramiento en que transcurren. Este

        libro nunca fue compuesto; ha sido cosechado” Epígrafe de Jean Santeuil. Op. cit.. p. 181. Jean

        Santeuil, Bs. As. 1954, Santiago Rueda, p. 23.



        31. “...de suerte que hasta aquel día toda mi vida habría podido y no hubiera podido resumirse en

        este título: Una vocación. No habría podido resumirse así por que la literatura no había

        desempeñado papel alguno en mi vida, habría podido resumirse así porque esta vida, los

        recuerdos de sus tristezas, de sus goces, formaban una reserva semejante a ese albumen que se

        aloja en el óvulo de las plantas y del que éste saca su alimento para transformarse en grano (...)

        Mi vida estaba así en relación con lo que traería su maduración.” Versión de Jean- Yves Tadié p.

        478. En busca del tiempo perdido. El tiempo recobrado, Madrid, 1992., Alianza, p. 250.




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        Recibido: Noviembre 2003

        Aceptado: Abril 2004
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