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miércoles, 21 de marzo de 2012

ROBERTO BOLAÑO: ¿Los detectives salvajes ó 2666?


Algunas personas me preguntan que cuál de las dos novelas de Roberto Bolaño es mejor: LOS DETECTIVES SALVAJES ó 2666.  La respuesta es sencilla: no se pueden comparar. Quizá por aspectos estéticos me gusta más Los detectives salvajes, sin embargo, 2666 es grandiosa, ¿la razón? En 2666 Roberto Bolaño nos muestra su poderío narrativa, su fuerza como narrador que a cualquiera paraliza. Me impresiona en ambas novelas - Los detectives salvajes y 2666- la "naturalidad" y del cómo se desborda  como escritor en maratónicos relatos. Es una aparente facilidad que por supuesto no existe. Otro asunto que se debe de tomar en consideración a la hora de ponderar 2666 es que - lo quieran o no- los editores  y por más justificaciones que se hagan,  Bolaño nunca terminó 2666 y siempre pensó en la publicación de 5 libros o historias concatenadas entre sí. Es decir, si la muerte no lo hubiera sorprendido (2003) quizá la idea original se hubiera respetado de la publicación por separado de las 5 historias. ¿Era mejor la idea de Bolaño? Pienso que la decisión de Anagrama en la publicación de un solo volumen es más acertada que lo planeado por Bolaño. Fue un riesgo y acierto editorial.


Roberto Bolaño
(Chile, 1953-2003)
Escritor nacido en Santiago de Chile, Bolaño ha llevado una existencia bastante trashumante. A los 15 años estaba viviendo en México, donde comenzó a trabajar como periodista y se hizo troskista. En el 73 regresó a su país y pudo presenciar el golpe militar. Se alistó en la resistencia y terminó preso. Unos amigos detectives de la adolescencia lo reconocieron y lograron que a los ocho días abandonase la cárcel. Se fue a El Salvador: conoció al poeta Roque Dalton y a sus asesinos. En el 77 se instaló en España, donde ejerció (también en Francia y otros países) una diversidad de oficios: lavaplatos, camarero, vigilante nocturno, basurero, descargador de barcos, vendimiador. Hasta que, en los 80, pudo sustentarse ganando concursos literarios. A fines de los años 90 la suerte empezó a estar de su lado: Los detectives salvajes (1999) obtuvo el premio Herralde y el Rómulo Gallegos, considerado el Nobel de Latinoamérica. Es autor de las novelas, La pista de hielo (1993), La literatura nazi en América (1996), Estrella distante (1996), Amuleto (1999), Monsieur Pain (1999), Nocturno de Chile (2000), Una novelita lumpen (2002) y 2666 (2004), ésta última póstuma.

t/9/16749.jpgRESEÑA:
Es un libro bello, largo y complejo. Consta de cinco partes que tienen ritmos y temas diferentes, pero que armonizan y convergen para conformar un todo inmenso, un relato multifacético que presenta la realidad social y la realidad individual en el siglo XX y el enigmático comienzo del XXI.

Podría decirse que el protagonista es un escritor alemán que tiene un proceso de desarrollo singularísimo, dramático y cómico a la vez, que, careciendo de educación y capacidades comunicativas, escribe por puro talento y debe ocultar su identidad para protegerse del caos del nazismo, mientras que sus críticos lo buscan sin éxito por todo el mundo, todo lo cual conforma un relato que mantiene al lector en suspenso, de sorpresa en sorpresa. Pero eso no sería exacto. También podría decirse, y tal vez sería más cierto, que el protagonista de la novela es la maldad misma y la sinrazón del ser humano en el siglo XX, desde el noroeste de México hasta Europa Oriental, desde la vida liviana de unos críticos de literatura hasta las masacres de una aristocracia mafiosa en los pueblos del tercer mundo, pasando por la Segunda Guerra Mundial, el mundo del periodismo, el deporte (boxeo), la descomposición familiar y los establecimientos siquiátricos. El singular escritor alemán encarna, tal vez, la bondad y la autenticidad que resplandecen en medio de tanta maldad.

Cada una de las cinco partes es una pequeña novela. Una serie de estupendos personajes secundarios dan vida a cinco cuentos que se entrelazan de forma insospechada. No obstante, es el conjunto el que presenta el cuadro fabuloso que el autor quiere comunicar.

El estilo es sobrio, preciso, estricto, bello. El suspenso mantiene el interés del lector. Un verdadero ejemplo de literatura.
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Los detectives salvajes:

t/0/16750.jpgRESEÑA:
***
La novela narra la búsqueda de la poetisa mexicana Cesárea Tinajero, por parte de dos jóvenes poetas y ocasionales vendedores de droga, el chileno Arturo Belano y el también mexicano Ulises Lima. Bolaño utiliza a estos personajes para componer una ficción en la que se mezclan las ciudades y los personajes, en un homenaje a la poesía.

La obra se divide en tres partes. La primera y la última comprenden la búsqueda de Tinajero por parte de Belano, Lima y un joven seguidor, Juan García Madero. En la segunda, un narrador innombrado sigue las pistas de los dos poetas a lo largo de 20 años y recorre el mundo, partiendo del DF, y pisando entre otros lugares, Managua, París, Barcelona, Tel Aviv, Austria y África.

Antes de partir, Lima y Belano forman un grupo, un movimiento de poesía, llamado los real visceralistas, un homenaje al estilo de Tinajero, que se desintegra poco después de su partida. El libro se estructura como una serie de testimonios tomados por un autor desconocido, de los miembros, sus allegados y las personas con las que Lima y Belano tuvieron contacto en sus viajes. Los testimonios, narrados en primera persona, no siguen nigún orden aparente, lo que ha servido a algunos críticos para comparar Los detectives salvajes con Rayuela de Cortazar.

Belano es considerado por algunos críticos como el alter ego de Roberto Bolaño.
***

NOTA A LA PRIMERA EDICIÓN

 2666 se publica por vez primera póstumamente, más de un año después de la muerte de su autor. Es razonable, pues, preguntarse en qué medida el texto que se ofrece al lector se corresponde con el que Roberto Bolaño hubiera dado a la luz de haber vivido lo suficiente. La respuesta es tranquilizadora: en el estado en que quedó a la muerte de Bolaño, la novela se aproxima mucho al objetivo que él se trazó. No cabe duda de que Bolaño hubiera seguido trabajando más tiempo en ella; pero sólo unos pocos meses más: él mismo declaraba estar cerca del final, ya sobrepasado ampliamente el plazo que se había fijado para terminarla. De cualquier modo el edificio entero de la novela, y no sólo sus cimientos, ya estaba levantado; sus contornos, sus dimensiones, su contenido general no hubieran sido, en ningún caso, muy distintos de los que tiene finalmente.
 A la muerte de Roberto Bolaño se dijo que el magno proyecto de 2666 había sido transformado en una serie de cinco novelas, que se corresponderían con las cinco partes en que la obra está dividida. Lo cierto es que los últimos meses de su vida Bolaño insistió en esta idea, cada vez menos confiado como estaba en poder culminar su proyecto inicial. Conviene advertir, sin embargo, que en esta intención se interpusieron consideraciones de orden práctico (en las que, dicho sea de paso, Bolaño no era muy ducho): ante la cada vez más probable eventualidad de una muerte inminente, a Bolaño le parecía más llevadero y más rentable, para sus editores tanto como para sus herederos, habérselas con cinco novelas independientes, de corta o mediana extensión, antes que con una sola descomunal, vastísima, y para colmo no completamente concluida.
 Tras la lectura del texto, sin embargo, parece preferible retornar la novela en su conjunto. Aunque toleran una lectura independiente, las cinco partes que integran 2666, aparte los muchos elementos que comparten (un tejido sutil de motivos recurrentes), participan inequívocamente de un designio común.
 No vale la pena empeñarse en justificar la estructura relativamente «abierta» que las abarca, tanto menos cuando se cuenta con el precedente de Los detectives salvajes. Si esta novela se hubiera publicado póstumamente, ¿no hubiera dado pie a todo tipo de especulaciones acerca de su inacabamiento?
 Hay además una consideración que avala la decisión de publicar reunidas –y sin detrimento de que, una vez establecido el marco íntegro de su lectura, se publiquen luego sueltas, permitiendo combinaciones que la estructura abierta de la novela autoriza, incluso recomienda– las cinco partes de 2666. Bolaño, él mismo excelente cuentista y autor de varias nouvelles magistrales, se jactó siempre, una vez embarcado en la redacción de 2666, de habérselas con un proyecto de dimensiones colosales, que dejaba muy atrás, en ambición tanto como en extensión, a Los detectives salvajes. La envergadura de 2666 es indisociable de la concepción de original de todas sus partes, también de la voluntad de riesgo que la anima, y de su insensata aspiración de totalidad. En este punto, no viene de más recordar el pasaje de 2666 en el que, tras su conversación con un farmacéutico aficionado a la lectura, Amalfitano, uno de los protagonistas de la novela, reflexiona con indisimulada decepción sobre el prestigio creciente de las novelas breves, redondas (en el pasaje se citan títulos como Bartleby, el escribiente, de Melville, o La metamorfosis, de Kafka), en perjuicio de las más extensas, ambiciosas y atrevidas (como Moby Dick, como El proceso). «Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez» (pp. 289290).
 Y está luego el título. Esa cifra enigmática, 2666 –una fecha, en realidad–, que actúa como punto de fuga en el que se ordenan las diferentes partes de la novela. Sin este punto de fuga, la perspectiva del conjunto quedaría coja, irresuelta, suspendida en la nada.
 En una de sus abundantes notas relativas a 2666 Bolaño señala la existencia en la obra de un «centro oculto» que se escondería debajo de lo que cabe considerar, por así decirlo, su «centro físico». Hay razones para pensar que ese centro físico sería la ciudad de Santa Teresa, fiel trasunto de Ciudad Juárez, en la frontera de México con Estados Unidos. Allí convergen, al cabo, las cinco partes de la novela; allí tienen lugar los crímenes que configuran su impresionante telón de fondo (y de los que, en un pasaje de la novela, dice un personaje que «en ellos se esconde el secreto del mundo»). En cuanto al «centro oculto »..., ¿no lo estaría indicando precisamente esa fecha, 2666, que ampara la novela entera?
 La escritura de 2666 ocupó a Bolaño los últimos años de su vida. Pero la concepción y el diseño de la novela son muy anteriores, y retrospectivamente cabe reconocer sus latidos en este y aquel libro de Bolaño, más en particular entre los que fue publicando a partir de la conclusión de Los detectives salvajes (1998), que no por casualidad concluye en el desierto de Sonora.
 El momento llegará de rastrear detenidamente esos latidos.
 Por ahora, baste señalar uno muy elocuente, que resuena en Amuleto, de 1999. Su relectura ofrece una pista inequívoca del sentido al que apunta la fecha de 2666. La protagonista de Amuleto, Auxilio Lacouture (personaje prefigurado, a su vez, en Los detectives salvajes), cuenta cómo una noche siguió a Arturo Belano y a Ernesto San Epifanio en su caminata rumbo a la colonia Guerrero, en Ciudad de México, adonde los dos se dirigen en busca del llamado Rey de los Putos. Esto es lo que dice:
 «Y los seguí: los vi caminar a paso ligero por Bucareli hasta Reforma y luego los vi cruzar Reforma sin esperar la luz verde, ambos con el pelo largo y arremolinado porque a esa hora por Reforma corre el viento nocturno que le sobra a la noche, la avenida Reforma se transforma en un tubo transparente, en un pulmón de forma cuneiforme por donde pasan las exhalaciones imaginarias de la ciudad, y luego empezamos a caminar por la avenida Guerrero, ellos un poco más despacio que antes, yo un poco más deprisa que antes, la Guerrero, a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio de 1974, ni a un cementerio de 1968, ni a un cementerio de 1975 [fecha en la que se dicta el relato de Auxilio Lacouture], sino a un cementerio de 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo» (pp. 76-77).
 El texto que aquí se sirve al lector se corresponde con el de la última versión de las distintas «partes» de la novela. Bolaño señaló muy claramente cuáles, entre sus archivos de trabajo, debían considerarse definitivos. Pese a ello, se han revisado borradores anteriores, a fin de enmendar posibles saltos o errores, a fin también de detectar posibles pistas acerca de las intenciones últimas de Bolaño. El resultado de las pesquisas realizadas no ha arrojado mayores luces sobre el texto, y deja muy poco margen a las dudas sobre su carácter definitivo.
 Bolaño era un escritor concienzudo. Solía hacer varios borradores de sus textos, que por lo común redactaba de un tirón pero que pulía luego con cuidado. La última versión de 2666 ofrece en este sentido, a salvo de excepciones, un nivel muy satisfactorio de claridad y de limpieza: de deliberación, pues.
 Apenas ha habido ocasión de introducir enmiendas mínimas y corregir algunos errores evidentes, con la seguridad que proporciona a los editores su trato asiduo y experto –pero sobre todo cómplice– de las «debilidades» y de las «manías» del escritor.
 Una última observación, que acaso no esté de más añadir.
 Entre las anotaciones de Bolaño relativas a 2666 se lee, en un apunte aislado: «El narrador de 2666 es Arturo Belano». Y en otro lugar añade, con la indicación «para el final de 2666»: «Y esto es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas, me pondría a llorar. Se despide de ustedes, Arturo Belano».
 Adiós, pues.
 IGNACIO ECHEVARRÍA Septiembre de 2004

viernes, 17 de febrero de 2012

CARTAS A UN JOVEN NOVELISTA



MARIO VARGAS LLOSA.
Este ensayo, es un bálsamo para el espíritu de todos los que hacemos de la escritura una forma de ser, nuestra vocación última.


Si hay una cosa que define a Mario Vargas Llosa es su vocación de escritor, y la fidelidad que guardará a ese propósito a lo largo de toda su vida. Una vocación que, como confiesa en sus memorias El pez en el agua (1993), surgió casi como una rebelión contra la autoridad paterna, pero pronto se convirtió en la temprana certidumbre de que su destino iba a estar marcado por el rítmico tableteo de una máquina de escribir.

Nacido en la ciudad peruana de Arequipa, en 1936, Mario Vargas Llosa no conoció a su padre hasta los diez años. Sus padres habían estado separados desde su nacimiento, y el episodio del reencuentro afectaría de forma definitiva el destino de este niño, que no quería cambiar los mimos de su madre por una férrea disciplina. Esta circunstancia le hizo descubrir pronto algo que él mismo suele considerar como segundo gran móvil de su existencia: el ansia de libertad. (Años más tarde reflejaría magistralmente esos conflictos en la novela que lo dio a conocer internacionalmente, La ciudad y los perros, con la que obtendría los premios Biblioteca Breve y de la Crítica, en España, durante 1963).

Las primeras experiencias con la escritura llegaron a través de su trabajo como columnista en varios periódicos locales de Lima y de Piura, apenas hubo terminado el colegio. Convencido de que el suyo es el mundo de las palabras, vuelve a Lima para estudiar Letras y Derecho, en la Universidad de San Marcos, en 1953. Escribía ya entonces cuentos con gran inseguridad y mucho esfuerzo -como ha explicado el autor en varias ocasiones- que, justo entonces podría publicar a través de varios periódicos.

Poco después entabla una relación amorosa con su tía política, Julia Urquidi, con quien se casa en 1955, y junto a la que viaja hacia Europa en busca del terreno que consideraba más estimulante para su ya decidida carrera de escritor.

Mencionar estos datos biográficos tiene el interés de que todos ellos han contribuido en gran medida en las tramas, personajes y argumentos de algunas de sus grandes novelas, como La casa verde (1966), ambientada en la atmósfera sórdida y sorprendente alrededor de un burdel de Piura, Conversación en La Catedral (1969), que recrea la opresión de la dictadura de Odría en los ambientes estudiantiles, y La tía Julia y el escribidor (1977), una polémica ficción autobiográfica sobre su primer matrimonio.

Mario Vargas Llosa llegaba a España en 1958 con una beca de estudios. Pero su meta era París, donde se instaló un año después. Tras seis años en esta ciudad y ya separado de Julia Urquidi, Mario Vargas Llosa se casa en Lima con su prima Patricia Llosa, en 1965, y con ella emprende de nuevo el viaje a Europa. París, Londres y Barcelona fueron, hasta 1974, sus lugares de residencia. El autor continua prefiriendo el anonimato que Londres le procura para proseguir su puntual tarea de escribir.

Vargas Llosa sigue además ejerciendo como crítico literario, columnista de prensa y autor teatral. Algunos de sus más preciados libros en este campo son sus análisis literarios: Gabriel García Márquez: historia de un deicidio (1971), La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975) y Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991), las colecciones de artículos, Contra viento y marea y Desafíos a la libertad (1994), y su libro de memorias El pez en el agua (1993).

En la actualidad , tras su participación como candidato a la presidencia de Perú en 1990, Vargas Llosa se dedica plenamente a la literatura, que compagina eventualmente con los artículos que publica en El País.

Entre las más importantes distinciones que ha recibido -sólo entre las concedidas a la literatura en lengua española- figuran el premio Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias (1986), compartido con Rafael Lapesa el Planeta (1993), con la novela Lituma en los Andes, y el Cervantes (1994).

Nacionalizado español en 1993, Mario Vargas Llosa añade, desde enero de 1996, a su actividad como escritor plural la de miembro de la Real Academia, donde había ingresado con un discurso sobre Azorín. Desde entonces, su presencia en España se hace cada día más habitual



Cartas a un joven novelista. (Nota: el texto se puede bajar. Ver columna lateral derecha).

(Consejos útiles de un maestro para todos aquellos que nos dedicamos a la difícil tarea de la escritura).

RESEÑA:
Una reflexión en forma epistolar dirigida a todos aquellos a los que domina la ilusión de llegar a ser novelistas. El gran escritor peruano, a través de estas cartas, nos habla con lucidez del oficio y el arte de narrar, y aconseja: «... quien ve en el éxito el estímulo esencial de su vocación es probable que vea frustrado su sueño y confunda la vocación literaria con la vocación por el relumbrón y los beneficios económicos que a ciertos escritores (muy contados) depara la literatura. Ambas cosas son distintas. Tal vez, el atributo principal de la vocación literaria sea que, quien la tiene, vive el ejercicio de esa vocación como su mejor recompensa, más, mucho más, que todas las que pudiera alcanzar como consecuencia de sus frutos.» Y, a partir de esa idea fundamental sobre la vocación, Vargas Llosa discurre sobre el poder de persuasión, el estilo, el espacio y el tiempo del narrador, la realidad y la experiencia del escritor, la autenticidad y la ficción del relato, la eficacia de la escritura, su coherencia interna que emana del propio lenguaje, la estructura de la novela, «esa artesanía que sostiene como un todo armónico y viviente las ficciones que nos deslumbran»... Un alarde de sabiduría y experiencia, ilustrado con numerosos ejemplos de escritores y novelas, descritos con pinceladas breves y certeras, que acaba con un consejo definitivo: «Querido amigo: estoy tratando de decirle que se olvide de todo lo que ha leído en mis cartas sobre la forma novelesca y de que se ponga a escribir novelas de una vez.»
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martes, 29 de noviembre de 2011

La novela negra latinoamericana y colombiana



Con gran satisfacción me he encontrado en la red una monografía titulada: la novela negra latinoamericana y colombiana:lecturas de las novelas MARIPOSAS negras para un asesino de Jorge Méndez Limbrick y Scorpion city de Mario Mendoza, quien es actualmente uno de los exponentes de la novela negra colombiana. Transcribo, algunos fragmentos dedicados a mi novela mariposas negras para un asesino.
Les dejo la información para los interesados en la novela negra.


La novela negra latinoamericana y colombiana: lecturas de las novelas mariposas negras para un asesino de jorge Méndez limbrick y Escorpio city de mario mendoza
Autor : 
???metadata.dc.contributor.advisor???: 
Palabras clave : 
LITERATURA COLOMBIANA
NOVELA COLOMBIANA
LITERATURA
LITERATURA - TERMINOLOGIA
Fecha de publicación : 
2011
Editorial : 
Corporación Universitaria Minuto de Dios
Resumen : 
Lo que se pretende evidenciar en este trabajo es: Establecer aspectos fundamentales de la sociedad violenta que se ven reflejados en la novela negra por medio de un ensayo argumentativo, partiendo del sistema de personajes propuesto por Ronald Bourneuf y Real Ouellet, estudiados en las novelas Mariposas Negras Para Un Asesino de Jorge Méndez Limbrick y Scorpio City de Mario Mendoza y así esclarecer la relación existente entre literatura y sociedad inmersa en el género Policial, a su vez brindar un aporte significativo a la crítica literaria en la facultad de educación de la Corporación Universitaria Minuto De Dios. Por su narración, la novela negra es una de las más elogiadas por escritores y de los géneros literarios más antiguos, teniendo en cuenta que definir novela policiaca y novela negra es hablar de lo mismo, sólo que el tiempo así como la vida y la visión de las cosas han cambiado. En el primer capítulo nos aproximamos a las raíces históricas del género policiaco, así como a los subgéneros que parten de éste, sin olvidar sus definiciones. Al mismo tiempo daremos cuenta de aspectos importantes del la novela policiaca y negra a nivel de Latinoamérica y Colombia.
Descripción : 
Tesis de la Sede Principal UNIMINUTO - Bogotá
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jueves, 20 de octubre de 2011

ARTURO USLAR PIETRI. ORGULLO PARA VENEZUELA Y TODA LATINOAMÉRICA.

Arturo Uslar Pietri.


link: para bajar la novela: LAS LANZAS COLORADAS
LAS LANZAS COLORADAS.
Si existe un gran escritor latinoamericano es Uslar Pietri y  por supuesto, no tiene nada que envidiarle a los otros grandes del boom. Cuando leí LAS LANZAS COLARADAS, hace varias décadas atrás, no pude de maravillarme del símil que inicia la narración: 

"¡Noche oscura! Venía chorreando el agua, chorreando, chorreando, como si ordeñaran el cielo". 

La narración de Ulsar Pietri es compacta, dinámica, llena de imágenes hermosas:

 "La luz era de lechuza y la gente del mentado Matías venía enchumbada hasta el cogollo y temblando arriba de las bestias. Los caballos planeaban, ¡zuaj! y se iban de boca por el pantanero. El frío puyaba la carne, y a cada rato se prendía un relámpago amarillo, como el pecho de un Cristofué. ¡Y tambor y tambor y el agua que chorreaba! El mentado Matías era un indio grande, mal encarado, gordo, que andaba alzado por los lados del Pao y tenía pacto con el Diablo, y por ese pacto nadie se la podía ganar. Mandinga le sujetaba la lanza. ¡Pacto con Mandinga!" 


El elemento que más me gustó de la novela de Uslar Pietri es la presencia del Libertador Simón Bolívar, que está allí, se respira en la narración y a la vez nunca está presente. Es una atmósfera que persigue a todos los personajes de la novela. Quizá el momento más dramático de la novela es su final: recuerdo estar sentado en la sala de mi casa  leyendo y esperando que el personaje "Presentación Campos" que está en la cárcel pueda mirar al libertador aunque sea una sola vez, sin embargo, esto no sucederá. El efecto de la narración es único, angustiante, estremecedor, son pasajes inolvidables de obras literarias que me han marcado de por vida. Transcribo para los amigos blogueros el último capítulo de las LANZAS COLORADAS: 


"XIII
Lo envolvía un ruido sordo y poderoso, como si estuviera a la orilla del mar. Como si viniera emergiendo desde el fondo del mar hacia la superficie.


El movimiento con que había sido transportado hasta entonces cambió de pronto. Empezaba a poder distinguir las voces, pero mezcladas en una niebla de ruido. Alguien, cerca había dicho algo que no entendía. Otro más próximo lo volvió a repetir; otro, aún más cerca. No podía entender.


Por último, como si se lo estuvieran diciendo bajo en el oído, se le reveló claro el sentido de las palabras.


—Bolívar viene.


Oía entre la marejada de ruido muchas voces.


—Vamos a acampar en la hacienda.




A fuerza de oírlas repetir, las palabras cobraban lentamente significación.


—No seguimos viaje.


—El general Bolívar viene.


—Bolívar viene.


—El Libertador viene.


Una palabra que sonaba más clara entre las otras: Bolívar. Con esfuerzo enorme, como para alzar un toro, abrió los ojos. La luz lo deslumbró.


Él era todavía Presentación Campos. Pero ya no estaba a caballo. ¿Y la lanza? Buscó la lanza, pero al moverse un dolor espantoso lo venció.


Estaba herido.


Iba en una hamaca como los heridos.


Más allá de la hamaca veía el hombro poderoso del soldado que cargaba el extremo delantero del palo, y más allá otros soldados, a caballo y a pie, con armas, y en medio de ellos, rodeados por ellos, hombres de cara feroz, desarmados. No veía a los que estaban hacia atrás, porque no podía volver la cabeza. Más allá de los soldados, el campo verde, y, en el fondo, unos cerros azules.


 No acertaba a saber dónde estaba, ni entre quiénes. Se recordaba a caballo en la batalla, cargando con la lanza; después aquella calle por la que se había precipitado sobre un grupo de hombres. Recordaba haberse caído. Más nada.


Aquellos hombres hablaban de Bolívar. No oía gritos, ni tiros, y estaba herido. Debía estar preso. La sola idea de estar herido y preso lo exasperó. Quiso gritar, levantarse, huir. Intentó moverse, pero el dolor de garras finas le hizo perder de nuevo el sentido.


Ahora era un olor desagradable.


Olor de trapo viejo, de cueva, de mal aire. Debajo de la mano sentía la tierra húmeda y fría. Abrió los ojos.


Estaba en la sombra. Por la ventana pequeña y enrejada entraba luz y se veía una rama. Estaba solo. Creía encontrarse todavía entre los hombres extraños, y estaba solo. Comenzaban a tornarle las rachas de recuerdo.


Él era Presentación Campos. Estaba echado en tierra sobre una cobija. En la tierra húmeda. "Carvajala", ¿estás ahí? Todo silencioso.


Aun cuando las heridas le dolían profundamente, lograba articular palabras. ¡"Carvajala"! Los rincones estaban cubiertos de sombra y olía muy mal. ¡"Carvajala"! Ella estaba siempre al pie de la cama. Era una mujer buena. La habría llamado el coronel Zambrano. ¡"Carvajala"!


¡Bolívar viene! ¿Quién lo ha dicho? Recordaba haberlo oído. Recordaba la hamaca, el camino. Viene:


Iba a verlo. El hombre por quien se hacía la guerra, contra quien hacía la guerra, a quien iba a derrotar. Tal vez lo habrían derrotado ya. Quizá venía preso. ¡Preso!


Él era el que estaba preso. Preso y herido, en aquella cueva. Lo habían hecho preso los insurgentes. Ahora lo matarían y más nunca podría volver a la guerra. El mal olor continuaba molestándolo. Era un hedor particularmente repugnante.


El olor del dormidero de los esclavos. Olor de carne floja y hedionda.


Recordaba "El Altar".


Cuando pasaba por la puerta del repartimiento en "El Altar". Olía lo mismo. Y era bajo, y grande, y oscuro, lo mismo. Y con un tragaluz pequeño. Tuvo la evidencia de estar en la hacienda. Aguzaba los ojos y reconocía la habitación. Eran las mismas paredes. El mismo techo. Estaba en el repartimiento de los esclavos de "El Altar". Estaba tirado en el suelo, como un esclavo. Se sintió lleno de desesperación


La misma luz que afuera iluminaba el trapiche y el campo, y las distancias verdes y solas, y la ruina negra de la casa incendiada.


— ¡Esclavo cobarde!


¿Quién hablaba? Estaba sobre la tierra como un esclavo. Se veía el brazo desnudo. La carne oscura como la sombra, como la tierra, la carne florecida de heridas. La cabeza llena de ruido. Todas las avispas, todas las abejas, todos los zancudos están en la sombra; todos los zancudos, todas las avispas, todas las moscas son la sombra; todas las mariposas que empalagan; las mariposas no son la sombra, ni el agua, ni los caballos, ni los relinchos de los caballos.


— ¡Esclavo cobarde!


¡Ah!, doña Inés. ¡Inés! Él tiene la carne oscura, pero Inés desnuda era toda blanca. Ellos creían que eran los amos, pero el amo era él.


Doña Inés que cantaba canciones de amor, don Fernando que hablaba de la República, el inglés que creía que la guerra era como sacar una cuenta. El amo era él. Podía violar las mujeres, incendiar las casas, matar los hombres. Era un macho. Yo haré real en la guerra, "Carvajala".


Los godos tienen una bandera colorada y gritan: "¡Viva el Rey!". Los insurgentes tienen bandera amarilla y gritan: "¡Viva la Libertad!". ¡Ah, Natividad! La patria es un puro suspiro. No hay que enamorarse, sino barajustarle a la mujer. Doña Inés lloraba. Después de tanto gritar, lloraba. "La Carvajala" lloraba.


Las mujeres no saben sino llorar.


Pero estaba herido y preso. Debía estar fuera, libre, con su lanza. Lo habían cogido los insurgentes. Debía estar cargando delante de La Victoria.


—Espíritu Santo, ensíllame el caballo. El caballo calabozo, zaino, grande.


Caballo de coraje, bien bañado, bien peinado; caballo lindo, como mujer bien peinada, como una mujer bien peinada, que llega linda en un caballo lindo.


Bolívar venía. Él también hubiera podido llegar a ser un gran jefe. Lo habían herido, lo tenían preso. Si estuviera sano, si tuviera tropa, si estuviera sobre su caballo, acabaría con Bolívar. Aquel hombre a quien no había visto nunca. Bolívar venía. Lo habían vencido, lo habían derrotado.


Se mordía las manos.


—Ustedes serán mis oficiales; yo soy el jefe.


Tan linda que subía la candela desde los ranchos de paja, en los pueblos enteros incendiados, sobre la casa de la hacienda. Banderas amarillas y rojas entre las llamaradas. Toda la tierra de Venezuela ardía en la guerra. En todas las sabanas los hombres cargaban a caballo con las lanzas cerradas, en todos los confines ardían los pueblos. Estaba en el suelo, herido. Desde el Orinoco, desde el mar, desde el Llano. Toda la tierra, todo el agua, todo el aire. Los hombres batallaban. La candela crece como cuando se quema una casa, y la casa crece con la candela como cuando se quema una montaña, y la montaña...


—Ahora van a ver cómo pelea un héroe.


La lanza fría en el brazo desnudo.


El caballo loco bajo las piernas cerradas. Ahora estaba tendido sobre la tierra húmeda. “! Carvajala"!


!"Carvajala"!


Los diez hombres desde el fondo de la calle se le metían por los ojos.


Todavía oía el cañón. En el ambiente lleno de voces, de ruidos, de recuerdos, se siente suavemente un son de tambor como una menuda lluvia, un son de tambor que entra por el ventanillo con el sol.


Sonido de tambor que se aproxima y estremece las cosas. Voces de mando, movimiento y trote de caballos. Todo refunde en el ruido del tambor.


Se siente desfallecer de debilidad.


Las heridas le producen un dolor exagerado. Si hubiera de morir. No; no quiere morir. No podría ir a la guerra, ni usar su fuerza, ni hacerse un jefe. Si quedara muerto como cualquier pobre soldadito cobarde en aquel sótano de esclavos. Estaba hecho para andar guerreando con sol. ¡"Carvajala"! En tres peleas yo me hago jefe.


— ¡Esclavo cobarde!


"La Carvajala" no le había contado la verdad. Había sido mujer de muchos hombres y se había ido con él por miedo. Ahora lo estaba esperando. Él se iba a morir. Ella lo esperaba.


¡Bolívar viene! Aquel hombre a quien odia tanto, por cuya causa está casi reducido a la muerte. Quería verlo. Si tuviera fuerzas, si pudiera fugarse y matarlo...


Afuera el tambor arrecia y domina todos los otros ruidos. Se oyen a lo lejos voces desaforadas. El movimiento de la tropa se hace más sensible.




Se siente como si desfilara caballería.


La guerra. Ya no puede ir a la guerra. Ahora está inutilizado. La guerra para ganar tierras y dominar ciudades. La guerra contra los insurgentes que hablan de cosas de locos y que serán destruidos. La guerra contra Bolívar. ¡Bolívar viene!


Allá, a lo lejos, se ve a caballo a Boves. Un hombre atrevido. Se ve a caballo a Bolívar. Él no lo ha visto nunca. Una caballería firme al frente. ¡Natividad! ¡Cirilo! ¡Nos fuimos! Éntrele al plomo, éntrele ligero. Los que tienen miedo se quedan, los muertos se quedan, y las manos de los muertos, y las caras de los muertos, y no le entran al plomo.


Unos pelean por el rey y otros por la Independencia. La patria es como las mujeres.


El tambor atruena en el espacio.


Son cuatro, son diez, son veinte tambores golpeados furiosamente. Aquel son estremece la carne y la sangre, enloquecida en el fondo de la carne.


La carne morena como la sombra, como la tierra. Hieden los esclavos, ¡puaj!, hieden a carne hedionda, a tierra hedionda, a animal hediondo, a agua hedionda, a tierra hedionda, de mata hedionda, de día hediondo, de guerra hedionda, de cosa hedionda, hedionda, hedionda, hedionda como los esclavos.


Se oyen voces claras que se despeñan por el hueco estrecho de la ventana y hacen resonar todo el interior.


— ¡Viva el Libertador!


Viene. Presentación Campos siente que está llegando. Que en algunos instantes va a pasar cerca de él, del otro lado de la pared. Un escalofrío le hace vibrar los nervios. Todas las voces, todos los tambores, todos los cascos de los caballos:


— ¡Viva el Libertador!


Viene. Aquel hombre que lo ha obsesionado. Que ha obsesionado toda la tierra de Venezuela. Está llegando. Va a pasar junto a él. Podrá verlo pasar a caballo. Haciendo un esfuerzo le verá la cara por entre las rejas del ventanillo.


El griterío inunda las paredes, el techo, la sombra, y fatiga el delirio del herido. Siente el hervor de la sangre, de la sombra, de la tierra.


Pasan como legiones de alas por el aire. Todo se estremece. Comprende que está llegando algo que no va a ver sino una sola vez en su vida. Afuera las voces llegan al paroxismo. Rueda, rueda y crece, crece como una rueda, y llega. Se aproxima inminentemente.


Resuenan junto a la pared. Llegan a la ventana. Estallan sobre ella.


— ¡Viva el Libertador!


Aquél es el momento. Lo siente llegar. Ha llegado. Está pasando junto a él en aquel instante. Con una fuerza como para llevarse diez hombres con la lanza, empieza a levantarse.


El dolor lo atraviesa. Se alza lentamente. Se va incorporando. Le parece flotar entre los gritos. Está llegando. Va a verlo. Va a verlo a él. Está llegando. Está llegando a él. Ya. Ahora. ¡Ya!


— ¡Viva el Libertador!


Ya los gritos resuenan como dentro de él mismo. Sus ojos lo verán.


¡Ahora van a ver cómo pelea un héroe!


Está en cuclillas en el suelo. Penosamente, lentamente, inacabablemente su mano ha ido remontando, como una cabeza de serpiente, hasta que los dedos verdosos de palidez se cerraron sobre el barrote. Aún falta. La tempestad de voces lo zarandea. El chorro de luz le baña la garra contraída sobre el hierro. Ya sus dedos lo están viendo. Continúa el esfuerzo con una infinita calma dolorosa.


Sube. Ya va a llegar. Falta apenas un tirón más. Todos los tambores giran en el espacio pintarrajeado. Los gritos socavan la tierra. Llega. Va a verlo. Todos los tambores y todos los gritos vuelan. Está allí. Ya sus ojos rozan el borde de la ventana.


¡Aún más! Un infinito frío le golpeó de pronto. El sótano se llena de colores vertiginosos. ¡Don Fernando!


¡Doña Inés! Los tambores han saltado dentro. ¡"Carvajala"! Va a llegar. Un gran frío le cala el dolor de las heridas. ¡A la carga todos! Todavía era Presentación Campos. ¡A la carga todos!


Suavemente dejó resbalar la mano de la reja, y fue a desplomarse sobre la tierra húmeda, la carne pesada de muerte".



Arturo Uslar Pietri
(Venezuela, 1906-2001) 
 Novelista venezolano cuyo interés por su país queda claramente reflejado en su obra narrativa y en su actividad política. Es Doctor en Ciencias Políticas y Económicas y ha sido ministro de Educación (1939-1941) y de Hacienda (1939-1941) y redactor de la Ley de Educación de su país conocida como `Ley Uslar Pietri` (1940). Con el derrocamiento del presidente Medina fue encarcelado y desterrado a Estados Unidos. A su regreso a Venezuela, en 1958, de nuevo es detenido por el dictador Pérez Jiménez. En 1963 fue candidato a presidente de la República. Es miembro numerario de diversas Academias, entre ellas la de Lengua, ha conseguido grandes premios entre ellos el Premio Nacional de su país en 1954 y el Príncipe de Asturias de las letras en 1990. La novela histórica Las lanzas coloradas (1931) representa a la perfección sus primeras obras. En ella, con el fondo de la guerra de independencia de Venezuela, describe los acontecimientos de ese periodo a través de las experiencias de un propietario agrícola simpatizante de Simón Bolívar y de un capataz que apoya la causa de los españoles. El rechazo del autor venezolano a transmitir mensajes sencillos y a estructurar su obra con fines didácticos, la hace especialmente poco convencional. Una novela posterior, Un retrato en la geografía (1962), es un original retrato a la sociedad venezolana que consigue transmitir al lector la alienación humana a través de las impresiones que un prisionero político recién liberado va haciendo del nuevo paisaje social que encuentra a su salida de la cárcel. Publicó también una colección de relatos breves, Treinta hombres y sus sombras, en 1949. Uslar Pietri ha cultivado también el ensayo literario como Breve historia de la novela hispanoamericana (1955). 


 (aporte de lajime)


RESEÑA:
La novela histórica Las lanzas coloradas (1931) representa a la perfección sus primeras obras. En ella, con el fondo de la guerra de independencia de Venezuela, describe los acontecimientos de ese periodo a través de las experiencias de un propietario agrícola simpatizante de Simón Bolívar y de un capataz que apoya la causa de los españoles. El rechazo del autor venezolano a transmitir mensajes sencillos y a estructurar su obra con fines didácticos, la hace especialmente poco convencional. Las Lanzas Coloradas son parte de la nueva forma de novelar que va a imponerse en nuestras Letras. Es la novela del Llano, de los llaneros, de la pampa venezolana. Pero es el Llano que se torna bandera, la caballada guerrera se vuelve cuartel... Un estremecimiento. La guerra a muerte. La guerra sin cuartel. El doloroso nacimiento de la República. El choque sangriento de esclavos y señores. Y todos los problemas en raíz, sociales y políticos... No hay personaje central, hay personajes.
Reseñado por PamiLibros 11/04/2007

viernes, 5 de agosto de 2011

RÓMULO GALLEGOS: MÁS QUE DOÑA BÁRBARA.

RÓMULO GALLEGOS: ORGULLO LATINOAMERICANO.


Novelista. Comparte en la actualidad la fama universal justa y merecida. Su obra posee una exorbitante número de traducciones a distintas lenguas y las tiradas de cientos de miles de ejemplares.
Gallegos nació en  1884 y murió el 05 de abril de 1969 en Caracas Venezuela. De joven fue profesor de Ciencias en varios colegios de segunda enseñanza de su ciudad natal, y más tarde en el Liceo. Durante la dictadura gomecista estuvo exiliado en varios estados sudamericanos y europeos. Al morir el dictador, regresó a su  patria siendo ministro de Educación Nacional en 1936. Fue diputado del Congreso Nacional por el distrito Federal. Presidente del Consejo Municipal de la ciudad de Caracas. Desde su juventud cultivó el género de la novela. En 1926, apenas publicada en España su famosa novela "Doña Bárbara", fue premiada por la "Asociación del Mejor Libro del Mes. El jurado estuvo formado en aquel momento por los escritores Miró Salaverría, Pérez de Ayala, Gómez de Baquero y Díez Canedo.
En Rómulo Gallegos se reúnen todas las  calidades del buen novelista: imaginación viva (algo que en la actualidad ha decaído considerablemente en Latinoamérica), fuerza creadora de personajes (igualmente considero que hoy por hoy este elemento indispensable en el buen narrador ha quedado desplazado por meras descripciones y anécdotas en muchas novelas),  pintura realista y brillante del ambiente, emoción narrativa, estilo natural.
La primera novela de Gallegos fue "Reinaldo Solar" escrita en 1921, que le consagró en su país Venezuela. "Gallegos ha llegado a un tal grado de maestría, que entre sus obras hay campo para la preferencia, pero  no para regatearle la más escindida admiración".
El ambiente tropical, con sus pasiones bárbaras, su clima angustioso, sus peligros infinitos, sus maleficios y brujerías ha ido pintando una novelística personalísima. Quizás sus otros pares literarios son: José Eustasio Rivera y Horacio Quiroga.
Gallegos dominó el castellano - y como debe ser para todo verdadero escritor- más puro al que le añadió con precisión vocablos localistas imprescindibles algunos de los cuáles han sido aceptados por la Real Academia Española de la Lengua. Gallegos en verdad es un maestro consumado del dificilísimo género de la novela.

Obra:  Los aventureros, El milagro del año, Canaima, Cantaclaro, Pobre negro, Sobre la misma Tierra, El forastero y su ya célebre Doña Bárbara.

Fuentes: 
V. Angarita Arvello, R: Historia y crítica de la novela venezolana, Berlín, 1938.
Leguizamón, Julio:  Historia de la Literatura hispanoamericana, Buenos Aires, 1945.
Picón Salas, M: Formación y proceso de la literatura venezolana, Caracas, 1941.
Sánchez, Luis A: América, la novela sin novelistas.
Sainz de Robles, F.C. Estudio en Obras escogidas, de R.G. Madrid, Aguilar, 1951.

PREMIO RÓMULO GALLEGOS.

Premio Rómulo Gallegos

fuente : De Wikipedia, la enciclopedia libre

Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos
ReconocimientoA la narrativa en lengua castellana
PaísBandera de Venezuela Venezuela
Primera entrega1967, creado en 1964
Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) Sitio oficial

Busto de Rómulo Gallegos en el Celarg.
El Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos fue creado en honor al novelista y político venezolano de ese nombre el 6 de agosto de 1964 mediante un decreto promulgado por el entonces Presidente de Venezuela, Raúl Leoni. En un principio su objetivo era premiar novelas latinoamericanas, pero a partir de la década de 1990 se expandió a todo el ámbito hispanohablante. El primer autor no americano en recibir el premio fue Javier Marías.
Desde un principio se convirtió en uno de los premios más importantes en el ámbito de la narrativa en lengua castellana, en plena coincidencia con el boom latinoamericano, a tal grado que los primeros tres ganadores, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, eran parte de dicho movimiento.
Se lo considera uno de los premios más importantes para la narrativa castellana y es considerado por muchos el premio literario más importante de Hispanoamérica. Es otorgado por el gobierno de Venezuela por medio del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.

Contenido


Mario Vargas Llosa, Premio Rómulo Gallegos 1967, Premio Nobel de Literatura 2010

Gabriel García Márquez, Premio Rómulo Gallegos 1972, Premio Nobel de Literatura 1982

Carlos Fuentes, Premio Rómulo Gallegos 1977, Premio Miguel de Cervantes 1987
El 1 de agosto de 1964 el presidente de Venezuela Raúl Leoni publicó su decreto Nº 83, con el que se establecía el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos con la finalidad de "perpetuar y honrar la obra de un eminente novelista y estimular la actividad creadora de los escritores de habla castellana". Tres años después, en 1967, se publicó la primera convocatoria. Participaron diecisiete novelas sometidas a trece críticos de toda América Latina, quienes nombraron ganadora la novela La casa verde de Mario Vargas Llosa. En un principio el premio se otorgaba cada cinco años.
A partir de 1987 se estableció que el galardón sería bienal, de acuerdo con el decreto Nº 1271 (17 de septiembre de 1986) del presidente Jaime Lusinchi. En 1995 el premio se extendió a todo el conjunto de países hispanohablantes y ese mismo año fue galardonado el escritor español Javier Marías.
En los últimos años, la cantidad de novelas participantes ha sido abrumadora (en 2003 concursaron 246 novelas y en 2005 208), pero ha comenzado a levantarse una polémica internacional alrededor de la supervivencia y los objetivos del premio. En 2003 corrían rumores sobre su desaparición. En 2005, el crítico y editor de la casa francesa Gallimard, Gustavo Guerrero, denunció en el diario español El País (15 de julio de 2005) la elección de un jurado procastrista y prochavista que favoreció a un escritor, Isaac Rosa, que apoyaba al régimen cubano, aunque califica su novela, El vano ayer, de "brillante".

 Proceso de selección

Después de 40 años, la convocatoria, la participación de los críticos y el proceso de su selección por parte del gobierno venezolano, han cambiado en varias ocasiones. Si en la I Edición el jurado estuvo conformado por trece críticos de trece países americanos distintos, en la más reciente estuvo formado sólo por cinco críticos de cuatro países (Venezuela, Cuba, Chile y Ecuador). A partir de la II Edición y, con la única excepción de la XIV (2005), el escritor de la última novela ganadora ha sido parte del jurado.
Pueden participar novelas publicadas en los dos años anteriores a la aparición de la convocatoria, escritas en castellano, por autores de cualquier nacionalidad. El ganador es decidido por mayoría de votos del jurado y el premio no puede ser decretado desierto. El galardón ha cambiado a lo largo de su historia y, en la más reciente edición, consistió en una medalla de oro, un diploma y un premio en efectivo de 100.000 euros. La ceremonia de entrega se realiza siempre el 2 de agosto, día del nacimiento de Rómulo Gallegos.

 Obras galardonadas

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