lunes, 30 de junio de 2014

Roberto Bolaño: "Del libro: Entre Paréntesis".



Autobiografías: Amis & Ellroy
Lunes 21 de octubre de 2002

Siempre me parecieron detestables las autobiografías. Qué perdida de tiempo la del narrador que intenta hacer pasar gato por liebre, cuando lo que un escritor de verdad debe hacer es atrapar dragones y disfrazarlos de liebres. Doy por descontado que en literatura un gato nunca es un gato, como dejó claro de una vez y para siempre Lewis Carroll.
 Pocas son las autobiografías realmente memorables. En Latinoamérica, probablemente ninguna. En estos días ha salido el primer tomo de las memorias de García Márquez.
Todavía no he leído las memorias de García Márquez, pero se me ponen los pelos de punta al imaginar lo que allí ha escrito. Más aun cuando lo imagino luchando contra su enfermedad, y sólo para realizar un ejercicio de melancolía y de ombliguismo.

 Hace un tiempo leí dos especies de autobiografías de dos de los mejores escritores de lengua inglesa vivos. “Experiencia”, de Martin Amis, y “Mis rincones oscuros”, de James Ellroy. Ambas libros tienen en común el haber sido escritos por escritores jóvenes, es decir por escritores a quienes no se les supone en el trance de hacer un balance de sus vidas, pues éstas, salvo imponderables, distan mucho de estar en su recta final. Hasta aquí llega el parecido y a partir de aquí los libros se separan para siempre.
 Amis escribe una autobiografía brillante, pedante, blanda, la vida de un escritor hijo de escritor. Ellroy, a quien muchos desprecian por consideraciones tan imbéciles como que se trata de un escritor de género, escribe una autobiografía sesgada, unas memorias que surgen directamente de los límites del infierno. En realidad lo que hace Ellroy es investigar y recrear, sin ocultar nada, la vida de su madre, los últimos días de vida de su madre violada y asesinada en 1958 y cuyo asesino jamás fue descubierto.

 Como el crimen parece ser el símbolo del siglo veinte, en las memorias de Amis también hay un asesino en serie, el infame Fred West, en cuyo jardín se encontraron los restos de ocho mujeres, entre ellas una prima de Amis desaparecida muchos años antes. Pero Amis, cuando se acerca al abismo, cierra los ojos, pues sabe, como buen universitario que ha leído a Nietzsche, que el abismo puede devolverle la mirada. Ellroy también lo sabe, aunque no haya leído a Nietzsche, y allí radica la principal diferencia entre ambos: él mantiene los ojos abiertos. De hecho, no sólo mantiene los ojos abiertos, Ellroy es capaz de bailar la conga mientras el abismo le devuelve la mirada.
 El libro de Amis no es malo. Pero casi todos los libros anteriores de Amis son mejores. Quien busque en “Experiencia” al autor de “Dinero” o “Campos de Londres” o “La información” o “Tren nocturno” se llevará una decepción. El libro de Ellroy, por el contrario, es un libro ejemplar. La segunda o tercera parte, la que cuenta la infancia y adolescencia de Ellroy tras la muerte de su madre, es de lo mejor que se ha escrito en la literatura en cualquier lengua de los últimos treinta años.
 El libro de Amis termina con niños. Termina con paz y amor. El libro de Ellroy termina con lágrimas y mierda. Termina con un hombre solo y erguido. Termina con sangre. Es decir, no termina nunca.

(Del libro: "Entre paréntesis").

sábado, 28 de junio de 2014

Novela: "El laberinto del verdugo".


(A nuestras espaldas la tarde caía con un sol cobrizo y la humedad se elevaba de la tierra en un humus pegajoso y caliente, porque las lluvias cesaban.
Era absurdo, debo confesarlo, pero me sentía libre, una especie de liberación que me embargaba a cada paso, que me direccionaba hacia el campus universitario. El caminar con un sol estertóreo ¿??? agónico en la tarde observando las supercarreteras a los lados de nuestro camino y los cientos de vehículos en su veloz marcha me provocaba risa, ira, desasosiego, burla... y en el fondo de mi ser, en la misma boca del estómago, un exabrupto malicioso de toda una prisa en la vida que en la mayoría de las personas no tiene ningún sentido... “¿Correr, para qué imbécil? Si tu vida es tan lineal que da lo mismo que llegués diez o quince minutos antes o después...”, me dije perversamente como si fuera yo un dios del olimpo y luego un ser diminuto, más diminuto que una ameba, más diminuto que un virus, más diminuto... más diminuto... cada vez más diminuto hasta llegar a la Nada... “Así somos los mortales: un bostezo de la Nada”, me dije por segunda vez, una mierdita de la Nada).  Fragmento. "El laberinto del verdugo".

viernes, 27 de junio de 2014

Horacio Castellanos Moya. Novela: DESMORONAMIENTO.



 Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa, Honduras 21 de noviembre de 1957) es un escritor y periodista salvadoreño. Aunque nacido en Honduras, su familia era de El Salvador, país al que regresaron en la infancia del escritor. Castellanos realizó sus estudios de primaria y secundaria en el marista Liceo Salvadoreño de San Salvador. En 1979 tuvo que abandonar la Universidad de El Salvador, donde cursaba Letras desde 1976: debido a la situación de convulsión social que vivía el país, se exilió en Toronto, Canadá. Se estableció en Costa Rica en 1980, pero al año siguiente se trasladó a México donde vivió hasta 1992. En este período que coincidió con la Guerra Civil de El Salvador, trabajó en la Agencia Salvadoreña de Prensa (Salpress).

Su primela novela `La diáspora`, ganó el Premio Nacional de Novela 1988, de la Universidad Centroamericana `José Simeón Cañas`. Durante su exilio en México, trabajó como redactor de los diarios `El día` y `Excelsior` de la Ciudad de México y como corresponsal del periódico hispano `La Opinión` de Los Ángeles, California. En 1992 regresó a El Salvador, pero en 1999 se trasladó a España y desde 2001 residó nuevamente en la Ciudad de México. Entre 2004 y 2006 vivió en Fráncfort, por la invitación del programa `Cities of Asylum` de dicha ciudad.

 El odio y el rencor son como una hoguera: si se los alimenta, lo consumen todo hasta el desmoronamiento. Así de poderosos y devastadores son los sentimientos de doña Lena hacia su esposo, don Erasmo Mira Brossa, abogado y presidente del Partido Nacional hondureño, y hacia su única hija, Teti. Para espanto de doña Lena, acostumbrada a codearse con la clase alta hondureña, Teti se casa con Clemente, divorciado, más de veinte años mayor que ella y, para colmo, «comunista» salvadoreño. La situación familiar es insostenible y Teti se marcha a El Salvador con Clemente y el hijo de ambos, Eri. Corre el año 1969 y la guerra entre Honduras y El Salvador pone al límite la relación de doña Lena con su hija, quien a pesar de las amenazas de su atormentada madre, ya nunca volverá a vivir en su país de origen, ni siquiera después de la trágica y misteriosa muerte de su marido.
 Fuente: N. N.
(Fragmento)- Novela: Desmoronamiento.
1
Bajo y rechoncho, de impecable traje gris, Erasmo entra a la cocina, coloca su sombrero de fieltro en el perchero y observa a la mujer: flaca, de huesos salientes, en bata y con el cabello desordenado, ella sorbe una taza de café y lee el periódico desparramado sobre la mesa.
—¿Qué hacés aquí a esta hora? —dice Lena, sin levantar la vista del periódico—. ¿No deberías estar en tu oficina?
—Vengo por vos. ¿No te has arreglado aún?
—Tomo mi café y leo el periódico. ¿No ves? —dice ella, pasando una hoja.
Erasmo se planta frente a la mesa, con los talones pegados y las manos tomadas por la espalda, tratando de meter la barriga, de sacar pecho.
—Lena, por favor —musita.
—Esa gente de Vietnam del Sur no se anda por las ramas —dice Lena, sin dejar de ver el periódico—. De una vez mataron a ese tal por cual de Ngo Dinh Diem, que seguramente ya estaba en connivencia con los comunistas. Eso es un golpe de Estado...
—Lena, te repito que he venido a recogerte...
—No que ustedes, pusilánimes, trataron a los liberales con guante de seda. Les debería dar vergüenza: en vez de meter presos a esos facinerosos que secuestraron el gobierno durante seis años, en vez de hacerlos pagar sus crímenes y sus fechorías, los mandan a Costa Rica, donde vivirán como reyes con lo que se han robado. ¡Habrase visto semejante cobardía! Encadenados deberían estar esos comunistas y no en el exilio...
—Arreglate de una vez, Lena —insiste Erasmo.
—¡Sos un animal! —reacciona ella, mirándolo con odio—. Acabo de pasar el trapeador para dejar brillante el piso del comedor y mira tus huellas... —y señala hacia las losetas, detrás del hombre, en las que apenas se distingue la silueta de unas huellas—. ¿Nunca aprenderás a limpiarte los pies en el felpudo?
Erasmo permanece impasible.
—Lo hemos discutido demasiado —dice.
—¡Entonces sabés lo que pienso y no tenés por qué venirme a preguntar si ya me arreglé, como si fueras imbécil!
—Ya vas con los insultos —dice él, con la misma calma.
—Pues sí, sólo a un estúpido se le puede ocurrir que yo voy a ir a esa boda.
—Es la boda de tu hija, Lena. Los dos debemos hacer acto de presencia.
—¡No me vengás a decir qué es lo que debo hacer! —estalla Lena, pasando las hojas del periódico con violencia.
—Vas a romper el periódico. Calmate.
—Yo hago con el periódico lo que me da la gana... —lo enfrenta, desafiante—. Y vos sos el pícaro que debería quedarse en casa en vez de ser cómplice de esa cualquiera...
—Es mi hija —dice, apoyándose con ambas manos en el respaldo de una silla.
—¿Y qué? ¿Sólo por eso vas a permitir que se case con ese canalla, con ese don nadie? Si me hubieras hecho caso, nada de esto estaría sucediendo —dice, sorbiendo con gesto enérgico los restos de café—. Debiste haberlo expulsado del país o haberlo metido a la cárcel, por atrevido...
—No se puede jugar así con las leyes, comprendé.
—Las leyes las hacemos nosotros para que las cumplan tipos como ese canalla, aprovechado. Tiene veinticinco años más que Teti, es salvadoreño, es un comunista. ¿Te parece poco? Y vos querés ir como tonto útil al casamiento. Todo porque a la putía se le ha metido entre ceja y ceja que se va a casar con él. Pues no, yo no voy a ser cómplice —dice, terminante, y parece concentrarse de nuevo en la lectura.
Erasmo jala una silla y se sienta frente a Lena.
—Esther ya es mayor de edad, tiene veintidós años y derecho a casarse con quien ella quiera sin que nosotros podamos impedírselo.
—Si no lo has impedido es porque no has querido, cobarde...
—Mirá, Lena, vine del Partido a recogerte para que lleguemos juntos a la boda. Quitate esa bata y ponete tu vestido de una buena vez. Vamos. Ya son las diez y a las once es la ceremonia.
—La ceremonia... —ella levanta la vista, incrédula—. La traición, la más grande traición que todos ustedes me han hecho... Todos se han confabulado para que ese cualquiera se lleve a Teti —dice, apretando los dientes—. ¡Y vos también! ¡No te hagás el inocente!
—No tengo por qué hacerme el inocente.
—Por eso, porque tenés mala conciencia, querés convencerme de que te acompañe. Pero no les voy a dar ese gusto. Hacete a la idea de que vas a ir solo. ¿Me escuchaste?
—Después te arrepentirás.
—¿Qué has dicho? —dice poniéndose de pie—. ¿Yo, arrepentirme? —Se golpea el pecho con el dedo índice—. ¿Yo? Sos un estúpido. ¿Cómo se te puede ocurrir algo así? ¿De qué me voy a arrepentir?
—No te exaltes...
—¡Decime! ¿De qué me voy a arrepentir? ¿De no haber sido cómplice de un matrimonio que va contra las leyes de Dios, de la sociedad, de la Naturaleza?
—Estás exagerando.
—Ese hombre aún está casado, nunca se divorció. Tiene cuatro hijos de su primer matrimonio. Ha sido expulsado por comunista de su país. Y viene aquí a casarse con nuestra única hija, la muy imbécil, sólo por llevarme la contraria. Meterse con esa chusma...
Lena toma la taza, va hacia la estufa y se sirve más café.
—Clemente está divorciado, Lena. No seás necia. Yo soy abogado. He visto los documentos... Y ha venido aquí para casarse con Teti. No lo han expulsado de su país.
—Te ha engañado, como ha engañado a todo el mundo. —Ella permanece de pie, apoyada en el lavatrastos, soplando el café antes de sorberlo—. Los salvadoreños son farsantes, estafadores. Esos documentos que te ha mostrado son falsos. Se los ha comprado quién sabe a qué abogado corrupto en San Salvador. Y vos dejándote engañar.
—No soy tonto. Lo he investigado.
—Claro que sos tonto. Si no lo fueras, no permitirías que tuviera lugar semejante canallada —dice Lena.
—Acordate de que Clemente vino como diplomático hace un par de años...
—Gran diplomático... —comenta Lena, con sorna—. El último secretario de la embajada. Es un gato cualquiera.
Lena se sienta; pone la taza sobre la mesa y vuelve a hojear el periódico.
—Lo que te quiero dar a entender es que si fuera comunista nunca lo hubieran dejado trabajar para el gobierno de su país.
—Te digo que sos tonto o te hacés. Todo mundo sabe que los servicios diplomáticos están infiltrados por los comunistas y los maricas... ¡Y aquí sucede lo mismo! —exclama Lena, encrespada—. ¡A ver cuándo comienzan a limpiar toda esa basura que dejaron los liberales en las embajadas y en los consulados!...
—Dejemos de hablar de lo mismo, por favor. Y mejor andá a arreglarte.
—Ese hombre es casi de mi edad, está lleno de mañas —dice Lena, sorbiendo el café—. Tiene cuarenta y siete años, más del doble que Teti; sólo es tres años menor que yo. Su hijo mayor es apenas un año menor que Teti. ¿Te das cuenta? A saber detrás de qué anda, qué es lo que quiere. Tratará de aprovecharse de tu posición política, ver qué nos saca...
Entonces, de pronto, con los ojos extremadamente abiertos, Lena deja la taza sobre la mesa, se golpea la frente con la palma de la mano derecha y exclama:
—¡Dios mío! Tengo que cambiar mi testamento ahora mismo. Ese canalla viene tras de mis propiedades. ¿Me estás escuchando, Mira Brossa? Debo rehacer mi testamento de inmediato...
Erasmo la mira con expresión de hartazgo.
—¿Estás segura de que no vas a ir, Lena? —pregunta, poniéndose de pie.
—¿Y todavía lo dudás?
—Es tu decisión. Yo me voy a cambiar la corbata...
—¿No me escuchaste? Voy a desheredar a esa malnacida y todo lo pondré a nombre de mi Eri. No puedo permitir que ese tal por cual se haga la ilusión de que puede meter sus narices en alguna de mis propiedades.
Erasmo está en el umbral; saca del bolsillo del saco una corbata junto con su envoltura.
—Así que hasta corbata nueva has comprado... —dice ella, con sorna.
—Pasaré a mi habitación, luego al baño y después me iré. Decidite de una vez. Mirá que te estarán esperando —dice antes de salir por el pasillo.
—Pues que sigan esperando... Y no me dejés hablando sola —dice mientras se abalanza detrás de Erasmo.

martes, 24 de junio de 2014

Nicanor Parra. Poeta.


1914: Nace el 5 de septiembre en San Fabián de Alico, precordillera de Chillán (Octava región del Bío-Bío, Chile). Sus padres son don Nicanor Parra y doña Rosa Clara Sandoval Navarrete.


1923: Inicia su educación en escuelas de Lautaro, Ancud y Chillán. Conoce el mar en Chiloé.


1927: Es matriculado en el Liceo de Hombres de Chillán, donde cursa hasta el Quinto Año de Humanidades y escribe sus primeros poemas.


1932: Cursa el último año de Humanidades en el Internado Nacional Diego Barros Arana.


1933: Ingresa al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile a estudiar Matemática y Física. Paralelamente, trabaja como inspector en el Internado Nacional Diego Barros Arana, como una forma de financiar sus estudios.


1935: Publica «Gato en el camino» (anticuento) en la Revista Nueva, que funda con Jorge Millas y Carlos Pedraza.


1937: Egresa del Instituto Pedagógico y en Chillán se desempeña como profesor de matemática y física en el Liceo de Hombres. Publica su primer libro Cancionero sin nombre (Santiago, Ed. Nascimento), obra con marcada influencia lorquiana.


1938: Cancionero sin nombre gana el Premio Municipal de Poesía de Santiago. Participa en el acto de bienvenida a Gabriela Mistral en Chillán.


1939: Cumple funciones pedagógicas en Santiago. Lee con intensidad a Walt Whitman en una traducción del poeta uruguayo Armando Vassur. Escribe dos libros que permanecerán inéditos: Simbad el marino y Dos años de melancolía. La Sociedad de Escritores de Chile incluye su nombre en la antología 8 Nuevos Poetas Chilenos.


1940: Contrae matrimonio con Anita Troncoso y nace su hija Catalina.


1942: Su poema «Sinfonía de cuna» aparece antologado en Tres poetas chilenos (Nicanor Parra, Victoriano Vicario, Oscar Castro) (Santiago, Cruz del Sur).


1943: Viaja a Estados Unidos, becado por el International Institute of Education, y estudia mecánica avanzada en Brown University (Rhode Island). Lee en inglés al poeta Walt Whitman.


1946: Se desempeña como profesor titular de Mecánica Racional en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.


1948: Es nombrado Director Interino de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. Aparece antologado en 13 poetas chilenos (Valparaíso, Imprenta Roma).

1949: En Oxford, Inglaterra, estudia cosmología como becario del Consejo Británico. Lee a Ezra Pound, T. S. Eliot, William Blake, Franz Kafka y se interesa en el psicoanálisis freudiano.


1951: Regresa a Chile casado con la sueca Inga Palmen. En los Anales de la Universidad de Chile aparece una selección de antipoemas con un estudio preliminar de Enrique Lihn.


1952: Monta con el poeta Enrique Lihn y el escritor-actor Alejandro Jodorowsky los «Quebrantahuesos», poesía mural realizada con recortes de diarios siguiendo la técnica del collage.


1953: Recibe el Primer Premio de Poesía «Juan Said», otorgado por la Sociedad de Escritores de Chile.


1954: Publica Poemas y Antipoemas (Santiago, Nascimento), donde adopta definitivamente la línea que le propio Parra denomina «antipoesía», marcando una renovación en la poesía. La obra recibe comentarios favorables del poeta Pablo Neruda y el crítico Hernán Díaz Arrieta («Alone») y gana el Premio del Concurso Nacional de Poesía, otorgado por el Sindicato de Escritores de Chile.


1958: Participa en el Encuentro de Escritores Chilenos organizado por la Universidad de Concepción (Chile) con su ponencia «Poeta de la claridad». Publica La cueca larga (Santiago, Ed. Universitaria), con ilustraciones del pintor chileno Nemesio Antúnez. Invitado por organizaciones internacionales de escritores visita Estocolmo, Pekín, Roma, Madrid y Moscú.


1960: Participa en el Primer Encuentro de Escritores Americanos (Universidad de Concepción, Chile). Publica Antipoems (City Lights Books, San Francisco), traducción al inglés de Jorge Elliot.


1962: Publicación de Versos de Salón (Santiago, Nascimento).


1963: Realiza recitales en Moscú y Leningrado. Publica Manifiestos (Santiago, Nascimento).


1965: Traducción al ruso de una antología de sus poemas a cargo de Margarita Aliguer. En Cuba, participa como jurado en el Concurso Literario Casa de las Américas y también realiza recitales y talleres. Visita México.


1966: Profesor visitante en la Universidad de Louisiana, Estados Unidos. Realiza lecturas poéticas en universidades estadounidenses y peruanas.


1967: Publica Canciones rusas (Santiago, Nascimento), obra dedicada a Margarita Aliguer, su traductora al ruso. La Municipalidad de Chillán, su ciudad natal, lo declara Hijo Ilustre. Aparece la antología bilingüe Poems and Antipoems (New York, New Directions).


1969: Publicación de Obra Gruesa (Santiago, Nascimento), antología que reúne casi la totalidad de su obra. En Chile, Recibe el Premio Nacional de Literatura.


1970: Estreno del montaje «Todas las colorinas tienen pecas o sólo para mayores de 100 años», basado en textos de Obra Gruesa. Los ensayistas chilenos Hugo Montes y Mario Rodríguez publican Nicanor Parra y la poesía de lo cotidiano, uno de los primeros estudios extensos de la obra de Parra.


1971: Nuevamente viaja a Estados Unidos. Ofrece talleres y recitales en la Universidad de Columbia, Nueva York. En esta ciudad publica una versión artesanal de Los Profesores (Antiediciones Villa Miseria). Al regresar a Santiago, confecciona sus primeros poemas-objetos.


1972: Publicación de Artefactos (Ediciones Nueva Universidad). Obtiene la Beca John Simon Guggenheim. Se publica también una edición bilingüe de Emergency Poems (New Directions). Aparece Poesía rusa contemporánea (Santiago, Ed. Nueva Universidad) con textos en castellano a cargo de Nicanor Parra. Por primera vez se señala su nombre como candidato al Premio Nobel.



1976: El cineasta Carlos Flores filma un documental sobre su vida y su obra, denominado Cachureos. Recibe la designación como miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Publicación de Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui (Ediciones Galería Época). La compañía de teatro La Feria, estrena en Santiago Hojas de Parra, obra basada en textos del antipoeta.


1979: Publicación de Nuevos Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (Valparaíso, Ediciones Ganymedes).


1980: Lee por primera vez en público su poema «El hombre imaginario» en el Salón Filarmónico de Santiago.



1982: Homenaje póstumo al ex-presidente de Chile Eduardo Frei Montalva con su Poema y antipoema a Eduardo Frei, plaqueta publicada por la Editorial América del Sur. Junto a su hermano Roberto, lee sus Poemas Ecológicos. Aparece una edición griega de Poemas y Antipoemas.


1983: Publicación de Chistes para desorientar a la poesía (Santiago, Ediciones Galería Época). Publicación de los antivillancicos Coplas de Navidad (Santiago, Ediciones Minga). En noviembre, publica Poesía política (Santiago, Editorial Bruguera). Participa en el Primer Encuentro de Cultura Hispanoamericana en Bogotá, Colombia.


1984: Homenaje en Santiago por los setenta años que cumple el poeta. Lectura poética en el Madison Square Garden, Estados Unidos.


1985: Publicación de Hojas de Parra (Santiago, Ediciones Ganymedes). Obtiene el Premio Richard Wilbur por la edición norteamericana de Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui y Nuevos Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui (University of Missouri Press, 1984), distinción otorgada por la Asociación Americana de Traductores (ALTA).


1986: Publicación en inglés de la antología Antipoems: New and Selected (New York, New Directions).


1987: Nuevo viaje a Estados Unidos, allí realiza recitales en universidades y participa en la Segunda Feria Latinoamericana del Libro (New York). Asiste a las sesiones de un seminario sobre su vida y su obra organizado por la Universidad de Chicago. Viaja a España para tomar parte en la Bienal Internacional de Poesía en Madrid.


1988: Durante su permanencia en Santiago, dedica su tiempo a la realización de sus «trabajos prácticos». Junto con Sergio Marras trabaja en el proyecto Fotopoemas.


1989: En Bhopal (India) participa en el Festival Mundial del nacimiento de Jawaharlal Nehru. En Chile, forma parte del homenaje al centenario del nacimiento de la poetisa Gabriela Mistral, participando en las Jornadas Mistralianas, organizadas por el Departamento de Artes y Letras de la Facultad de Educación, Universidad del Bío-Bío, Chillán.


1990: Traduce al español «El Rey Lear» de William Shakespeare para el Teatro de la Universidad Católica de Chile. Participa en el Primer Encuentro Hispanoamericano de Poesía, Universidad de Santiago (Chile). Expone sus Obras Públicas en el Encuentro Nacional de Artes realizado en el Centro Cultural de la Estación Mapocho (Santiago de Chile).


1991: Doctor Honoris Causa. Universidad de Brown. Premio Prometeo de Poesía. Recibe el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe «Juan Rulfo» en la IV Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ocasión donde pronuncia: «Mai mai peñi. Discurso de Guadalajara».


1992: Junto al poeta catalán Joan Brossa expone «Dir poesí/Mirar poesía» en la Universitat de Valencia y en las salas del Smart Musseum of Art de la Universidad de Chicago, Estados Unidos. Estreno en Chile de «Pichanga: profecía a falta de educaciones».


1993: Publicación de la antología Poemas para combatir la calvicie (México, Fondo de Cultura Económica).


1994: En el contexto de Machitún 94: homenaje a los ochenta años del antipoeta, la Mancha Theatre Company, estrena «Parranda», obra basada en textos del poeta. Con el mismo motivo anterior, el poeta pronuncia su «Discurso de la Alameda».


1995: «Also Sprach Altazor», discurso pronunciado en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La Universidad de Nueva York lo postula al Premio Nobel de Literatura.


1996: Doctor Honoris Causa de la Universidad de Concepción, Chile. Discurso del Bío-Bío.


1997: La Universidad de Concepción, Chile, encabeza la segunda postulación del poeta al Premio Nobel. Premio Luís Oyarzún por la Armonía de la Naturaleza. Universidad Austral, Chile. Discurso de sobremesa: «Aunque no vengo Preparado». Recibe la Medalla Gabriela Mistral del Gobierno de Chile.


1998: La Universidad de Talca, Chile, le otorga la Medalla Abate Molina.


1999: Discurso de sobremesa: «No me explico Sr. Rector». Universidad de Chile. Discurso pronunciado en la Ceremonia de Inauguración del Año Académico en que le fue otorgada la Medalla Rectoral

2000: En julio, Machitún-2000, grupo que tiene por objetivo difundir la obra de Nicanor Parra, anuncia la postulación del poeta a la versión 2001 del Premio Nobel. La Universidad de Harvard le dedica un seminario. El College Saint Catherine de la Universidad de Oxford lo recibe como Honory Fellow. El Congreso Internacional de autores en Santiago de Chile le entrega una medalla de oro y la Casa América de Madrid, le dedica la Semana de Autor. Es nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad del Bío-Bío, Chile.

2001: La Universidad de Chile postula a Parra al Premio Nobel, apoyada por la totalidad de las Universidades chilenas pertenecientes al Consejo de Rectores y por las universidades españolas Complutense de Madrid y de Valencia. Se organizan diversas acciones de apoyo a dicha postulación tanto en Chile como en el extranjero. La Corporación del Patrimonio Cultural de Chile y la Universidad de Chile le otorgan el Premio Bicentenario. Recibe en noviembre el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, galardón instituido por el Patrimonio Nacional de España y la Universidad de Salamanca. Ambas entidades editan la antología Páginas en blanco. La selección y edición de los textos estuvo a cargo de Niall Binns, profesor de Literatura de la Universidad Complutense de Madrid.
Fuente: N.N.

miércoles, 18 de junio de 2014

Abbadón el exterminador: El apocalipsis de los desaparecidos. Alejandro Hermosilla Sánchez.


Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44

Abbadón el exterminador:
El apocalipsis de los desaparecidos.

Alejandro Hermosilla Sánchez
Resumen
El artículo tiene como objetivo analizar la novela de Ernesto Sábato, Abaddón el exterminador,
desde un punto de vista mítico-simbólico para enlazarlo con la realidad social de la Argentina de
la década del ´70. Para ello, se relaciona la obra de Sábato con la de críticos, como René Girard,
con el objeto de realizar una interpretación que pueda mostrar la novela como una lúcida
profecía de su tiempo así como una manifestación de fe en el ser humano enfrentado a un túnel
cegado de enemigos empeñados en que sucumba en su intento por construir una vida digna de
ser vivida en comunidad o en soledad.
Palabras clave: Apocalipsis – exilio – huérfano – olvido – recuerdo
Summary
The purpose of this paper is to analyze Ernesto Sabato’s novel Abaddón el exterminador from a
mythic and symbolic perspective, and to link it with the social reality of Argentina in the 70’s.
Accordingly, the work of Sábato is linked to the work of critics such as René Girard, in order to
come up with an interpretation which may be able to introduce the novel as a enlightened
prophecy of his time, as well as a manifestation of faith in human beings facing a tunnel full of
enemies who strive to drown their attempts of working towards a life worthy of living alone or
within a community.
Key words: Revelation – exile – orphan – oblivion – remembrance
“Vi otra bestia que subía de la Tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de
un cordero pero hablaba como un dragón.
Se le otorgó el poder de infundir vida a la estatua de la bestia, hasta el punto
de lograr que la estatua hablara y que hiciera morir a cuantos no se postraran
ante la estatua de la bestia.
También hizo que a todos, tanto a pequeños como a grandes, a ricos y a
pobres, a libres, a manumitidos y a esclavos, se les imprimiese una marca en su
mano derecha o en la frente; y que nadie pudiese comprar ni vender, sino el que
tuviera la marca o el nombre de la bestia, o la cifra que daba su nombre”.
Apocalipsis de San Juan 13:11-17

I NTRODUCCIÓN
Si algo me parece fascinante de Abaddón el exterminador (1974), es la perplejidad
que causa el hecho de que una novela que se propone dar testimonio sobre la
crisis de fe del hombre contemporáneo e intenta desbrozarla a través de una
A LEJANDRO  H ERMOSILLA  S ÁNCHEZ
Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 28
profunda exploración sobre las fuerzas mágicas y telúricas que configuran la
conciencia moderna, intentando demostrar las raíces míticas del actual
cientificismo, haya podido –según la lectura que realizo de la misma– llegar a
vislumbrar o profetizar el futuro reciente de la Argentina. De hecho,
considero que una novela como Abaddón que quiso ser “total” y contener en la
misma –en verdad muchas veces de manera desequilibrada– literatura
epistolar, retazos periodísticos, ensayos o incursiones por la conciencia a la
manera de Joyce; y que no duda en combinar ficción y realidad de una manera
desacomplejada, no podría cerrarse del todo sin asistir a los acontecimientos
que acaecieran en la Argentina después de su publicación y de la lectura del
texto que Sábato escribiera en el Informe de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas, Nunca más (1984).
En efecto, en Abaddón el exterminador el flujo narrativo se une de tal manera
a la realidad que ante el fluir discursivo de la obra es inevitable que, tanto el
lector, como el autor y los ciudadanos de la Argentina, se vean reflejados en
ella, y los personajes en la realidad, finalizando una tarea que ya se venía
configurando desde los primeros pasos narrativos de Sábato, pero que, sólo en
este momento, se verá completada.
Una de las muchas conclusiones que se pueden extraer de la inclusión de
Sábato en la realidad de su obra (indagando en el ya clásico recurso cervantino
–y que con tanta fortuna fuera tratado por André Gide en Los monederos falsos–)
que me interesa, en principio, no es sino la que tiene que ver con la búsqueda
sin freno, a lo largo de toda su obra, interrogándose sin pausa alguna por el
carácter de la nación Argentina. De hecho, es en esa pregunta donde
encuentro la motivación primera que lleva a Sábato a dar testimonio de sus
anhelos, dudas y ensueños en Abaddón el exterminador.
E L CONTEXTO SOCIO - POLÍTICO DE  A BADDÓN
Si nos fijamos, en los años que van de la publicación de Sobre héroes y tumbas
(1961) a Abaddón el exterminador (1974), los problemas de la sociedad argentina,
lejos de atenuarse, se continuaban agrandando y auguraban un futuro
apocalíptico y trágico. Como nos indican Floria y Belsunce: “El periodo 1955-
66 implica una profundización de la crisis que venía padeciéndose desde 1930
y que alcanzaría su expresión culminante en la Argentina violenta de los años
1966 a 1983”. 1
1 C. Floria y A. García Belsunce, Historia de los Argentinos II (Buenos Aires: Larousse, 1992),
431.
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44  29
Ni las presidencias de Arturo Frondizi o José María Guido ni la de Arturo
Illia pudieron realizar un esfuerzo eficaz para frenar la llama violenta que
enfrentaba radicalmente a distintos bandos de la sociedad argentina por el
poder, el advenimiento del nuevo golpe de Estado de 1966 y la llegada de una
época que, significativamente, fue conocida como la de “los años ciegos”.
En realidad, creo que es difícil comprender el estado de inseguridad y
fragilidad que transmiten la mayoría de personajes de Abaddón el exterminador
sin intentar comprender esta realidad que desplazó la lucha precedente entre
peronistas y antiperonistas por el enfrentamiento entre “una Argentina militar
que coexistió con otra Argentina ‘militante’ (…) para atrapar entre sus tenazas
a una sociedad civil impotente en medio del ‘estado de naturaleza’ en el
sentido de la clásica descripción de Thomas Hobbes en el Leviatán”. 2 La
ceguera de los mismos golpistas que entroncaron en la presidencia al teniente
general Juan Carlos Onganía fue exactamente reconocida años más tarde por
el general retirado y futuro presidente de la nación Argentina Alejandro
Agustín Lanusse, pero ya lo reflejaba el nombre (Revolución Argentina) con
que los militares habían bautizado su acto. El Reino de las Tinieblas venía a
instalarse de nuevo en la Argentina, amenazando quedarse para siempre y
sumirla en un pozo de autodestrucción definitiva. La intervención policial en
la Universidad Argentina en la famosa “noche de los bastones largos” o la
violenta represión militar que siguió a las revueltas estudiantiles en 1969, en el
denominado “Cordobazo”, lo atestiguan. Desde luego, facilitaron la aparición
del grupo guerrillero de Los Montoneros, quienes hicieron su acto de
presentación pública secuestrando al ex presidente Pedro Eugenio Aramburu,
hecho que, a su vez, aceleró la caída de Onganía y la radicalización violenta del
gobierno y las tropas militares que, tomando una decisión en principio
incompresible, colocaron en la presidencia al general Roberto Marcelo
Levingston. Un presidente que no pudo hacer nada por luchar contra el
sistema político radicalmente violento que su misma presencia refrendaba y
que justificó el crecimiento progresivo de Los Montoneros y la creación, ya
con Lanusse en el poder, del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En
esta situación, como nos señala Michèle Soriano:
Perón, desde su exilio, proyecta la amenaza de una guerra civil (“después del
Cordobazo, el Argentinazo”) para capitalizar su poder al animar el ala izquierda del
peronismo (juventud y grupos guerrilleros); mientras que las fracciones más poderosas
de la clase dominante se niegan a compartir una solución política que pudiera disminuir
su hegemonía y prefieren el recurso a la represión, que les permitiría “profundizar” la
2 Ibíd., 450.
A LEJANDRO  H ERMOSILLA  S ÁNCHEZ
Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 30
política económica de la Revolución Argentina. A la vez, ciertas fracciones de las
Fuerzas Armadas (sobre todo la Marina) desean “limpiar” el país antes de entregarlo a
la democracia. 3
Si atendemos a reconocer estos hechos, me parece lógico que Abaddón dé
comienzo –luego de los acontecimientos primeros fechados el 5 y el 6 de
enero de 1973 y que ya prefiguran como fuera habitual en la narrativa de
Sábato el desenlace de la novela– con unas reflexiones -más bien un rezo, una
plegaria- de Bruno, en las que no puede menos que confesar su deseo último
de detener el tiempo para, o bien no tener que asistir al nacimiento de esa
violenta Argentina por la que camina o forjar en su memoria únicamente la
historia mítica y falsa que un día todos los ciudadanos de la Argentina
quisieran creer sobre su patria:
¡Denténte, oh tiempo! (…) Paraliza aquí mismo la vida. Deja que para siempre
subsistan las líneas punteadas de la Expedición al Alto Perú. Que jamás deje de ser
inmaculado, con su uniforme de parada, señalando con su índice enérgico hacia Chile,
el general José de San Martín. Que nunca sepan que en aquel momento marchaba
enfermo sobre una mula y no sobre un hermoso caballo blanco, cubierto con un simple
poncho, encorvado y cabiloso, enfermo. Permanezca para siempre aquel pueblo de
1810 frente al Cabildo, esperando bajo la llovizna la Libertad de los Pueblos. Sea aquella
revolución pura y perfecta, sean eternos y sin manchas sus jefes, no haya jamás
debilidades ni traiciones, no muera abandonado e insultado el general Belgrano, no
fusile Lavalle a su antiguo camarada de armas ni reciba ayuda de extranjeros. No muera
pobre y desilusionado en una remota ciudad de Europa, mirando hacia América,
apoyado en su bastón de enfermo, el general José de San Martín. 4
Es desde el punto de vista de las circunstancias temibles que asolaron al
pueblo argentino durante las décadas del ´60 y del ´70, como entiendo que
Sábato, 5 el personaje, profundiza aún más en la misteriosa conjuración de la
secta de los ciegos que aparecía en un lugar predominante en Sobre héroes y
tumbas. Las circunstancias vividas en la Argentina se lo piden, se lo reclaman y
debe volver a dejar testimonio –aun acaso contra su voluntad– de esta
realidad, para investigar el conflicto irresoluble en que él y todos los
ciudadanos de su país se encuentran inmersos. El problema es que tampoco él
3 Michèle Soriano, Ernesto Sábato, gnosis y apocalipsis: Estudio sociocrítico de Abbadón el exterminador
(Madrid: Pliegos, 1994), 181.
4 Ernesto Sábato, Abaddón el exterminador, en Obra Completa Narrativa (Buenos Aires: Seix
Barral, 2000), 535-536.
5 A partir de ahora, cuando escribamos el nombre de Sábato sin acento ha de entenderse que
nos estamos refiriendo al personaje de Abaddón.
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44  31
tiene una respuesta clara o, al menos, otra solución, más allá de su convincente
lucha e inmersión en las tinieblas de este mundo a través de la creación, y
considero que, por ello, Sábato decidió desdoblarse en personaje en su último
libro. Muestra así, a todos los ciudadanos de su patria –más en el momento en
que el escritor estaba sometido a una presión mass-mediática excesiva y al
insistente reclamo de muchos de los ciudadanos por encontrar en él al
benigno y sabio patriarca que jamás gobernara la Argentina– que se encuentra
sometido a la misma situación de indefensión que ellos. Esta es una de las
primeras intenciones de Sábato: reconocerse él mismo huérfano, hijo de Caín.
Por ello, cuando Martín lo encuentre en la realidad novelada, él mismo deberá
reconocerse huérfano: “soy un huérfano, se dijo Martín, con tristeza, y sin
saber porqué”. 6 El mismo creador que lo había retratado no tiene respuesta a
las preguntas que a él o a Juan Pablo Castel lo martirizaban y lo angusitaban.
Es un ciudadano más, angustiado por una patria compuesta de hijos sin
nombre y condenada al olvido e incluso llega a considerar, en su impotencia
por encontrar una salida constructiva a su desesperada situación, la vía
violenta: “Aquí lo único que podía habernos salvado era una buena y saludable
guerra nacional, digamos hace unos cincuenta años”. 7 Lo que le viene a
recordar a Martín una dolorosa verdad que, acaso, todavía no está en
condiciones de comprender en su totalidad, pero en cuya aceptación está su
futuro crecimiento como persona y personaje ya lejos de la mirada de Sábato y
de Bruno: todos los ciudadanos de la nación Argentina son huérfanos de
padre y madre. Los perdieron en el momento de llegar a América y por
voluntad propia en las guerras de la Independencia. De hecho, su última
conversación con Bruno no apunta a otro asunto sino a la necesidad de crecer
–a pesar de las dudas y las incertidumbres– al mal que los emplazó en aquella
tierra y al misterio sin resolver de la existencia de Alejandra o Georgina. Es
natural que esta conversación finalice punteada con el sordo recuerdo del
sonido de la sirena de un barco lejano del que bajaran los ascendentes de
Bruno, Alejandra, Sábato y Martín: “Y tal vez (seguramente) volvió a oír la
sorda sirena de un barco lejano, como en aquel no creíble tiempo de su primer
encuentro. Y tal vez (seguramente) sus ojos la buscaron absurda y
dolorosamente entre las sombras”. 8
De esta manera, la novedad que presenta Abaddón con respecto a las
novelas anteriores es precisamente el reconocimiento total y absoluto de esta
6 Ibíd., 660.
7 Ibíd., 664.
8 Ibíd., 678.
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orfandad que muchos de los personajes hacen, ayudados por un Sábato que,
ubicado en el interior de la novela, es el primero en reconocerla. En este
sentido, a pesar de sus tonos sombríos, Abaddón ofrece luz y claridad a su
situación. No la luz de una pretendida y artificial paternidad sino la luz
gnóstica del conocimiento que permite a los protagonistas de su obra asumir,
de una vez, su situación real: la orfandad, la indefensión y su enajenada
ubicación más como extranjeros que como habitantes reales de una tierra que
no les pertenece. Proceso este, en definitiva, que Sábato realiza para que
comprendan que el exilio no radica en su ubicación en la tierra argentina sino
en el mero hecho, como lo entiende la gnosis, de estar constreñidos a un
cuerpo y, por tanto, indefectiblemente a una existencia terrena donde el
espíritu está encadenado. A esto apuntan, por ejemplo, esas hermosísimas
palabras de Bruno al final de Abaddón, gracias a las que su tan querido
personaje –testigo de la historia del país– manifiesta sin ambages su orfandad
en palabras dedicadas a Georgina: “Entre los despojos de tu cuerpo/ entre
gusanos hambrientos y febriles,/ aun allí estará mi alma,/ como un antiguo
habitante de la tierra devastada,/ ya sin hogar y patria,/ como un huérfano que
busca a los seres queridos,/ entre gritos anónimos/ y escombros”. 9
L A ANGUSTIA DE  J OB :  UNA ÉTICA DE LA RESISTENCIA
Por estas circunstancias y teniendo en cuenta las circunstancias violentas
anteriormente relatadas, acaecidas en la Argentina durante las décadas del ´60
y del ´70, cuyo eco resuena constantemente por Abaddón y la suerte fatal que
sufrieran tantos escritores de la sociedad argentina –véase la triste muerte de
Rodolfo Walsh años después de la aparición del libro de Sábato– me resulta,
en verdad, muy plausible considerar que además de las razones apuntadas
anteriormente, Sábato decide desdoblarse en personaje dentro de su libro por
motivaciones muy concretas: expresar, como Job, la angustia que le supone
pensar en que puede ser nueva víctima de este estado de cosas. Consigue así
dejar un testimonio alucinado, a través de la creación, del destino violento en
el que habría de sumergirse el país argentino años más tarde, y por el que
siente que indefectiblemente puede ser afectado.
Exactamente, yo también creo –como lo piensa Girard de Job en su
excelente reflexión en La ruta de los hombres perversos–, que Sábato deja
testimonio de sus pensamientos porque tiene miedo de ser el nuevo chivo
9 Ibíd., 888.
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expiatorio de la comunidad. 10 Verdaderamente, Abaddón es la novela del
miedo; miedo al mal y a lo oculto. Miedo de Sábato, el intelectual, a ser
atrapado definitivamente y engullido entre las dos facciones irreconciliables de
la sociedad argentina. Miedo del escritor al exilio y la soledad en su propia
patria. Miedo del artista que, lo quiera o no, está condenado a mostrar la
verdad o, al menos, su verdad sin ambages, del peligro de ser defenestrado por
la misma sociedad que lo encumbraba, más allá de su voluntad, como guía de
su pueblo. Miedo de tantos artistas argentinos a perecer confundidos entre la
voracidad de una masa que necesita fagocitar a quienes sueñan con levantar la
bandera blanca de la paz o que animan a los dos bandos a reflexionar sobre
los motivos de su comportamiento irracional. Miedo de perecer como uno de
sus personajes más queridos, Marcelo Carranza, por negarse a traicionarse a sí
mismo y a sus propias convicciones. Miedo de ser el suicidado por su sociedad
como observara Artaud de Van Gogh, antes de correr el mismo destino que
éste. Miedo de quienes, como Edipo, Job o Cristo, fuesen encumbrados como
reyes de su pueblo, saludados con salves a su paso y, más tarde, fueran
expulsados de la comunidad, ajusticiados como víctimas en el momento en
que, consciente o inconscientemente, revelaron con un gesto su caída o con
unas palabras los mecanismos violentos e incestuosos a través de los que los
justos de la sociedad habían establecido su mandato. Miedo de Cristo a revelar
las mentiras del templo de los abelitas y ser nombrado víctima propiciatoria
por éstos para que el furioso pueblo cainita tome revancha sobre la indefensa
persona de aquel que quisiera ser su portavoz. Y, por supuesto, miedo de
quien ha desvelado las mentiras del texto oculto guardado con celo por los
sacerdotes judeo-cristianos de la Argentina y siente que el fuego de las balas, el
dragón del Apocalipsis y su ángel, Abaddón, pueden caer sobre él.
Sin embargo, ahí está la grandeza de Abaddón, a la que considero una obra
de testimonio e indagación; un ensayo real en diferentes tiempos. A pesar del
mal de un texto o novela que ha de ser medido únicamente a partir de sus
cualidades estéticas. A pesar del miedo que genera esta realidad, Sábato
penetra en ella. Es en ese acto de valentía, que resuena por un texto que
10 Nos dice René Girard: “El chivo expiatorio es un ídolo fracasado. La ascensión y la caída
están unidas. (…) Job es la víctima (…) de una opinión pública visiblemente inestable,
caprichosa, extraña a toda moderación. Él no parece más responsable de este cambio que
Jesús lo es (…) entre el domingo de Ramos y el viernes de la Pasión. Para que exista esta
unanimidad en los dos sentidos, un mimetismo de la multitud debe actuar cada vez. Los
miembros de la comunidad se influencian recíprocamente, se imitan los unos a los otros en
la adulación fanática y después en la hostilidad más fanática todavía”. René Girard, La route
antique des hommes pervers (Paris: Éditions Grasset & Fasquelle, 1985), 19-20. (Traducción del
autor).
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parece crujir y temblar de pánico conforme intentamos descifrarlo –mucho
más allá de las intenciones desmesuradas, desmedidas y sin freno de Sábato
por llegar a componer una novela total, a tono con el hombre nuevo, que
exige que se levante sobre esta tierra– donde encuentro el gran mérito de
Abaddón. Un libro –y esto está mucho más claro, en esta ocasión, que en Sobre
héroes y tumbas o en la precisa, escueta y casi matemática El túnel– que llega, a
mi entender, a acertar el futuro de la Argentina de una manera precisa, por y
gracias a los errores que lastra su, muchas veces, difícil lectura. El mismo
Sábato, como personaje de su libro o como ensayista, lo ha repetido en
muchas ocasiones. Las ficciones no son sino una manifestación y
consecuencia de las luchas que se producen en la realidad; y pretender que
Tolstoi, Dostoievsky o Arlt intenten aguzar el estilo, cuidar el adjetivo, cuando
está en juego la vida o el destino de sus personajes es un oxímoron. Esto es
imposible si, como lo han hecho gran parte de los autores apocalípticos de
nuestra época, de los que Sábato se siente parte, entendemos, frente a los
integrados –siguiendo aquí la ya clásica definición de Umberto Eco– 11 que la
creación es una investigación profunda, a ciegas por la psique del ser humano
que desvela las franjas abiertas a partir de las que se resquebraja la sociedad de
la que forman parte. Son ellos quienes perciben el nuevo movimiento sísmico
que quebrará la sociedad de la que forman parte y que los reduce al tormento
y, tantas veces, a la soledad. Es también gracias a ese acto inaudito y a su
deseo de dar testimonio de esta verdad, como el mal es derrotado. La cuestión
que, según Sábato, se encuentra en el fondo de la existencia del arte –y la
razón por la que aún merece la pena seguir escribiendo–, no es tanto pensar
que, a pesar de la existencia del arte siguen y seguirán produciéndose guerras,
muertes y conflictos, sino cuántas muertes y guerras más hubiesen desangrado
a la humanidad si no existiera la posibilidad de escribir un libro. Es decir,
tomar conciencia de que, si a pesar de la existencia de la obra de arte el
hombre fue capaz de crear la bomba atómica, esa misma bomba y su poder se
hubieran multiplicado al infinito hasta acabar finalmente con el ser humano
sin aquella posibilidad.
Creo que si en Abaddón, Sábato extiende los dominios de su narración
hacia Occidente, es por el hecho concreto (que, en este caso, lo emparenta
con otros escritores de su patria como Abel Posse) de que es desde el
dominio, oculto pero aún presente en Argentina, de lo mágico-telúrico
americano; desde la constatación de una América que se mecía en el no-ser y
no-estar antes de la llegada de Occidente, y que únicamente pudo tener noción
11 Umberto Eco, Apocalípticos e integrados (Barcelona: Lumen, 1990).
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del mal tecnológico o la existencia del diablo –al menos en Argentina– a partir
de este primer contacto; desde donde se puede pensar mejor la crisis de fe
occidental. No sólo esto, América es, en realidad, el lugar ideal a partir del cual
hacer gnóstico a Occidente, comprender sus mitos, su “fetichismo” científico
y volver a reinventarlo. Por ello, pienso que en Abaddón, como le sucederá al
mismo Sábato en el transcurso de su desarrollo narrativo siguiendo el camino
ya inaugurado por Fernando Vidal, la atención del narrador se desdobla y se
dirige –aun teniendo siempre en primer plano la realidad americana, argentina
en la que se circunscribe– a Occidente; de esta manera intentará “animizar” la
filosofía racionalista de Occidente que, de la mano de Sábato, observamos
imbuida de misticismo, de un soterrado esoterismo en su fondo más oculto y
encerrada en una caverna de sombras –tal y como pudiera concebirla
Moravia–, más amplia que el continente americano. Precisamente, por haber
querido sustraerse a la procelosa duda que desequilibrase a Descartes y le
condujese al intento de crear todo un sistema cerrado, es allí donde la
conciencia total del ser humano se ha separado aún más de la noción de
origen por temor a enfrentarse con las tinieblas del “tohou-bohou” originario.
En realidad, el proyecto Ilustrado, educativo y racional francés que se
encuentra en el germen de buena parte de los procesos internos que
desembocarían en la Revolución de 1789, el ascenso de Napoleón y la
Independencia Americana, como lo observaran con precisión Nietzsche,
Heidegger o Foucault, –en una vía a la que Sábato se enfrentará desde su
propia experiencia en sus diversas visiones, encuentros y peripecias con
distintos integrantes de la secta de ciegos en París–, no se ocupó jamás del
hombre. Todo lo contrario, lo negó. 12 La idea del “buen salvaje” de Rousseau
es una de las mayores puñaladas que se pudieran conceder al incomprendido
Caín; es una de las más retorcidas mentiras gracias a la que los abelitas
12 Dice Jean Jacques Rosseau en una reflexión que puede servir de ejemplo del porqué de la
lucha establecida por Nietzsche o Sábato contra el progreso racional y lumínico de la
Ilustración: “Es la razón la que engendra el amor propio, y es la reflexión la que lo fortifica;
es ella la que repliega al hombre sobre sí mismo; es ella la que lo separa de cuanto le molesta
y aflige; es la filosofía la que lo aísla; por ella es por lo que dice en secreto, ante la visión de
un hombre que sufre: perece si quieres, yo estoy a salvo. Sólo los peligros de la sociedad
entera turban el sueño tranquilo del filósofo y le arrancan de su lecho. Se puede degollar
impunemente a un semejante bajo su ventana; no tiene más que taparse los oídos y
argumentar un poco para impedir a la naturaleza, que se revuelve en él, identificarle con
quien se asesina. El hombre salvaje no tiene ese admirable talento; y falto de sabiduría y de
razón, se le ve siempre entregarse atolondradamente al sentimiento primero de la
humanidad. En las revueltas, en las peleas callejeras, el populacho se agolpa, el hombre
prudente se aleja”, en Jean Jacques Rosseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos sobre la
desigualdad entre los hombres, en Obras Selectas (Madrid: Edimat Libros, 2000), 297-298.
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 36
pudieron hacerse con el control de la tierra –y no es vano recordar aquí que
las guerras de Napoleón, más allá de su ideología, son de ocupación de otros
territorios, frente a las americanas que son, en principio, de liberación– y que
late en lo profundo de la imagen canibalesca que Europa se forja de los
“salvajes” indígenas y, por supuesto, en buena parte de la ideología y la obra
de Sarmiento. Es, en el fondo, un camino abierto para instaurar el siguiente
monoteísmo –el científico– de un poder más vasto y peligroso que el religioso
en cuanto a que instaura una verdad ya no basada en haber pensado poseer el
nombre de Dios. No. La ciencia se presenta ya como ese mismo Dios,
absoluto y excluyente para quien quiera discutir sus dictados basados en su
verdad verificable y demostrable. Y el proceso, en verdad vasto e inabarcable,
que dio lugar a la creación de la bomba atómica es narrado aquí de una
manera sintética, fría y objetiva, con el propósito de que comprendamos hasta
qué punto la comprensión científica del mundo puede llegar a acabar con la
pluralidad y con toda organización humana, ética o religiosa, obviándola
categóricamente.
Profundizando un poco más en el problema que plantea la autonomía
científica al hombre, como lo trata de explicar Nemo a partir de su reflexión
sobre El libro de Job, lo que descubre al ser castigado inmisericordiosamente
por la ley, es la no neutralidad de la ley; y del evento científico que se funda a
partir de la misma: “Job encuentra un mal no neutro, que no se contenta con
asesinarle, que no quiere asesinarle y le prohíbe incluso morir: un mal que le
tortura, eterniza su dolor y hace del mismo un infierno”. 13 Y, en este sentido,
la ciencia se establece como un dominio que impone su ley a partir “del olvido
mismo de la ley”. 14 De esta manera, como afirma Nemo, “Job se encuentra
por tanto confrontado con un ‘Dios’ que (…) no es seguramente el de la ley,
(…) que es el Otro del mundo como ley (…) una ‘nada’ ”. 15 Un innombrable
que puede ser la masa cegada de los ciudadanos volcando su necesidad de
venganza sobre el individuo Job; la presencia fortuita de la divinidad diabólica,
según el gnosticismo, cualquiera que sea su nombre, que se arroga el poder
sobre el hombre una vez que lo enfrenta al existir y la ley o la ciencia que,
realizando un engaño diabólico, le prohíben desestructurar los principios de
una realidad que han debido violentar para imponerse. Esto viene a ser el
anatema ante el cual se enfrenta Caín sin poder soportar su radicalidad
13 Philippe Nemo, Job et l’excès du mal (Paris: Éditions Grasset & Fasquelle, 1978), 162.
(Traducción hecha por el autor).
14 Ibíd., 153.
15 Ibíd., 151.
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excesiva forjada en la arbitrariedad como, asimismo, lo hará Sábato,
mostrando en Abaddón aquel momento decisivo para la historia de la
humanidad en que se produjo la fisión del átomo, germen de la futura bomba
atómica. De hecho, lo que Sábato intenta que comprendamos es que la actual
dictadura científica y la raíz ideológica que daría lugar, por ejemplo, a la
creación de la bomba atómica; sólo es comprensible para Job y el hombre
común en el momento en que puede realizar una mirada que traspasa los
límites cegados de la realidad gnóstica y, como lo entiende Nemo, toma
conciencia de que “el derecho de compartir la herencia de Dios” supone
“heredar su combate contra el mal”. 16 Esto es, que si entendemos al hombre
como heredero de lo divino, su sufrimiento no es sino una manifestación de la
misma lucha que sostiene Dios contra el mal y es en su capacidad de
sostenerse en pie frente a la adversidad como el hombre le ayuda a cumplir sus
inescrutables designios.
G NOSIS Y FE EN EL ESPACIO AMERICANO DE  A BADDÓN
Es por todo lo enunciado con anterioridad, que podemos considerar que
Abaddón es, en el fondo, y desde el mismo hecho que implica su existencia, no
un mensaje apocalíptico sino de fe en el ser humano, aun y a pesar de todos
los horrores que muestra en su seno, que permite gracias a la mitificación que
hace de la realidad, más allá de Sobre héroes y tumbas y El túnel, que cada uno de
sus lectores pueda iniciar o continuar una investigación profunda sobre las
raíces y sucesivas encarnaciones de la lucha entre el bien y el mal. En realidad,
lo que aprendemos con Abaddón es que hacer gnóstico o mitificar no significa
simplificar, pues no hay nada más complejo que un mito. En todo caso,
significa abrir una vía de comprensión que sólo puede ser sobrenatural y, de
ninguna manera científica –que es, como observamos, otra de las vías del
diablo– para poder visualizar con claridad esos dos opuestos absolutos, que
exigirá integrar para construir el hombre nuevo, que son el bien y el mal.
Siguiendo la ruta trazada por Sábato, es desde el animismo americano;
desde el extravío del ser y del lenguaje americano; y desde la realidad exiliada
de sus habitantes “sin asiento” sobre la nueva tierra pero, paradójicamente,
mucho más volcados –puede que aun a su pesar– sobre la naturaleza, y
separados, por tanto, de la técnica y la “civilización”; desde donde se percibe
con más claridad la ideología diabólica, regida por un proceso mítico, que hay
detrás de la construcción de las torres de saber europeas. Como es América, a
16 Ibíd., 234.
A LEJANDRO  H ERMOSILLA  S ÁNCHEZ
Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 38
la vez, el mejor emplazamiento desde el que Caín, esta vez ya sin armas ni
rencor y dispuesto a dialogar, puede advertir al Abel occidental que, en
realidad, su discreción, pulcra educación de la que hace gala, su vetusta
hipocresía y sus elegantes vestiduras, en muchos casos, son fruto y
consecuencia del crimen y el asesinato, de la ideología que implantó en los
continentes hacia donde fue y que su silencio no puede ocultar. De hecho, es
una sutil manera de hacer percibir a los ciudadanos de Occidente que los
mismos, aun y a pesar de disfrutar una privilegiada situación sostenida, como
supiera Goethe, gracias a su pacto faústico con el diablo, son también
“extranjeros” en su propia tierra, alienados; y deberían comenzar a volver a
mirar al cielo e interrogarlo para descubrir, asimismo, su condición exiliada
como habitantes de este mundo que no pueden, cegados por la luz de la razón
y la ciencia, alcanzar a ver.
En suma, el proyecto que pretendiera llevar a cabo Albert Camus, de quien
no hemos de olvidar que dedicara su Tesis de Licenciatura al gnosticismo, y el
verdadero hecho por el que, podemos suponer actualmente –siguiendo las
peripecias vitales y los tormentos sufridos por Sábato en su novela ansioso por
revelarnos la verdad gnóstica–, ha sido defenestrado del primer lugar de la
cultura oficial del país galo, empeñado en negar sus orígenes bárbaros, al Caín
que con tanta destreza retratara y encarnara François Villon.
Y es que, aun a fuerza de presentarse como una novela moderna, Abaddón
el exterminador, es una obra a contracorriente. No ya porque sea una
investigación del inconsciente negado por la cultura occidental, por las aristas
de la duda que corroyera el espíritu de Descartes y que, con tanto afán, el
teórico francés intentó derrotar construyendo su sistema filosófico sino, sobre
todo, en cuanto es un intento casi suicida por refutar a Marx y a gran parte de
los teóricos que durante todo el siglo XX estuvieron a la cabeza de la sociedad
intelectual de su tiempo perdiendo de vista –una vez que la cabeza de Dios
había sido ya cortada– la raíz evanescente, ontológica, proteica y creativa del
ser humano. Su raíz absolutamente irracional que no podía ser medida por
capital alguno. Contra ellos se rebela Sábato continuando la lucha ya
emprendida por de Louis Pauwels y Jacques Bergier o el incomprendido y
tantas veces mal leído Julio Evola de quien es necesario revisitar su
extraordinario Révolte contre le monde moderne 17 para profundizar aún más en la
17 Precisamente, Evola, siguiendo a Nietzsche, en unas reflexiones que laten, por ejemplo, en
el excelente análisis que realizó Philippe Nemo del problema del mal en su Job et l’excès du
mal nos indica que es la ciencia moderna la que “ha degradado y democratizado la noción
misma de saber, instalando el criterio nivelador de lo verdadero y lo cierto fundado sobre el
mundo sin alma de los nombres y sobre la superstición del método positivo, indiferente a
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filosofía defendida de Sábato y apuntar con precisión a las razones, el cómo y
porqué a través del triunfo del racionalismo y del individualismo consecuente,
el hombre fue apartándose del mundo supra-mundano que, en el fondo,
suponía esclavizarse.
En realidad, Sábato no descubre nada nuevo. Simplemente se ayuda del
corpus gnóstico que, por fuerza de una especie de milagro divino, fue
rescatado en su mayor parte, precisamente en el siglo XX, como una especie
de tesoro oculto donde los hombres pudieran alzar la vista a las razones de la
autodestrucción, la bomba atómica, la guerra. Y es por ello –entendiendo,
como creo se ha ido demostrando en este trabajo, que Sábato se apoya en la
gnosis, desde la condición exiliada de su emplazamiento en América, la
cainita– que me parece lógico que utilice, entre otras, la vía de la videncia –
véase aquella reunión en Abaddón en que varios espiritistas se reúnen
intentando enfrentarse a la fuerza que le hace imposible y se rebela ante los
esfuerzos creativos de Sábato por atraparla, denunciarla– para llegar a
enfrentarse al señor de los dos ámbitos: el demonio.
Precisamente, como ha destacado Élisabeth Laborde-Nottale en su
intrigante Le voyage et l’inconscient, en la mayoría de los casos el manejo, arte e
instrumento de “la videncia podría aparecer como el efecto de una depresión
de la infancia, depresión ligada a una separación, a un luto o a un sentimiento
de exclusión y de soledad”. 18 Por lo que es lógico que sea esta vía la tomada
por el Caín americano, en trance de superar su falta y comenzar a despojarse
de sus vestiduras, sus ansias posesivas de madre o de carne que representa
Sábato; o la elegida por tantos escritores hispanoamericanos para devolver al
mundo occidental el reflejo real del mundo espiritual que han intentado negar
donde se libra una batalla tan procelosa como en la tierra entre los demonios y
los ángeles, en este caso, por el alma del ser humano.
todo lo que presenta (…) un carácter cualitativo y que tenga valor de símbolo. Es la ciencia
la que, huyendo de las tinieblas de la ‘superstición’ y de la ‘religión’, expandiendo la imagen
de la necesidad natural, ha destruido progresivamente y objetivamente toda posibilidad de
comparación sutil con la fuerza secreta de las cosas, es ella la que ha alejado al hombre de la
voz de la tierra, de los mares y de los cielos (…) Es la ciencia la que (…) ha hecho nacer la
más peligrosa tentación a la que el hombre puede ser sometido: (…) confundir poder y
fantasma de poder”, en Julius Evola, Révolte contre le monde moderne (Paris: Éditions L’Age
d’Homme, 1991), 337. (Traducción hecha por el autor). De hecho, la teoría de Evola,
mucho más rica y aguda en verdad que la de Sábato, precisamente desde el punto de vista
científico, coincide en tantos puntos con la de Sábato que es imposible negarle un referente
sobre muchas de las más caras ideas del autor argentino.
18 Élisabeth Laborde-Nottale, La voyance et l’inconscient (Paris: Éditions du Seuil, 1990), 175.
(Traducción hecha por el autor).
A LEJANDRO  H ERMOSILLA  S ÁNCHEZ
Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 40
Es esta vía anímica y espiritual, en suma, la única que puede abrir la
comunicación entre dos hermanos opuestos pero que deberían ser
complementarios, Occidente y América, el día y la razón, la noche y la rabia; y
llevarlos a encontrar una tercera vía, acaso la oriental, o la que marca el destino
de Seth, ni víctima ni asesino, y es, en muchos de los sentidos, la vía sugerida
por Cristo o el Buda. Además es también una manera de bifurcar la palabra
perdida del Caín americano, despojarla de su poder de significación tantas
veces cuestionado y marchito y llevar a esta lengua, que es un cuerpo en que el
hombre se pierde y se arraiga hasta perderse en él, a disolverse en un camino
espiritual. Una manera de permitir al alma regresar al lugar donde partió, tierra
occidental, para luego retornar al cuerpo tomando conciencia que la batalla
cainita no ha de cernirse al deseo de regreso al cuerpo materno porque la
madre es universal, inclusiva y jamás excluyente, sino de ser capaces de
transcendernos a nosotros mismos, sea cual sea nuestra ubicación en el
mundo. Esto es, intentar afirmar el espíritu a través de la carne que es la más
enjundiosa lección que nos ha donado El libro del buen amor. De hecho, pienso
que esta es la gran posibilidad planteada, como bien supo el surrealismo, por el
advenimiento de Cristo y creo que esta es una de las últimas lecciones y la más
dificultosa tarea con la que en la interpretación de muchos de los rituales
gnósticos, se ha encontrado la crítica. Nos dice, por ejemplo, María Rosa Lojo
en su esclarecedor artículo “Elaboración del mito gnóstico en Abaddón el
exterminador” que muchos de “los adeptos al gnosticismo y del catarismo
(…) en (su) convicción de que el espíritu pertenecía al mundo de la Luz, y el
cuerpo al de las Tinieblas”, llegaron a realizar orgías dotadas de un sentido
ritual, en que se adoraba “el semen (y aun (…) la secreción genital femenina)
donde se suponía que se hallaba cautiva la Luz”. 19 Si bien, en este signo se ha
querido leer muchas veces como un signo absoluto de rechazo al cuerpo, yo,
en realidad, lo entiendo como una manera incestuosa pero gozosa de
transgredir la ley mosaica e incitar a descubrir el ánima sexual, trascenderlo.
No importa tanto la ley que obliga únicamente a procrear y dejar
descendencia, sino importa que el acto en sí se vea dotado de un sentido
supra-mundano y evanescente por el que, el hombre, como el Cristo, afirma la
resurrección de la carne, la verdad transformadora del amor, a partir de su
posibilidad de dotar de una dirección espiritual al acto sexual. Porque lo que se
encarga de recordarnos Sábato es que al Cristo o al conocimiento no podemos
llegar a través de texto o razón alguna sino a través del inconsciente que es el
dominio del sueño, del mito frente a la ley del principio de realidad. En este
sentido, Sábato está mucho más cerca de Jung que de Freud, que no pudo
19 María Rosa Lojo de Beuter, “Elaboración del mito gnóstico en Abaddón el exterminador”,
Revista Universitaria de Letras Argentina III, 2 (octubre-noviembre 1985): 311.
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44  41
evitar en su aproximación a los sueños intentar regular una interpretación de
los mismos en torno a una ley que, más tarde fue ciencia, y que en la obra de
Jung, al contrario, se forjan como realidad arquetípica que invade al individuo
y cuya presencia no puede eludir si quiere aprehender la realidad en su
totalidad, libérrima y plurívoca, más allá de toda ley. En realidad, ésta es la
lucha y el debate que, en Abaddón, enfrenta a Sábato y a Beba con el doctor
Arrambide y, en ciertas ocasiones, entre ellos mismos. Una realidad basada en
una ley inamovible, o una ley que se mueve constantemente acorde con el
ciclo planetario, la mítica, que deja siempre una puerta abierta al hombre para
poder reinventarse, una puerta de salida por la cual preguntarse acerca de su
origen y esencia, en el sentido de que no le impone comportamiento alguno
sino que le abre la posibilidad de “un descubrimiento” y, a partir del mismo, le
propone un conocimiento: una gnosis. Esto constituye un problema de radical
importancia en el país argentino en cuanto aceptar esta segunda vía –que ya en
parte representa América con su mero existir– porque significa atestiguar el
pneuma divino y el temperamento y capacidad proféticas que permitirían
liberarse de la esclavitud material a la mayoría de sus habitantes, consiguiendo
imponer, al fin, su voluntad al poder. Desde luego, era un tema de radical
importancia en un momento crucial para el país argentino, como el momento
de la escritura de Abaddón, cuando las dictaduras se sucedían al tiempo que se
radicalizaba la lucha ciega de los rebeldes –en cuanto esta vía prefiguraba el
contraataque feroz y sin piedad de las potencias abelinas– para derrocarlas.
L A CLAVE APOCALÍPTICA
En realidad, y como he intentado demostrar, es a través de ese camino que
Sábato llega de una manera alucinada, demente, prácticamente inaudita; a
pronosticar, en mi opinión, los sucesos del terrible recuerdo que degeneró en
la historia de los desaparecidos. De hecho, en aquella fascinante escena que
abre la novela, en la que Barragán observa el dragón apocalíptico de siete
cabezas levantarse sobre el cielo de Buenos Aires, ya se encuentran predichos
estos sucesos. Es decir, cuando Sábato muestra al dragón cernirse en un rojizo
amanecer sobre el rostro de Barragán y el mismo pronuncia sus famosas
palabras –ya más avanzada la novela– para decirnos aquellas escalofriantes
palabras: “Porque el tiempo está cerca, y este Dragón anuncia sangre y no
quedará piedra sobre piedra. Luego, el Dragón será encadenado”, 20 yo no
puedo evitar leer en ellas no una profecía sobre el mundo, sino sobre el futuro
20 Ernesto Sábato, Abaddón el exterminador, en Obra Completa Narrativa (Buenos Aires: Seix
Barral, 2000), 869.
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 42
de la Argentina. Es decir, veo allí representados los hechos trágicos ocurridos
en la matanza de Ezeiza el día del frustrado retorno de Perón a la Argentina, la
transición sangrienta y las luchas continuas entre las tropas revolucionarias y el
gobierno de Isabel Perón, la llegada de Videla a la presidencia, el posterior
advenimiento de Galtieri y, finalmente, el encadenamiento del dragón: la
instauración de la democracia en el año 1983 y el advenimiento al poder de
Raúl Alfonsín. Creo que se me podrá discutir esta interpretación, pero si
leemos –en clave simbólica y argentina– toda la obra de Sábato, nos damos
cuenta de que, en realidad, Barragán apunta a esto. Ahí radica la gran
genialidad, la absoluta locura y maravilla de Abaddón a la que pocos han
podido encontrar el sentido exacto que la premió como una de las obras más
reveladoras, apocalípticas y verdaderas que se han escrito en este siglo. Y no
estamos hablando, en este caso, de literatura. Estamos hablando del mal en su
dimensión ontológica y de la capacidad que el hombre tiene, por medio del
arte, de adelantarse a él, vencerlo y predecirlo.
Como sabemos, en el Apocalipsis de San Juan se nos dice que la bestia de
la Tierra, a la cual llama el dragón demoníaco celeste, para inundar su fuego de
perdición para la tierra es representado por la cifra seiscientos sesenta y seis.
Como han indicado muchos exegetas del Apocalipsis, tomando como base el
alfabeto hebreo una vez que ni en el hebreo ni en el griego existen signos
gráficos especiales para indicar los números, se cree que este número viene a
designar un nombre: César Nerón. Un hombre a quien todos recordamos, que
se le atribuye haber perseguido enconadamente a los cristianos.
Creo que no hace falta recordar de nuevo el encono de Perón hacia el culto
católico que motivó, como únicamente lo sabe el loco Barragán de una
manera inconsciente y translúcida, la quema de las iglesias a las que asistimos
en Sobre héroes y tumbas y ayudó a destapar uno de los sellos del Apocalipsis.
Desde luego, volver a llamar la atención sobre la figura Cesarea Perón, tal y
como la visualiza Sábato en su narrativa, parece innecesario. Ahora bien, lo
que sí debemos resaltar es que dos meses después del advenimiento de la
visión de Barragán, el peronismo, como sabemos tras ser liberado de su
proscripción, triunfó de nuevo en Argentina, gracias a Cámpora, lo que
significó el cauce perfecto para hacer retornar de nuevo a Perón al país desde
su exilio en la España fascista de Franco. De esta manera, el 20 de junio de
1973 –prácticamente 20 años después, exactamente, de aquella quema de
iglesias acaecida el día 16 de junio y de la excomunión de Perón por la iglesia
católica– se produjo su vuelta frustrada que acabó desencadenando la famosa
matanza de Ezeiza que anunció de una manera ya inevitable, una vez muerto
Perón, el advenimiento del más terrible dragón: la dictadura de Videla de la
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que, por ejemplo, aquellos sucesos del famoso motín de Trelew en el año 1972
y su posterior represión por las fuerzas armadas argentinas habían sido solo un
presagio.
No es vano, que volvamos a leer el prólogo a Nunca Más, así se entenderá
más todavía y en su justa medida todo el sentido del hacer narrativo de Sábato,
y se recobrará el justo sentido de toda la obra narrativa sabatiana. Una ofrenda
a la memoria en contra del olvido que es la única posibilidad de instaurar el
perdón en la tierra, el año jubileo o el shabbat de toda una sociedad consagrado
a la paz y que permitiría comenzar a vislumbrar el reino crístico. Precisamente,
el Apocalipsis de San Juan apunta que para poder descifrar y llegar a conocer
el nombre de la bestia, se necesita sabiduría, una gnosis. No creo, como
hemos podido ir observando, que esa gnosis sea necesaria para realizar una
mera identificación formalista entre aquella bestia del Apocalipsis y el César,
Perón o, más tarde, Videla, sino en cuanto nos permite recordar que todo
aquel país o individuo que se sume en el olvido, el camino de la ignorancia
según la gnosis, acaba por ser esclavo del diablo, cuya realidad queda así
atestiguada. Como, en parte, hemos ido observando en Abaddón, reconocerse,
entonces, huérfano, lejos de hacernos más débiles, nos introduce en esa gnosis
planteada por el Apocalipsis de San Juan para que pueda ser instaurada la vía
del perdón, vencida la bestia y el dragón primordial del mal, y llegue
resplandeciente la luz del cordero a los hombres al tiempo que el diablo cae a
la tierra como un relámpago vencido por la reminiscente luz del conocimiento,
la sabiduría, la gnosis.
Más de veinte años después de la aparición del libro Nunca Más, si de algo
debe estar satisfecho el país argentino es de, a pesar de todos los males,
desgracias y pesares, haber dejado abierta la vía democrática, la del diálogo y
no haberse dejado sumir de nuevo en la vía dictatorial. Creo que, en suma,
esta realidad y ya no mito alguno, es suficiente para seguir demostrando el
poder valioso de todo arte cuya gnosis, considerada irracional por los
parámetros cartesiano-racionales científicos, no deja lugar a dudas a partir de
qué factores debe comenzar a construirse una sociedad.
El primero de ellos, la memoria; el segundo, la aceptación de quiénes
somos; y el tercero, la aceptación del hermano, sea este de la raza o credo que
sea, disponga de más o menos posesiones que nosotros, pues, en suma, lo que
enseña toda gnosis al Caín que todos somos es a ir poco a poco
desposeyéndose de sus deseos y “ego”, ir poco a poco apartándose de la
madre tierra Eva, para comenzar a percibir aquella vida que fuimos y podemos
volver a llegar a ser en el seno del pléroma. Una vida instaurable y posible en
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 44
el seno de las sociedades como mostró la venida de Cristo; si Caín decide
olvidarse de vengar su afrenta diabólica y se decide a profundizar en la llama
que late en su corazón; la pesadilla de toda razón, como comprendiera Goya,
novelase Malraux y atestiguara Sábato en una obra que debería ser releída de
tiempo en tiempo si queremos comprender cuál es la fuerza última y definitiva
que instaura el tiempo de la paz: la vía del recuerdo total.
Alejandro Hermosilla Sánchez
Universidad de Murcia
Dirección: Avda. Teniente Flomesta, nº 5
30003 Murcia
ESPAÑA

Recibido: 11 de diciembre de 2006
Aceptado: 25 de octubre de 2007

martes, 17 de junio de 2014

Horacio Castellanos Moya: la voluntad de estilo Por Roberto Bolaño.


Horacio Castellanos Moya: la voluntad de estilo
Por Roberto Bolaño

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La primera persona que me habló de Castellanos Moya fue el escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, después de comernos una paella en Blanes en compañía del crítico español Ignacio Echevarría. La segunda persona que me habló de él fue Juan Villoro. De esto ya hace algún tiempo. Por supuesto, intenté buscar, sin mucha esperanza, sus libros en dos librerías de Barcelona y tal como era previsible no los encontré.
Poco después recibí una carta del mismísimo Castellanos Moya y a partir de entonces mantenemos una correspondencia irregular y melancólica, por mi parte teñida además de admiración por su obra, que poco a poco ha ido engrosando mi biblioteca. Hasta ahora he leído cuatro de sus libros. El primero fue El asco, tal vez el mejor de todos, el más crepuscular, una larga perorata en contra de El Salvador, y por el cual Castellanos Moya recibió amenazas de muerte que lo obligaron a partir, una vez más, al exilio.
El asco, por supuesto, no es sólo un ajuste de cuentas o la expresión de profundo desaliento de un escritor ante una situación moral y política, sino también un ejercicio estilístico, la parodia que hace Castellanos Moya de ciertas obras de Bernhard y también una novela para morirse de risa.
Lamentablemente en El Salvador muy pocas personas han leído a Bernhard y aún muchas menos mantienen vivo el sentido del humor. Con la patria no se juega. Esa es la divisa y no sólo en El Salvador, también en Chile y en Cuba, en Perú y en México, e incluso en Austria y más de otro país o región europea. Si Castellanos Moya fuera bosnio o kosovar y hubiera escrito y publicado este libro allí, seguramente no hubiera tenido tiempo de tomar el avión. Aquí reside una de las muchas virtudes de este libro: se hace insoportable para los nacionalistas. Su humor ácido, similar a una película de Buster Keaton y a una bomba de relojería, amenaza la estabilidad hormonal de los imbéciles, quienes al leerlo sienten el irrefrenable deseo de colgar en la plaza pública al autor. La verdad, no concibo honor más alto para un escritor de verdad.
El segundo libro que leí fue la novela La diabla en el espejo, una novela negra, en realidad una novela negrísima, narrada sin embargo por una megapija o una síutica o una pituca de San Salvador, después del fin de la guerra civil, cuando el país ha entrado de lleno en el capitalismo salvaje. La asesinada es una amiga de la narradora, esposa de un empresario. La voz de la narradora, una voz llena de tics, una voz absolutamente lograda, que nos lleva de una habitación semioscura a otra habitación más oscura y así paulatinamente hasta una habitación en la oscuridad total, no es el mayor de sus logros. Este libro, según creo, es el primero que Castellanos Moya publicó en España, en la pequeña editorial Linteo.
El tercero que leí también está publicado en España, en Casiopea, otra editorial pequeña. Se trata de una reedición de El asco, precedida de dos relatos largos: Variaciones sobre el asesinato de Francisco Olmedo, un texto que sin duda merecería estar en cualquier antología del relato actual latinoamericano, y Con la congoja de la pasada tormenta. Ambos relatos indagan en el basural de la historia, y su planteamiento es conjetural, como en las novelas policiacas, pero su desarrollo es en cascada (y desde el primer momento) hacia un horror vagamente familiar, que todos conocemos o del que todos hemos oído hablar.
El último libro de Castellanos Moya que cayó en mis manos es la novela El arma en el hombre, editada por Tusquets México, que prolonga en cierta manera asuntos ya tratados en La diabla en el espejo, algunos destinos que en aquella novela eran marginales o estaban apenas esbozados y que aquí asumen el protagonismo, como Robocop, un ex soldado de un batallón de choque, que al final de la guerra se queda sin trabajo y que decide (o tal vez otros deciden por él) convertirse en asesino a sueldo. Una de sus víctimas es la señora de Trabanino, la amiga íntima de la narradora de La diabla en el espejo, y un crimen que también sale a relucir de pasada en El asco, a tal grado que se podría decir que el asesinato de esa pobre ama de casa burguesa constituye uno de los vértices de la narrativa de Castellanos Moya. Los otros vértices son el horror, la corrupción y una cotidianidad que tiembla en cada una de sus páginas y que hace temblar a sus lectores.
Horacio Castellanos Moya nació en 1957. Es un melancólico y escribe como si viviera en el fondo de alguno de los muchos volcanes de su país. Esta frase suena a realismo mágico. Sin embargo no hay nada mágico en sus libros, salvo tal vez su voluntad de estilo. Es un sobreviviente pero no escribe como un sobreviviente.

(Artículo reproducido en el periódico Milenio Diario, México)

domingo, 15 de junio de 2014

Alberto Cañas Escalante cc "Don Beto" (16 de marzo de 1920-14 de junio del 2014).


ALBERTO CAÑAS ESCALANTE.

Nacimiento     16 de marzo de 1920
Fallecimiento     14 de Junio de 2014
Nacionalidad     Costarricense
Ocupación     Escritor, periodista, político, abogado, diplomático
Partido político     Partido Acción Ciudadana

***
Alberto Cañas Escalante (San José, Costa Rica, 16 de marzo de 1920 - ibídem, 14 de junio de 2014)1 fue un político, escritor, intelectual, académico universitario, funcionario público y periodista costarricense. Es considerado una de las figuras trascedentales de la vida cultural, política y social de la segunda mitad del Siglo XX en Costa Rica. [cita requerida] Fue viceministro de Relaciones Exteriores (1955-1956), embajador (1956-1958) y dos veces diputado (1962-1966 y 1994-1998). Además, fue el primer Ministro de Cultura, Juventud y Deportes (1970) y director de los periódicos Diario de Costa Rica y La República. También en el campo periodístico se desempeñó como editor de Excelsior y columnista en La Nación, La Prensa Libre y el Semanario Universidad. Fue bisnieto del General José María Cañas. Falleció a los 94 años tras complicaciones con una intervención quirúrgica.

Biografía

Nacido en San José, su hermana le enseñó a leer a los tres años.

Realizó la educación primaria en el Edificio Metálico, la secundaria en el Liceo de Costa Rica, donde se graduó en 1937. Estudio Derecho en la UCR, y se graduó como abogado en 1944 con una tesis sobre partidos políticos. En 1944 entra a trabajar en el Diario de Costa Rica. Es de la misma generación de Rodrigo Facio, Carlos Monge, Gonzalo Facio, Jorge Rossi Chavarría, Daniel Oduber, Hernán González, unido ideológicamente al grupo de intelectuales que después de la Revolución de 1948 cambiaron la fisonomía política costarricense.

Su preocupación por las cuestiones sociales lo impulsó a ingresar en el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, y a desarrollar una carrera periodística. Fundó y dirigió el diario La República en 1950 y más tarde se hizo asimismo cargo del Excelsior.
Trayectoria política

En el campo político fue Embajador de Costa Rica en las Naciones Unidas de 1948 a 1949, durante la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Además fue viceministro de Relaciones Exteriores en el período de 1955 a 1956, diputado por San José, jefe de fracción parlamentaria del Partido Liberación Nacional de 1962 a 1966. De 1970 a 1974 fue el primer Ministro de Cultura, Juventud y Deportes. Durante su administración desarrolló una labor editorial de rescate de los valores culturales y literarios costarricenses. [cita requerida]Fue Presidente de la Asamblea Legislativa de Costa Rica en 1994. Miembro fundador del Partido Acción Ciudadana (fundado en 2000) del que sería presidente e integrante de su comisión política.
Trayectoria académica

Fue el fundador de la Compañía Nacional de Teatro en 1971. Entre sus muchos cargos se encuentran ser profesor de teatro, de la Facultad de Ciencias y Letras, de la escuela de Ciencias de la Comunicación, de la cual fue además promotor y creador.

Fue Presidente de la Asociación de Periodistas en 1952, Presidente de la Editorial Costa Rica desde 1960 y, por varios años, Presidente de la Asociación de Escritores (1960-1961), Miembro de la Junta Directiva del Seguro Social en 1989, entre muchos otros. Actualmente es Presidente de la Academia Costarricense de la Lengua, institución que reúne a los principales intelectuales del campo literario de Costa Rica.
Galardones

Entre sus múltiples galardones se encuentran el Premio Magón de Cultura en 1976, el Premio García Monge y muchos Premios Aquileo Echeverría.2 Recibió un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Estatal a Distancia y ha recibido la condecoración "Comendador de la Orden de Liberación de España" en 1951, la "Gran Cruz de la Orden de Vasco Núñez de Balboa de Panamá" en 1957 y la condecoración "Stella della Solidarieda Italiana de la Classe" en 1959. Recientemente ha recibido el premio Pio Viquez de Periodismo en el año 2012, en reconocimiento de su larga carrera como periodista. Se mantuvo activo como docente hasta su muerte.

Fue presidente y miembro permanente, junto con otras 20 personalidades literarias del país, de la Academia Costarricense de la Lengua; además, presentador del programa "Así es la cosa" en Radio Monumental junto con Fernando Durán y Álvaro Fernández y autor de la famosa columna periodística Chisporroteos, que durpi más de 40 años tocando temas de actualidad nacional y haciéndole quedar como uno de los formadores de opinión más respetados del país.

Además, se desempeñó como profesor de la Universidad de Costa Rica en las carreras de la Facultad de Ciencias Sociales.
Fuente: Wikipedia.

sábado, 14 de junio de 2014

Novela: "Belfegor o la ira del Diablo". (Fragmento).



" LA ENVIDIA. (1979-1986). San José, Costa Rica.

"Cuando el demonio Malfas llegó – como parte de nuestros rituales- a dejar los cafés negros y bien cargados que noche a noche le solicitaba para Nabero y mi persona, nos encontró acomodando un grupo de papeles de mis últimas novelas no publicadas todavía.
Acomodar papeles y en un orden establecido, era señal inequívoca que nos trasladaríamos de Rutland-Hall. Entonces, el demonio Malfas preguntó:

- A dónde iremos, usia? Y, sin quitar la vista de los documentos que preparábamos para el viaje, Nabero contestó primero que mi persona:
- A un minúsculo país en donde la Envidia es más grande que su territorio. El señorito Deford tendrá que dar unas charlas literarias y allí está... el deseo de la Envidia que es una locura. A todos los escritores de ese minúsculo país los embarga la Envidia.
- ¿A Todos? Preguntó con curiosidad Malfas que se sentó en un taburete para escuchar mejor la explicación.
- A todos! Primero, iremos a Nicaragua. Allí, el joven Deford lo condecorarán por su posición beligerante ante la problemática social centroamericana. Se reunirá con los presidentes de esta pobre Región Centroamericana, esta región que no posee nombre, ni existe para el resto del mundo, no está en los mapas. Ahora lo está por un asunto coyuntural y político – el asunto de la Revolución Sandinista y la caída del dictador Somoza- pero, una vez que pase el acontecimiento, de las celebraciones, los abrazos y el festejo termine, todo volverá a ser igual. Dijo Nabero. El demonio Nabero hizo un descanso y dejando de acomodar los folios, se sentó en uno de los taburetes. Continuó hablando: es una pobre región, quizá la región más tristemente olvidada por el mundo y por la misma latinoamérica.
- ¿Olvidada por los latinoamericanos? Preguntó Malfas.
- Es que es minúscula, es lo único que conozco. Comenté.
- Cierto. Por ejemplo, Costa Rica cabe en México 38 veces, y Centroamérica dentro del territorio mexicano, más de 3 veces... en realidad es minúscula. E igual con Argentina, Costa Rica es 54 veces más pequeña y Centroamérica cabe en el territorio argentino 5 veces. Dijo Nabero.
- Ni que lo diga su eminencia, ya me entero. Dijo Malfas.
- ¿Es un llamado internacional? Supongo pero, no sucederá nada, seguirá no contando para el resto de Latinoamérica. Dijo Nabero.
- Se reunirán políticos de todo el mundo, se reunirán jefes de Estado, embajadores, Europa estará presente pero, dentro de 34 o 40 años más adelante todo será igual: miseria tras miseria. Los que derrocan al tirano, se volverán tiranos a la vez. y, nadie dirá nada. Los gobiernos de todo el mundo mirarán, se aprestará atención pero, después todos se olvidarán de Centroamérica. Se justificará lo hecho por el nuevo dictador. Y la violencia ha de regresar... Era el orgulloso Aamon, Príncipe de la Soberbia, conocedor del pasado y del futuro de la Humanidad, quien al escuchar voces en el Scriptorium en un pafff y sin pedir permiso llegaba. Su ojo verde brillaba más de lo normal aquella noche – o eso me pareció- y su ojo café que siempre permanecía en una aquiescencia inesperada empezó a brillar también. Continuó Aamon. Primero, Usia – y ya me informé- tendrá que estar en Nicaragua y luego, ¿llegará a Costa Rica?
- Un país más diminuto que Nicaragua pero gigante en la Envidia. Y no había terminado de hablar Nabero y el demonio Goodfellow llegó en un pafff como lo hacía minutos antes Aamon. Y poco a poco, sin que se propusiera una reunión en el Scriptorium esa noche, los demonios en asamblea hablaron del nuevo viaje que nos esperaba.
- ¿Envidia? ¡La envidia no posee tamaño riguroso, preciso! Es grande grande grande o es pequeña pequeña pequeña, más pequeña que un grano de arena pero, puede ser grande grande grande como el Everest, jejeje. ¡ Y qué frío hace! Dijo Goodfellow. Agregó pensativo: espero, espero, eminencias que no haga tanto frío en la Región Centroamericana...
- Pues, no lo creo, no, sé que no hará frío... se repetía Esfria frotando sus mancuernillas de oro.
- Y ya tengo noticias... en efecto, la Envidia corroe el alma de los escritores en ese país. ¡Todos se envidian! Jejejeje. Dijo ahora Goodfellow.
- Todos se envidian? Preguntó Aamon estirando el cuello como un ganso. Agregó: pero, ¿cómo se puede envidiar el torpe y el mediocre?
- Pues, todos se envidian. Es una enfermedad. El que posee talento, envidia al que no lo posee porque, en ocasionesl los demás envidiosos adrede ensalsan al mediocre y el mediocre posee más atención que el talentoso, entonces el talentoso se siente humillado. Además, el mediocre hace toda esta fanfarria porque se sabe mediocre. Justificó Goodfellow.
- ¿Pero, existe talento en ese país? Dijo Nergal con tono preocupado.
- ¡Muy poco! A lo que tengo de informe, muy poco por no decir que no existe del todo. Dijo Malfas, que se había retirado hacia la biblioteca de la Rutland-Hall para tener más información de la región Centroamericana. Acá tengo este libraco.
- ¿Y qué dice? Preguntó Nabero.
- No mucho, no mucho. Respondió Malfas, dice tanto como la receta para hacer unas tostadas con café, jejeje". (FRAGMENTO. NOVELA: BELFEGOR O LA IRA DEL DIABLO).

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