sábado, 31 de marzo de 2012

William Butler Yeats. Premio nobel de literatura 1923.


De este gran escritor irlandés, actualmente poco leído les recomiendo a mis amigos blogueros el libro: EL CREPÚSCULO CELTA, TRADUCCIÓN DE JULIÁN MARÍAS.


Se ha comentado sobre este libro que:
RESEÑA:
Uno de los grandes problemas de la vida es que no podemos tener ninguna emoción pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta, y en nuestro amor algo que nos desagrada. Es este enredo químico lo que nos hace viejos, y nos arruga la frente y hace más profundos los surcos de nuestros ojos. Si fuéramos capaces de amar y odiar con tan buen corazón como los Sidhe, podríamos volvernos tan longevos como ellos. Pero hasta que llegue ese día sus incansables gozos y pesares siempre habrán de constituir la mitad de su fascinación. En ellos jamás se agota el amor, y las órbitas de los astros no pueden rendir a sus pies danzantes. Los campesinos de Donegal se acuerdan de esto cuando se doblan sobre la pala, o se sientan junto a la criba, al anochecer, absortos en la pesadez de los campos, y cuentan historias sobre lo que no se puede olvidar.

De El crepúsculo celta.
Asimismo, me he visto tentado poner otras fuentes de información sobre Yeats en el blog, sin embargo, de todas - es mi opinión personal- que la Wikipedia sintetiza la vida y obra literaria en pocas páginas.

William Butler Yeats

De Wikipedia, la enciclopedia libre
William Butler Yeats fotografiado en 1911 por George Charles Beresford.
William Butler Yeats (Dublín, 13 de junio de 1865 - Roquebrune-Cap-Martin, Francia, 28 de enero de 1939), poeta y dramaturgo irlandés. Envuelto en un halo de misticismo, Yeats ha sido una de las figuras más representativas del renacimiento literario irlandés y fue uno de los fundadores del Abbey Theatre. También ejerció como senador. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1923.

Contenido

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[editar] Biografía

[editar] Primeros años

William Butler Yeats nació el 13 de junio de 1865 en Georgeville, cerca de Saymount Castle, en Dublín (Irlanda), como hijo del pintor John Butler Yeats y de Susan Pollexfen Yeats, de una familia angloirlandesa de comerciantes protestantes. Su abuelo, llamado también William Butler Yeats, era rector de la Iglesia Irlandesa, pero su padre era un nacionalista escéptico y ateo. El carácter del joven poeta combinó ambos mundos en un extraño misticismo que le permitía a la vez rechazar la religión tradicional y el cientifismo estéril. El biógrafo Richard Ellmann escribe al respecto: Eligió una fe excéntrica en algún lugar entre las creencias ortodoxas de su abuelo y los descreimientos no ortodoxos de su padre.
Monte Benbulben, en Sligo, Irlanda.
En 1867, a los dos años, Yeats se trasladó con su familia a Londres, al número 23 de la calle Fitzroy. Allí permaneció apenas cinco años, pues en julio de 1872 regresó con su madre y sus hermanos al condado irlandés de Sligo, a la casa de sus abuelos William y Elizabeth Pollexfen en Merville. Allí se empapó de los cuentos de hadas que contaba la gente sencilla de Irlanda; su misma madre le contó muchas historias de duendes y gnomos, mientras que los campesinos relataban experiencias con la "gente pequeña". Sin duda este periodo marcó para siempre su carácter, como él mismo admitió: El lugar que realmente tuvo mayor influencia en mi vida fue Sligo.
En octubre de 1874 regresa de nuevo con su familia a Londres y se instala en Edith Villas. Allí su padre se relaciona con un grupo de pintores de la Hermandad Prerrafaelista. En la primavera de 1877 William comienza sus estudios en la escuela londinense de Godolphin de Hammersmith, pero ante el escaso éxito de su padre como pintor marchan en el verano de 1881 a Balscadden Cottage, en Howth, cerca de Dublín. Yeats comienza a escribir y leer poesía. Estudia en la Erasmus Smith High School hasta diciembre de 1883,de forma poco aplicada y distraída, ya que lo único que parecía interesarle de verdad era la poesía.
En 1884 intentó en vano acceder al Trinity College; más tarde y a su pesar ingresa en la Escuela Metropolitana de Arte de Dublín, donde estudia pintura. Allí conoce a George Russell (que usó el pseudónimo de AE), y este le inicia en el mundo de lo esotérico y sobrenatural. Comienza a escribir poesía simbolista y a experimentar con visiones y alucinaciones. Detesta la ciencia, a la que veía en contraste directo con la poesía, la belleza y la verdad, y, tras renunciar al credo protestante en 1880, empieza a sentirse atraído por el Budismo.

[editar] Teatro

En 1896 regresó a Irlanda, donde se integró en el movimiento del renacimiento literario de su país y entabló amistad con la dramaturga nacionalista lady Isabella Augusta Gregory, en cuya casa se hospedó a veces para recobrar su quebrantada salud y que lo sacó de la depresión a que lo había abocado el final de tan larga historia de amor; con su ayuda fundó el Teatro Abbey y la Compañía de Teatro Nacional Irlandés (1901), fundamentales en el desarrollo cultural de la Irlanda de esos años. Yeats escribió alguas piezas para esta compañía, de la que fue director hasta su misma muerte. Al principio su inspiración para estas obras vino de la mitología céltica irlandesa, frecuentemente en torno al héroe Cúchulainn, la heroína Deirdre y el Ciclo de Ulster, bajo una fuerte impronta simbolista; Yeats estrenó en total las siguientes piezas, por orden cronológico: La condesa Cathleen (1892, representada en 1899); El país de nuestros deseos (1894); Cathleen Ni Houlihan (1902); The Pot of Broth (1902); Las aguas tenebrosas (1900, estrenado en 1904); El reloj de arena (1903); En los siete bosques (1903); El umbral del palacio del rey (1904); On Baile's Strand (1904); Deirdre (1906), El Unicornio de las Estrellas (1907); El yelmo verde (1910) y El gato y la Luna. Agotado el modelo del teatro simbolista, con el que Yeats quiso enfrentarse al Naturalismo ibseniano que imperaba en los escenarios ingleses, intentó innovar asimilando ciertos influjos del teatro nō japonés, que empezaba a conocerse en Europa a través de las traducciones de su secretario, el también poeta Ezra Pound; incorporó la ritualidad que caracteriza esta dramaturgia, empleó máscaras y gestos e incluyó coros, danzas y música ceremonial. Los elementos simbolistas se hallaban en diálogos de tono poético en los que irrumpía lo místico y lo onírico. Las piezas compuestas en este periodo fueron reunidas en 4 piezas para baile (1921).
Estas audacias escénicas exigían un público experto y reducido, por lo que contribuyeron al desarrollo del teatro de cámara; sin embargo Yeats va evolucionando en su dramaturgia hacia estructuras y lenguaje más claros dejando en el camino parte de su misticismo y hermetismo.

[editar] Últimos años

Yeats en 1923.
Por entonces el poeta norteamericano Ezra Pound empieza a trabajar como secretario suyo y le descubre la literatura japonesa; tras conocer a una joven medium, George Hyde-Lees, Yeats compra una torre normanda en Kiltartan Cross y se casa con Hyde-Lees en 1918. Fue una buena decisión, pues puso en orden la vida del poeta y renovó su poesía incitándole a experimentar con la escritura automática. Tras la independencia de Irlanda, es elegido senador por este nuevo país en 1922 y permanece en el cargo hasta 1928. En 1923 recibe el premio Nobel de literatura.
Este fue el período más fecundo de Yeats, el de su madurez y vejez. Destacan los volúmenes de poesía El casco verde, Responsabilidades y Los cisnes salvajes de Coole, en los que se evidencia una profunda evolución de su lenguaje lírico, que se hace personal, vigoroso, exacto y deslumbrante. En 1925 escribió el tratado Una visión, donde expresa su creencia en la íntima relación entre la imaginación poética y la realidad universal. Según el historiador Giordano Berti (en Claves y secretos del Tarot, Barcelona, Salvat, 2005, p. 23) en esta obra, la más misteriosa del poeta irlandés, vive el recuerdo de la enseñanza esotérica de la Golden Dawn sobre el Tarot; las "28 incarnaciones", como explicaba Yeats, son fases de la transformación del ser. De este material nacieron, por sugerencia de su secretario Ezra Pound, hermosas colecciones poéticas como La torre (1928), La escalera de caracol (1933) y Últimos poemas y obras de teatro, que incluye el celebrado «Bizancio», con las que Yeats alcanzó el cénit de su lírica.
Su poesía, a pesar de su espíritu innovador, generalmente se caracterizó por su cuidado formal, el simbolismo y ciertos toques que anticipan el surrealismo. El 28 de enero de 1939 fallece en la localidad francesa de Menton a los 73 años.
Yeats consiguió liberar a la poesía irlandesa de la esclavitud a los moldes, géneros y temas de la poesía británica; rompió con la tradición de la poesía victoriana adscribiéndose al simbolismo y profundizó en él en busca de los arquetipos junguianos que subyacen en todas las culturas.

[editar] Premio Nobel

En diciembre de 1923 Yeats fue condecorado con el Premio Nobel de Literatura y sacó el máximo partido a la ocasión. Fue consciente en todo momento del valor simbólico de este premio en tanto que era un irlandés el galardonado, poco después de que Irlanda consiguiera la independencia, subrayando este hecho siempre que le fue posible. En respuesta a las muchas cartas de felicitación que recibió dijo: «considero que este honor no ha venido a mí tanto como individuo que como representante de la literatura irlandesa, este reconocimiento es parte de la bienvenida por parte de Europa al estado libre». En la lectura de su discurso de aceptación del Nobel en la Real Academia Sueca se presentó como estandarte del nacionalismo irlandés y de la independencia cultural irlandesa. Destacó esta idea con las palabras:
Los teatros de Dublín eran edificios vacíos contratados por empresas itinerantes inglesas, y nosotros queríamos obras irlandesas con actores irlandeses. Cuando pensábamos en esas obras pensábamos en todo lo que es romántico y poético, ya que el nacionalismo al que invocábamos- el mismo nacionalismo al que ha invocado cada generación en momentos de desánimo- era romántico y poético.
El premio conllevó un importante aumento de la venta de sus libros pues sus editores (Macmillan) lograron una importante publicidad. Por primera vez tuvo dinero y pudo pagar no sólo sus propias deudas, sino también las de su padre.

[editar] Obra

  • 1886 - Mosada
  • 1888 - Fairy and Folk Tales of the Irish Peasantry
  • 1889 - El peregrinaje de Oisin y otros poemas (The Wanderings of Oisin and Other Poems)
  • 1891 - Representative Irish Tales
  • 1891 - John Sherman and Dhoya
  • 1892 - Irish Faerie Tales
  • 1892 - La condesa Cathleen (The Countess Kathleen)
  • 1893 - El Crepúsculo celta (The Celtic Twilight)
  • 1894 - The Land of Heart's Desire
  • 1895 - Poemas (Poems)
  • 1897 - La Rosa secreta (The Secret Rose)
  • 1899 - The Wind Among the Reeds (El viento entre los juncos)
  • 1900 - Las aguas sombrías (The Shadowy Waters)
  • 1902 - Cathleen ni Houlihan
  • 1903 - Ideas of Good and Evil
  • 1903 - En los siete bosques (In the Seven Woods)
  • 1907 - Discoveries
  • 1910 - El yelmo verde (The Green Helmet)
  • 1912 - The Cutting of an Agate
  • 1913 - Poems Written in Discouragement
  • 1914 - Responsibilities
  • 1916 - Reveries Over Childhood and Youth
  • 1917 - Los cisnes salvajes de Coole (The Wild Swans at Coole)
  • 1918 - Per Amica Silentia Lunae
  • 1921 - Michael Robartes and the Dancer
  • 1921 - Cuatro obras para baile (Four Plays for Dancers)
  • 1921 - Four Years
  • 1924 - The Cat and the Moon
  • 1925 - Una visión (A Vision)
  • 1926 - Estrangement
  • 1926 - Autobiografía (Autobiographies)
  • 1927 - October Blast
  • 1928 - La Torre (The Tower)
  • 1929 - La escalera de caracol (The Winding Stair)
  • 1933 - La escalera de caracol y otros poemas (The Winding Stair and Other Poems)
  • 1934 - Collected Plays
  • 1935 - Luna llena en marzo (A Full Moon in March)
  • 1938 - New Poems
  • 1938 - Second Chance
  • 1939 - Last Poems and Two Plays (Obra póstuma)
  • 1939 - On the Boiler (Obra póstuma)

[editar] Véase también

[editar] Bibliografía

Sobre Yeats

[editar] Enlaces externos


Predecesor:
Jacinto Benavente
Premio Nobel de Literatura
1923
Sucesor:
Władysław Reymont

viernes, 30 de marzo de 2012

¿Cuántas horas escribe un escritor?

Disculpe, y usted: ¿cuántas horas escribe al día?

En la soda Guevara: nosotros escritores bisoños nos hacíamos la siguiente pregunta: ¿cuántas horas escribirá Sábato, Carlos Fuentes, Borges y otros grandes escritores? ¿Cuántas horas diarias le dedicaba Juan Rulfo a su "Pedro Páramo" cada noche después de una cruenta labor como periodista?  Yo no sé si alguno de mis amigos escritores y  de mi generación les mortificaba tanto la pregunta como a mi persona. Pero, al final, de muchos años he llegado a la conclusión que: " en el arte no existen fórmulas ni tiempos definidos para la escritura, cada escritor posee su propio ritmo de escritura, de creación". Depende demasiado del temperamento de la persona. Por ejemplo: Ernesto Sábato - cuando vino a Costa Rica y yo le conocí- dijo que él escribía cuando sentía que iba a "explotar". Otro, que no soportaba las horas de oficina, sino que escribía cuando se sentía con humor para hacerlo era: Juan Carlos Onetti, y si nos atenemos a su personalidad y su conversación tan pausada, suponemos que los arranques para su escritura serían bastante lentos.
Es decir, el temple que tuvo Thomas Mann, que día a día escribió tres horas diarias de 9 a.m. a 12 md. con su estilográfica muchos no lo han tenido. Otros  ejemplos de férrea disciplina diaria serían: Vargas Llosa que incluso, en una entrevista manifestó que le encantaba vivir largos períodos en Londres porque así, se podía concentrar mucho más en sus escritos y que, no tenía tantas distracciones como  en los países latinoamericanos o en España en donde abundaban los amigos. 
Por su parte el genio de Barranquilla, García Márquez, se pone unos invariables overoles - o eso lo hacía todavía hace unos años atrás- y procura escribir 6 horas diarias, - eso sí- interrumpidas en varias oportunidades. De Borges no tengo información pero supongo, que de igual manera le ocuparon muchas horas su vasta e intelectualísima obra literaria. Por su parte, conocemos, que Carlos Fuentes es un obsesivo e igual que sus amigos del boom en el período de París, escribió durante muchas horas sus obras más importantes.
   Otros, como José Donoso, abandonó por períodos su novela cumbre "EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE" por problemas de salud pero, para poderla terminar se avocó a la tarea por largas horas diarias en su elaboración.
Los ejemplos son interminables: lo que sí es cierto, es que un escritor para plasmar en cientos de páginas su obra debe de sentarse, ya sea en un café rodeado de muchas personas o en un estudio en solitario y ponerse a teclear o a escribir con su estilográfica períodos de tiempo bastante prolongados.

CONSTANCIA VS DISTRIBUCIÓN DE TIEMPO.
Yo pienso, y aquí existe un error de apreciación a todas las anécdotas contadas por la mayoría de los escritores y es: constancia vs distribución de tiempo, y que en muchas ocasiones induce a error. Me explico: "no ser constante en el quehacer literario" como apuntan muchos escritores, no quiere decir, que no se ocupen muchas pero muchas horas luego para la creación literaria.
   Es decir, estamos de acuerdo que quizá la mayoría de escritores no sean "escritores de oficina" que no realicen una labor diaria pero, si se suman los períodos de horas en la labor o en su quehacer literario, son más o menos las mismas horas que escribir en forma fraccionada todos los días. Porque al final, estos escritores "no de oficina" se tienen que sumergir en maratónicos esfuerzos de días o semanas por lo no hecho a cuenta gotas. !Al final: es cuestión de gustos la forma de elaborar una novela!
J.Méndez-Limbrick.
Escritor-abogado.

jueves, 29 de marzo de 2012

Premio Cervantes 2000 FRANCISCO UMBRAL Narrador, ensayista y columnista español (Madrid, 1935 - 2007)


Premio Cervantes 2000
FRANCISCO UMBRAL

Narrador, ensayista y columnista español
(Madrid, 1935 - 2007)

Natural de Madrid, ciudad que está
presente en gran parte de su obra, aunque pasó su difícil infancia en la provincia de
Valladolid. El despego y distanciamiento de su madre respecto a él habría de marcar
su dolorida sensibilidad. Fue muy tardíamente escolarizado; era, sin embargo, un lector
compulsivo y autodidacta de todo tipo de literatura. Empieza a trabajar a los catorce
años como botones.
Emprendió su carrera periodística, en 1958, en El Norte de Castilla promocionado por
Miguel Delibes, quien se dio cuenta de su talento para la escritura. Más tarde, se
traslada a León para trabajar en la emisora La Voz de León y en el diario Proa y
colaborar en El Diario de León. Años después desarrolló su faceta periodística en los
diarios Ya, El País, Diario 16 y El Mundo, diario en el que mantuvo de 1989 hasta su
muerte la columna titulada “Los placeres y los días”. Por estas crónicas diarias de la
vida española fue galardonado con el Premio de Periodismo Mariano de Cavia y, ya
en los años 80, con el Premio González Ruano de Periodismo, por su artículo El trienio,
publicado durante su etapa en El País.
En 1959 se casó con María España Suárez Garrido, posteriormente fotógrafa de El País,
y ambos tuvieron un hijo, «Pincho», que falleció con tan sólo seis años de leucemia,
hecho del que nació su libro más lírico, dolido y personal: Mortal y rosa (1975). Eso
inculcó en el autor un característico talante altivo y desesperado, absolutamente
entregado a la escritura, que le ha suscitado no pocas polémicas y enemistades.
En 1961 marchó a Madrid como corresponsal, donde frecuentaría la tertulia del Café
Gijón, en la que recibió la amistad y protección del escritor Camilo José Cela, gracias
al cual publicaría sus primeros libros. Describe esos años en La noche que llegué al
café Gijón. Se convertiría en pocos años en un cronista y columnista de prestigio,
actividad que alternaría con la publicación de novelas, biografías, crónicas y
autobiografías testimoniales. En 1981, hizo una breve incursión en el verso con Crímenes
y baladas.
Su experiencia periodística está reflejada en sus memorias Días felices en Argüelles
(2005). Entre los diversos volúmenes en que ha publicado parte de sus artículos pueden
destacarse, en especial, Diario de un snob (1973), Spleen de Madrid (1973), España
cañí (1975), Iba yo a comprar el pan (1976), Los políticos (1976), Crónicas
postfranquistas (1976), Las Jais (1977), Spleen de Madrid-2 (1982), España como invento
(1984), La belleza convulsa (1985), Memorias de un hijo del siglo (1986), Mis placeres y
mis días (1994).
Como articulista practicó una especie de costumbrismo antiburgués que no
renunciaba al yo más intensamente romántico e intentaba dar a lo cotidiano, en
palabras de Novalis, la dignidad de lo desconocido, mezclando calle y cultura e
impregnándose a veces de una desolada ternura. Como cronista político, Umbral hizo
gala, además, de una gran acidez y mordacidad y una increíble intuición para captar
los entresijos de los asuntos.
Como narrador es uno de los más prolíficos de entre los escritores españoles. “Uno de
los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX”, según Fernando Lázaro
Carreter. Y “el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual”, en
opinión de Miguel Delibes.
Su producción narrativa es tan extensa que se puede considerar que ha publicado de
dos a tres libros al año. Con Tamouré, obtuvo el Premio Nacional de Cuentos Gabriel
Miró en 1964. Su novela Balada de Gamberros, lo llevó a ser finalista del Premio
Guipúzcoa. Fue finalista de varios premios con sus cuentos Días sin escuela, Marilén
otoño-invierno y Si hubiéramos sabido que el amor era eso.
En 1975 obtiene el Premio Carlos Arniches de la Sociedad General de Autores y, ese
mismo año, el Premio Nadal de novela por Las Ninfas. En 1985 fue finalista del Premio
Planeta con su novela Pío XII, la escolta mora y un general sin un ojo, obra a la que
siguió Tatuaje, narración corta por la que obtuvo el Premio Antonio Machado en 1990.
Su novela Leyenda del César visionario obtuvo el Premio de la Crítica en 1992.
El 10 de mayo de 1996 recibe el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por ser “uno
de los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX”. En ese año se editaron
Capital del dolor y Los cuaderno de Luis Vives. De 1997 son sus obras La derechona y
La forja de un ladrón, novela con la que ganó el Premio Fernando Lara. En la lista de
premios cosechada por Umbral durante 1997 figuran, además de la Medalla de Oro
del Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Premio Nacional de las Letras que, por el
conjunto de su obra, le concede el Ministerio de Cultura.
El 12 de diciembre de 2000 recibe el Premio Cervantes, el mayor reconocimiento de la
literatura en lengua española. El Director de la Real Academia Española de la Lengua,
Víctor García de la Concha, miembro y portavoz del jurado, se refirió a Umbral
diciendo que es “un creador de lenguaje absolutamente original, difícil de imitar, que
ha cultivado todos los géneros”.
Publicó cerca de cien libros entre narración, ensayo, cuento corto, biografías, diarios
íntimos, recopilaciones de sus artículos periodísticos... Sus biografías (ensayos) sobre
García Lorca, Gómez de la Serna y Valle Inclán, entre otras, lo sitúan en la vanguardia
del ensayo literario español.



CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 2000
Discurso de FRANCISCO UMBRAL



Un hidalgo y un fantoche llenos de sol y de viento
Señor. Señora. Dignísimas autoridades. Señores académicos. Queridos Amigos.
YO, como don Quijote, “me invento pasiones para ejercitarme". Esta gentil declaración
de Voltaire encierra, me parece a mí, la más fina y sutil interpretación de Cervantes.
Porque Don Quijote no está loco y Cervantes mucho menos, eso lo sabemos desde el
principio del libro. Don Quijote es hidalgo cincuentón y soltero que, llegado a ese ápice
de la vida, decide pegar el salto cualitativo y cambiar la realidad de los libros por la
irrealidad de la vida, mucho más palpitante y vibrátil de lo meramente escrito. Don
Quijote principia, o casi, por hacer realidad una metáfora, los molinos que se parecen a
los gigantes, y arremete contra una realidad literaria que le desbarata, como tantas otras
le van a desbaratar a lo largo de su nuevo camino. Pero aprendamos esto: que Don
Quijote nunca se enfrenta sino contra metáforas del vivir, desface alegorías y yangüeses,
o reposa en unos duques, de modo que la locura empieza con la realidad y no antes.
Voltaire vio bien que el hombre en madurez o pega ese salto que digo o le coge ya la
postura a la vida, que es la muerte, y no dará más de sí. Don Quijote acierta con ese
momento en que se cambia de vida, de cabalgadura, de compañía -Sancho Panza- de
curas y bachilleres, de dueñas y sobrinas, del mismo sol en las mismas bardas. Los
libros que leía le estaban hurtando a la poesía de la acción con la poesía poética y mala
de la dicción. Así que incluso se inventa, entre las pasiones militares y andantes, una
nueva pasión amorosa, una moza lejana que viera en mercado, dejando que el propio
amor la ascienda a princesa.
Es la primera lección que Cervantes nos da en su libro. La vida tiene una segunda parte
que se correspondería con la tercera juventud de Aristóteles. Es él, Cervantes, quien
rompe con la mediocridad de su vida, pálidamente enaltecida de glorias bélicas, para
emprender un libro donde está su rabia por el mundo, su energía al fin liberada al
servicio de sí mismo, no ya la energía domeñada y servil del alcabalero y otras suertes.
Cervantes es irónico por anacrónico. Ha empezado tarde su aventura y lo sabe.
El Quijote no es el libro que vive sino la vida que no ha vivido, y no nos pone a su
personaje como ejemplo de nada ni hidalguía de nadie, sino como caso singular de
hombre que se decidió a pegar el salto y ese salto quien lo pega es él mismo en figura de
Quijote, e incluso se lo hace pegar a un pobre borriquero hecho de perezas y
conformidades, siendo así que Sancho nunca pierde el sentido, ese inútil y pobre sentido
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 2000
Discurso de FRANCISCO UMBRAL
común del pueblo, pero tampoco pierde la ironía y la distancia para burlarse de su amo
con todos los respetos. Don Quijote entra en su nueva edad como un escándalo y
Sancho pasa todas las aduanas como un saco de centeno. Tenemos, entonces, el salto
desdoblado en tres. Cervantes que roba la fama con un libro, Don Quijote que toma por
asalto la libertad del vivir más allá de la edad y la voluntad. Sancho, que primero a
regüeldo y luego a pleno pulmón, vive vida de caballero andante sin haber leído tales
libros. Es la primera rebelión española del intelectual aburguesado, la primera
revolución burguesa del hidalgo antecedente y el primer motín del castellano pueblo, un
motín de uno solo, Sancho, que vale todos los que vendrán. Aún hoy, y hoy más que
nunca, el hombre que no hace esa revolución interior, que no pega ese salto vecinal, será
comido por el poder, amortajado por lo establecido y muerto de asco.
España dio el salto quijotesco, porque Don Quijote es la metáfora de España, sí, pero no
en el sentido festival y dominical en que lo dicen quienes suelen. España se inventa
pasiones para sobrevivirse a sí misma, para ser algo más que una majada bien regida y
una provincia del latín que llamaremos castellano. La pasión de América, la pasión del
Imperio, la pasión de Europa, la pasión del mundo mueven Españas y nos ponen a la
cabeza del siglo, de los siglos. Hay una luz monárquica y difusa alumbrando las
batallas, y hay una luz popular y ambiciosa embriagando a las gentes. España todavía no
tiene agujetas de Imperio sino que quiere llegar a Carlos V, quiere escorializarse en
Felipe II, quiere parir su gran Barroco, del que viene preñada, porque la pasión de
España, antes que mística o ambiciosa es una pasión creadora, un movimiento de plebes
y reyes hacia la expresión tectónica y violenta de eso que Stendhal definiría como el
último pueblo con carácter propio que le queda a Europa.
España no es un compromiso burgués, como Sartre nos dice del hombre mismo y como
lo son Francia y otros estados. España es un compromiso guerrero por afirmarse, por
difundirse, por existir, por cumplir sus pasiones imposibles y, en suma, por ejercitarse.
Los españoles aman la vida por la vida, no por la mística ni el decoro, y varias
generaciones y tres siglos viven enamorados de Aldonza Lorenzo, la ríspida y dulce
Dulcinea, que a cada uno espera a la vuelta, como el pequeño Ulises que es.
Hay tres razones para ser héroe, como diría Salvador Dalí. En Cervantes, estas razones
son el inventarse pasiones, la capacidad de ejercitarse contra el tiempo y el haber roto
con el compromiso burgués de la novela y de la vida. El hombre que se inventa pasiones
es tan héroe o más como el que las vive. El hombre que se ejercita a diario, no sabemos
si para la vida o para la muerte, es el que quiere agotarlo todo aquí y, como decía Juan
Ramón Jiménez, que la muerte cuando llegue, sólo encuentre un pellejo vacío, porque
nuestra sementera humana la hemos esparcido fecundamente. Por aclarar un poco las
cosas, diremos que Don Quijote, efectivamente, es un personaje de novela, pero donde
veo yo al hombre metafórico es en Cervantes, que nos da el nivel medio del hombre
español, siempre de santo laico, de héroe doblado o de comunero entre el pueblo.
Queremos a Cervantes no tanto por ilustre como por hombre medio que roza
irónicamente el fracaso para triunfar de la España oficial con su España real, habitada
de mozas y domadores, de explotadores y manteadores, de duques aleves y amores
imposibles.
La novela de caballerías era un compromiso burgués con los burgueses de entonces, que
se llamaban hidalgos. Compromiso económico, literario, cultural, mercado de fantasías,
toma y daca de sueños anacrónicos. Siempre ha habido en estos países europeos una
cultura de pícaros que ha tenido como rehén al buen burgués perezoso. Esta continuidad
en lo mediocre la rompe el barroco, la rompe Cervantes, la rompe el 98, la rompe el 27,
la rompe siempre una juventud venidera, y el heroísmo irónico de Cervantes está en
hacer él solo la revolución de los jóvenes cuando ya es un viejo. Admitamos
prudentemente que España es un país de clases medias, también en lo intelectual, y con
ellas pacta el escritor o el artista por conveniencia, supervivencia y acomodo. Este pacto
es lo que explica la tardanza de nuestro país en algunos momentos de la historia, pero ya
vemos que esa tardanza se resuelve de pronto con un libro, con una espada, con un
caballero andante. Cervantes, sí, viene a romper el compromiso burgués de la novela de
caballerías, abriendo brecha para una nueva literatura, que es la de Quevedo, Torres
Villarroel, etc. El público de Lope era la plebe de los corrales de comedias. El público
del novelista eran los hidalgos o feudales en decadencia que tenían letras y leían malos
libros. Después de Cervantes, no siendo él barroco sino renacentista, el barroquismo no
es ya sólo una figura sino también una corriente, y en ella están Góngora, los citados
Quevedo y Torres, el teatro de Calderón y la imaginería religiosa que levanta una
Contrarreforma tardía históricamente, pero madura y otoñal en Berruguete y en toda la
lujuria católica de un ritualismo que se ha quedado vacío y por eso puede dedicarse
gratuitamente a la forma por la forma, cosa que ya no podemos sino llamar modernidad.
He ahí la herencia de Cervantes, el hombre que puso España patas arriba, vio arder la
cultura vieja y murió con el sol en las bardas como su personaje. Cervantes es la
modernidad por todo lo que se ha dicho y por sus dos máquinas de guerra: un hidalgo y
un fantoche llenos de sol y viento. Con sólo esa artillería pone en pie las Españas, deja
la revolución por donde pasa, un rastro de justicia, de ley, de reinado, que serviría de
regocijo a los lectores, pero ese regocijo es curativo y predispone, como vemos, a
mayores mudanzas. El hombre que se inventa pasiones para ejercitarse, encuentra luego
en la vida que esas pasiones son reales, que Dulcinea existe, siquiera como Aldonza, y
que la renovación personal y total hay que hacerla en serio. Cervantes empezó
ejercitándose contra sí mismo y acaba por ejercitarse contra los demás, trastornando
todas las vidas por donde pasa e incluso escribiendo una segunda parte de su libro
porque follones y malandrines se lo piratean y porque la España oficial u oficinesca le
resta el prestigio ganado e ignora la validez de su reforma. El autor se inventa un
segundo libro sobre el que ya escribiera, como se inventa una segunda vida erguida y
atroz, por sobre su vida de soldado, alcabalero, palaciego frustrado y pobre hidalgo
manchego. Antes que los grandes de su siglo rompe con el compromiso burgués de la
literatura y saca una novela que Unamuno llamó Biblia de España. Cervantes es
vanguardia, como vanguardia es rebeldía y como rebelde deja herencia. Nadie en
nuestra entraña progresista ha renegado de él, aunque muchos lo hayan utilizado como
tintero de oro de sus escribanías inquisitoriales.
Sólo tenemos el presente, los hombres templados, y presente purísimo, activísimo, es la
vida de Cervantes, Don Quijote y Sancho Panza, con sus caballos y rucios. Sólo a eso
hemos venido aquí. A conquistar el presente para todos.
Francisco Umbral

miércoles, 28 de marzo de 2012

ADULTERIO: ¿FEA PALABRA?



Nombre completo
François-Marie Arouet
Nacimiento
Defunción
30 de mayo de 1778, 83 años
París, Francia
Voltaire
Ocupación
Nacionalidad
Período
Lengua de producción literaria
Francés
Movimientos


ADULTERIO. No debemos esta palabra a los griegos, sino a los romanos. Adulterio significa en latín alteración, adulteración; una cosa puesta en lugar de otra; llaves falsas, contratos y signos falsos, adulterio. Por eso al que se metía en lecho ajeno se le llamó adúltero, como una llave falsa que abre la casa de otro. Por eso llamaron por antífrasis coccix cuclillo al pobre marido en cuya casa y cama pone los huevos un hombre extraño. El naturalista Plinio, dice: «Coccixova subdit in nidis alienis, ita plerique alienas uxores faciunt matres» (El cuclillo deposita sus huevos en el nido de otros pájaros; de este modo muchos romanos hacen madres a las mujeres de sus amigos). La comparación no es muy exacta porque aunque se compara al cuclillo con el cornudo, siguiendo las reglas gramaticales el cornudo debía ser el amante y no el esposo.

Algunos doctos sostienen que debemos a los griegos el emblema de los cuernos, porque los griegos designan con la denominación de macho cabrío al esposo de la mujer que es lasciva como una cabra. En efecto, los griegos llaman a los bastardos hijos de cabra.

La gente fina, que no usa nunca términos malsonantes, no pronuncia jamás la palabra adulterio. Nunca dicen la duquesa de tal comete adulterio con fulano de cual, sino la marquesa A tiene trato ilícito con el conde de B. Cuando las señoras confiesan a sus amigos o a sus amigas sus adulterios, sólo dicen: «Reconozco que le tengo afición». Antiguamente, declaraban que le apreciaban mucho, pero desde que una mujer del pueblo declaró a su confesor que apreciaba a un consejero y el confesor le preguntó: «¿Cuántas veces le habéis apreciado?», las damas de elevada condición no aprecian a nadie... ni van a confesarse.

Las mujeres de Lacedemonia no conocieron la confesión, ni el adulterio. Y aunque el caso de Menelao demuestra lo que Elena era capaz de hacer, Licurgo puso orden consiguiendo que las mujeres fueran comunes por acuerdo entre marido y mujer. Cada uno podía disponer de lo que le pertenecía. En tales casos, el marido no podía temer el peligro de estar alimentando en su casa a un hijo de otro, pues todos los hijos pertenecían al Estado y no a una familia determinada. De este modo no se perjudicaba a nadie. El adulterio es condenable porque es un robo, pero no puede decirse que se roba lo que nos dan. Un marido lacedemonio rogaba con frecuencia a un hombre joven, de excelente complexión y robusto, que cohabitara con su mujer. Plutarco nos ha dejado constancia de la canción que cantaban los lacedemonios cuando Acrotatus iba a acostarse con la mujer de su amigo.

Id, gentil Acrotatus, satisfaced bien a Kelidonida. Dad bravos ciudadanos a Esparta.

Los lacedemonios tenían, pues, razón para decir que el adulterio era imposible entre ellos. No acontece lo mismo en las naciones modernas, en las que todas las leyes están fundadas sobre lo tuyo y lo mío.

Una de las cosas más desagradables del adulterio entre nosotros es que la mujer suele burlarse con su amante del marido. En la clase baja no es raro que la mujer robe al marido para darlo al amante y que las querellas matrimoniales suscitadas por este motivo empujen a los cónyuges a cometer crueles excesos.

La mayor injusticia y el mayor daño del adulterio consiste en dar un hombre de bien hijos de otros, con lo que les carga con un peso que no debían llevar. Por este medio, estirpes de héroes han llegado a ser bastardas. Las mujeres de los Astolfos y de los Jocondas, por la depravación del gusto y la debilidad de un momento, han tenido hijos de un enano contrahecho o de un lacayo sin talento, y de esto se resienten los hijos en cuerpo y alma. Insignificantes mequetrefes han heredado los más famosos nombres en algunos países de Europa y conservan en el salón de su palacio los retratos de sus falsos antepasados, de seis pies de estatura, hermosos y bien formados, llevando un espadón que un hombre moderno apenas si podría sostener con las dos manos.

En algunos pueblos de Europa las jóvenes solteras se entregan a los mozos de su agrado, pero cuando se casan se tornan esposas prudentes y modosas. En Francia sucede todo lo contrario: encierran en conventos a las jóvenes, donde se les da una educación ridícula. Para consolarlas; sus madres les imbuyen la idea de que serán libres cuando se casen. Y en efecto, apenas viven un año con su esposo ya están deseando conocer a fondo sus propios atractivos. La joven casada pasea y va a los espectáculos con otras mujeres para que le enseñen lo que desea saber. Si no tiene amante como sus amigas se halla como avergonzada y no se atreve a presentarse en público.

Los orientales tienen costumbres muy contrarias a las nuestras. Les presentan jóvenes garantizando que son doncellas, se casan con ellas y las tienen siempre encerradas por precaución. Y aunque nos dan lástima las mujeres de Turquía, Persia y la India, son mucho más felices en sus serrallos que las jóvenes francesas en sus conventos.

Entre nosotros suele ocurrir que un marido, engañado por su mujer, no queriendo formarle proceso criminal por adulterio, se contenta con una separación de cuerpo y bienes. A propósito de esto insertaremos una Memoria escrita por un hombre honrado que se encontró en situación semejante. Los lectores decidirán de la justicia o injusticia de sus quejas.

lunes, 26 de marzo de 2012

JACINTO BENAVENTE: Premio nobel 1922. LOS INTERESES CREADOS: " hoy más que nunca cobra una verdadera vigencia en nuestro mundo materialista-."



(Jacinto Benavente Martínez, Madrid, 1866 - 1954). Dramaturgo español cuyos comienzos en El nido ajeno (1894) permitieron vislumbrar una profunda renovación del teatro en castellano. No obstante, la situación de la escena española le aconsejó inclinarse por obras de gran éxito en lugar de comprometerse con una producción exigente, pero minoritaria e incomprendida.


El valor de su extenso trabajo radica en la introducción de referentes europeos y modernos en el teatro español. Benavente, quien conocía muy bien la producción escénica que se desarrollaba más allá de los Pirineos, entre autores tales como G. DAnnunzio, O. Wilde, M. Maeterlinck, H. Ibsen y B. Shaw, supo incorporar con acierto influencias que resaltaron notablemente muchas de las cualidades de su teatro, tales como la variedad y perfección de los recursos que introdujo en la escena, una gracia inteligente que recorre la sátira social que despliega, y unos diálogos vivos, chispeantes, muy dinámicos.


Sin embargo, la preeminencia de los aspectos escénicos sobre lo dramático puro, así como un espíritu burlón y frívolo, le restan profundidad y alcance a muchas de sus piezas, convirtiéndolas en brillantes fuegos artificiales. Es evidente que el autor amortigua de forma significativa el tono de su crítica, centrada en las clases aristocráticas y acomodadas de la sociedad, para sustituirla por una reprobación simpática, amable, casi paternal, que no por casualidad obtuvo los favores del público.


Jacinto Benavente formó parte de los grupos más avanzados de la cultura nacional de su época y frecuentó las tertulias literarias en las que se encontraban los autores pertenecientes a la Generación del 98. Alabado por unos y denostado por otros, Benavente se encontró en la primera fila de la renovación teatral de principios del siglo XX.


De este gran dramaturgo español, deseo recomendar: "Los intereses creados" pieza dramática que con el paso del tiempo - y hoy más que nunca cobra una verdadera vigencia en nuestro mundo materialista-. De esta pieza dramática se ha comentado:


Es habitual considerar Los intereses creados como una de las obras maestras de la prosa dramática. Y, en efecto, tanto el planteamiento teatral, como el diseño de caracteres han sido manejados con una habilidad nada común. Quizá el mayor acierto de Benavente fue el de dar forma de farsa guiñolesca a su pieza y encuadrarla en la tradición de la `commedia dell`arte`.

La obra presenta una afilada sátira del mundo de los negocios. El punto de vista que adopta Benavente en esta franja de su producción es el de un escéptico que desconfía profundamente de la naturaleza humana y de la sociedad en la que aquélla se manifiesta con frívola hipocresía cuando no simple crueldad.

domingo, 25 de marzo de 2012

NOTICIA.


Aparece una novela inédita escrita por Emilia Pardo Bazán a los 13 años, 'Aficiones peligrosas'


Dedicada a su amante Lázaro Galdiano, se publicó por entregas en 'El progreso' de Pontevedra
ANA MENDOZA (EFE) / MADRID | ACTUALIZADO 25.03.2012 - 05:00
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Con sólo 13 años, Emilia Pardo Bazán, nombre esencial de la literatura española del XIX,
demostró su madurez narrativa en la novela Aficiones peligrosas,
publicada originariamente por entregas en El Progreso de Pontevedra y cuyo manuscrito
 se había traspapelado entre los fondos de la Fundación Lázaro Galdiano.
 En la obra, que ahora recupera la editorial Analecta la autora refleja su concepción de la literatura
y el derecho de las mujeres a formarse y a crear.
Por aquella época mantenía una relación con Benito Pérez Galdós,
y su romance amoroso con Lázaro Galdiano
 (a quien conoció en la Exposición Universal de Barcelona de 1888,
y al que le regaló el manuscrito diez años después), fue de dominio público.

Aunque se conocía parcialmente (en 1989 un volumen recogió algunos capítulos),
 es la primera vez que ve la luz el manuscrito íntegro, de 76 páginas.
Reunir esta obra, según Juan Antonio Yeves, presidente de la Fundación Lázaro Galdiano,
 ha sido como "hacer un puzle", una "laboriosa" tarea que comenzó 2004,
 cuando los documentos de la escritora gallega pasaron a formar parte de la Biblioteca de la entidad.
"De muy mala gana, por santa obediencia,
entrego este manuscrito de mi primera novela escrita por mí a la edad de 13 años",
 reza la dedicatoria de esa obra, en la que la autora revela ya,
 según los estudiosos, su dominio del "arte de construir una novela y
los diálogos", amén de anticipar algunas de las inquietudes que aparecerían
 en trabajos posteriores, por ejemplo el reflejo de "la lectura como forma
 de liberación pero también como arma peligrosa" o el "ninguneo" a su figura en el que
 "insistirá a lo largo de toda su vida".

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